La versión del padre

El incómodo silencio que rodea el asesinato de una niña de 4 años en Sant Joan Despí

La familia paterna lamenta la tibieza mostrada por las instituciones para condenar un crimen que ven "premeditado"

La casa de Sant Joan Despí donde apareció muerta la niña de 4 años

La casa de Sant Joan Despí donde apareció muerta la niña de 4 años / ACN / ÀLEX RECOLONS

Guillem Sánchez

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El matrimonio se acabó hace casi tres años y la jueza ordenó que la custodia de su única hija fuera compartida. Desde entonces, Yaiza ha estado una semana con cada progenitor. Los lunes –el día del cambio– la niña entraba al colegio de la mano de uno de los padres y, al finalizar las clases, el otro la estaba esperando a la salida. El lunes 31 de mayo Yaiza no fue al colegio. Su madre telefoneó a la dirección para avisar de que estaba enferma. El padre, ajeno a la llamada, fue a recogerla a las cinco y media de la tarde. Y vio como salían uno a uno todos los alumnos sin que apareciera su hija. La maestra lo miró extrañada: Yaiza estaba enferma, había llamado su exmujer.

El padre llamó a su ex pero esta no lo cogió. Después, telefoneó al trabajo de la mujer, en la unidad de farmacología de la Clínica Platón de Barcelona. Allí dijeron que su ex también había llamado para avisar de que no vendría: no se encontraba bien. El padre tuvo miedo en ese instante de que la madre hubiera escapado con la hija de ambos. Telefoneó a su exsuegra. “Me da igual su excusa, voy a denunciarla a los Mossos”, advirtió. También pidió ayuda a su padre, el abuelo de Yaiza, el que cada mañana de las semanas de custodia paterna le preparaba el desayuno, la peinaba y la acompañaba a la escuela. Le rogó que fuera a casa de su ex y comprobara si estaban allí. El abuelo obedeció y se personó junto a la entrada principal de este bloque del barrio de Sant Pancraç de Sant Joan Despí. Llamó al portero automático. Nadie respondió. A los pocos minutos, el hombre vio que llegaba la abuela materna al domicilio y que, a toda prisa, subía al octavo sin ascensor en el que residía su hija. Trató de preguntar si sabía dónde estaba la niña pero se quedó sin respuesta. Después, el abuelo oyó a lo lejos sirenas de ambulancias y de coches patrullas. Cada vez más cerca. Hasta que asomaron por el otro extremo de la calle los vehículos de emergencias, aparcaron frente a él y entraron corriendo en el edificio.

El padre de Yaiza, alertado por el abuelo, acudió al domicilio de su ex acompañado por otros padres del colegio. Se temía lo peor. Tras aparcar, alguien, un mosso o un sanitario, le informó de que su exmujer y su hija se encontraban dentro del domicilio y de que, aparentemente, su exmujer había envenenado a Yaiza y después había intentado suicidarse. “Una de las dos todavía respira”, añadió. Durante más de una hora, el padre rezó para que quien seguía respirando fuera Yaiza. Pero no lo era.

La premeditación

Lo contado más arriba se corresponde con la versión que la familia del padre ha explicado a este diario acerca del crimen de la menor de 4 años que fue asesinada presuntamente por su madre en Sant Joan Despí el 31 de mayo. Dicho entorno ha dado el paso de contarlo porque siente que las instituciones no se han puesto en la piel de un padre para quien su hija lo era “todo”. “Todo”, subrayan estas fuentes.

Esa falta de empatía con el progenitor, entiende la familia del padre, menosprecia el aluvión de detalles que, según ellos, indican que la madre no actuó movida por un trastorno pasajero sino mostrando cálculo y premeditación: esperó a que se agotara su semana de custodia, llamó al colegio para decir que la niña estaba enferma –sin esa llamada al centro, el padre, progenitor de referencia, habría sido avisado enseguida de su ausencia– y también contactó con su trabajo, cogió supuestamente medicamentos de la Clínica Platón –tenía acceso a la farmacia– que usó para envenenarla y redactó notas en las que presumiblemente detalla lo que iba a hacer. Y algo más, revelan con espanto.

El viernes 28 de mayo, aprovechando una visita fugaz –acordada con la madre– que el padre hizo para ver un instante a Yaiza –la semana entera sin ella se le hacía muy larga–, su ‘ex’ le dijo que los médicos le habían detectado algo que requería un tratamiento pero que solo lo haría si él aceptaba volver con ella. Él, ignorando las consecuencias fatales que acarrearía no ceder a aquella coacción –no era la primera vez que recurría a "chantajes emocionales"–, le dejó claro que la relación había acabado. El sábado 29 de mayo, su ‘ex’ insistió de nuevo vía WhatsApp, añadiendo celos al cóctel, diciendo que sospechaba que había empezado alguna relación en las últimas fechas.

La tibieza

La familia del padre lamenta que desde la Generalitat no haya habido “ni un solo gesto público ni privado de solidaridad ni tampoco de condena del crimen”. Sí lo ha habido por parte de la presidenta del Parlament, matizan, que se puso en contacto con el padre y condenó oficialmente el “asesinato”. Los alcaldes de Sant Boi y Sant Joan Despí, la niña residía en los dos municipios, acudieron al tanatorio para dar las condolencias al padre y los servicios sociales han atendido a la familia desde el inicio. Sin embargo, ninguna de las dos localidades convocó un minuto de silencio ni tampoco decretó días de luto.

El único comunicado que se ha hecho público hasta la fecha sobre la muerte de Yaiza fue enviado cinco días después de que esta se produjera por el ayuntamiento de Sant Boi. En lugar de 'asesinato', se optó por describir lo sucedido como “una pérdida en circunstancias muy dolorosas”. El consistorio de Sant Boi, para justificar la ausencia de concentraciones de condena en el pueblo, alegó que no resultaba posible debido a las restricciones contra la pandemia. Un argumento que languidece ante la evidencia de que ha habido actos de repulsa en todos los ayuntamientos catalanes salpicados recientemente por crímenes machistas, como Porqueres o Corbera de Llobregat. “Yaiza también es una víctima de esta violencia. Ha sido asesinada para hacer daño al otro cónyuge, y también era una mujer, de 4 años”, razonan.

Esta familia, que quiere mantener un perfil discreto ante una pérdida “devastadora”, afirma que hubiera preferido una condena explícita de los hechos, recibir “el mismo calor que socialmente se da a las víctimas de la violencia machista”. Personado como acusación particular en la causa, el padre solicitará prisión preventiva para la madre, que se recupera favorablemente del intento de suicidio.

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