Dispositivo para evitar un repunte delincuencial

Nuevo modelo policial en Barcelona tras la pandemia

Los 10 distritos de la ciudad saturarán de unidades uniformadas las zonas que la información señala como puntos calientes de robos y hurtos

Dos agentes de los Mossos se llevan en coche a un carterista detenido en el metro por hurto

Dos agentes de los Mossos se llevan en coche a un carterista detenido en el metro por hurto / ACN / ELISENDA ROSANAS

Guillem Sánchez

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Levantado el toque de queda, Barcelona se prepara para un verano lo más normal posible. Una ciudad reanimada, con turistas y de bares abiertos. También con un repunte de denuncias por hurtos, robos violentos, peleas nocturnas o agresiones sexuales que las restricciones sanitarias habían hundido a márgenes históricos. A los Mossos d'Esquadra no les quita el sueño el auge de botellones pero sí evitar que el despertar de la delincuencia no devuelva la ciudad al verano de 2019. Mandos como la intendenta Sílvia Cata, coordinadora de Seguridad Ciudadana, o el intendente Joan Carles Granja, responsable de la Divisió d’Investigació Criminal en Barcelona, aseguran haber invertido estos últimos 14 meses en reformular el modelo de actuación policial: cada uno de los diez distritos dispone ahora de un mapa de calor semanal de la actividad criminal. La hoja detalla qué puntos de su área concentran los delitos y a qué horas se perpetran. Las órdenes son aprovechar ese trabajo de inteligencia para evitar que se produzcan saturando de unidades uniformadas de los Mossos y de la Guardia Urbana esos lugares señalados en rojo. Es parte del aprendizaje de 2019.

El estío anterior a la pandemia no fue bueno. En realidad, fue el peor. Los robos violentos aumentaron en un 30% y consolidaron una tendencia alarmante iniciada en 2016 con un incremento acumulado de casi el 60%. La capital catalana además fue escenario de un repunte de homicidios del que tampoco constaban precedentes, con más de una decena de víctimas mortales amontonadas antes de que llegara el otoño. Aquella era una ciudad que recibía más turistas que ninguna otra –unos 30 millones al año– y a la que visitaban hordas de carteristas internacionales salivando por el festín. Ese techo delincuencial es el que los Mossos han tomado de referencia. Por si acaso.

Un año en boxes

Los intendentes Cata y Granja explican a este diario que lo que sucedió aquel verano previo al coronavirus es que los ladrones se sintieron impunes. O que los ciudadanos creyeron que lo eran. Las órdenes judiciales de prisión preventiva confirmaban que ambos tenían motivos para pensarlo: solo uno de cada diez carteristas violentos ingresaba en la cárcel antes del juicio. En junio de 2020 arrancó el Pla Tremall contra la multirreincidencia, “una forma de trabajar que persigue que las personas que hacen del delito su forma de vida dejen de ser desconocidos y que, en consecuencia, aumente la cifra de medidas de cárcel preventiva”, según lo definió Carles Anfruns, excomisario de la capital catalana. La nueva comisaria de la ciudad, Marta Fernández, la primera mujer que ocupa ese cargo y con pasado en la investigación criminal, tiene intención de seguir el camino iniciado con Anfruns. En el Tremall está la semilla de la nueva forma de trabajar de los agentes de los Mossos basada en los mapas de calor delincuenciales. Durante el pasado año, el Tremall, pandemia mediante, provocó que los robos violentos descendieran en un 60% y que los hurtos lo hicieran en un 30%. También logró que se doblaran las prisiones preventivas. Destinar investigadores a recabar información sobre cada uno de los perfiles de los reincidentes permitió crear fichas de cada delincuentes habitual y mejorar los atestados de cada delito. Los fiscales y los jueces ahora saben quién es el arrestado tienen delante: si ataca cada noche o si hace daño a sus víctimas para sacarles la cartera.

Los mapas de calor

Ese sistema de trabajo basado en la mejora de la información que inauguró el Tremall y que sirvió para aumentar las penas de reclusión, también está en el centro del cambio de un modelo policial: más "inteligencia" y menos "patrullaje dinámico", afirman Cata y Granja. “El ciudadano no quiere ver coches patrullas pasando por su calle”, explica la intendenta, “quiere ver policías yendo a pie”. Para responder a esa demanda, y ante la imposibilidad de poner a un agente en cada esquina, se usan los mapas de calor para decidir dónde ubicar sus piezas.

Cada una de las diez comisarías de la ciudad tienen mapas semanales de los principales delitos que sufre la ciudad: robos con violencia e intimidación, hurtos, robos con fuerza en vehículos, robos con fuerza en establecimientos comerciales y robos con fuerza en domicilios. Esto significa que, gracias a la explotación del historial de delitos que se producen en Barcelona y al trabajo de campo de los agentes que identifican y detienen sobre el terreno, cada responsable de distrito conoce qué delitos abundan en cada zona, en qué franja horaria se producen y qué delincuentes habituales acostumbran a perpetrarlos. Con esa información, y en colaboración con al Guardia Urbana, los jefes esparcen unidades de ambos cuerpos policiales. “De uniforme”, insiste Cata, porque “tranquilizan al ciudadano” y porque sirven para “disuadir al delincuente”. Es un cambio de modelo que trata de anticipar una ola delincuencial como la que arrastró a la ciudad en 2019.

Récord de fugados de la justicia arrestados

Las restricciones sanitarias no solo han dado a los cuerpos de seguridad un balón de oxígeno para reformularse sino también una oportunidad única para limpiar sus bases de datos de órdenes de detención pendientes. Desde que se activó el primer estado de alarma, el 14 de marzo de 2020, y hasta este 9 de mayo de 2021, los Mossos han localizado a 614 personas sobre las que pesaba una orden de detención policial y a 2.930 personas sobre las que pesaba una orden de detención judicial. Al tratarse, en su mayoría, de ciudadanos poco dados a respetar la ley tampoco han cumplido con prohibiciones como las del toque de queda y han quedado más expuestos que nunca a los controles policiales. También ha crecido la proporción de delincuentes arrestados 'in fraganti' o minutos después de haber cometido los delitos por el mismo delito, con las calles más vacías les ha resultado más difícil esconderse. Ambos datos, el de arrestados fugados de la justicia y el porcentaje de capturados 'in fraganti', según el intendente Granja, están muy por encima de la de años anteriores.

La receptación, asignatura pendiente

La aspiración policial de los responsables de los Mossos d'Esquadra de Barcelona es que el nuevo modelo policial –basado en los mapas de calor– permita liberar investigadores de la demarcación para arreglar la pata que siempre ha quedado coja en la lucha contra la multirreincidencia: la receptación. Es decir, perseguir a quienes compran los teléfonos móviles, carteras o relojes que roban los ladrones. El fenómeno de los habituales está vinculado a menudo con personas con adicciones graves que no saben detenerse y que encuentran en los asaltos una forma de procurarse dosis gracias al dinero que les dan los receptadores, que pagan por lo que han robado, o directamente los traficantes, que aceptan lo que traen a cambio de la cocaína o la heroína que necesitan.

No es sencillo actuar contra la receptación porque, aclara el intendente Granja, “está muy poco penado y las personas que cometen esta práctica ilegal siguen haciéndolo después de haber sido sorprendidos porque sale a cuenta”. Recogido en el artículo 298, el Código Penal detalla que comete receptación el que "adquiera" objetos robados y que se enfrenta a una pena de prisión "de seis meses a dos años". Sin embargo, es fundamental para controlar la delincuencia. Si la presión policial en la calle se combina con la desaparición de las personas que compran aquello que sustraen, los alicientes para seguir atacando a los ciudadanos se desvanecen.

El otro gran objetivo que señalan Cata y Granja de los Mossos para la Barcelona posterior a la pandemia es seguir reduciendo la cifra de las llamadas "ocupaciones delincuenciales" y que no tienen nada que ver con la crisis de desahucios o las familias que allanan un domicilio vacío para procurarse un techo. Por "ocupación delincuencial", los policías entienden usurpaciones de vivienda que personas multirreincidentes llevan a cabo con el fin de poder seguir llevando a cabo su actividad, como el bloque de Poble Sec que atemorizó durante meses a todo el vecindario. En el verano de 2020, la cifra de este tipo de ocupaciones tan conflicgtivas superó la setentena. Actualmente, quedan veinte menos. Cata afirma que, de nuevo, esta será una prioridad del patrullaje y que los aledaños de estos nidos que los carteristas usan para refugiarse entre golpe y golpe, estarán bien vigilados

Más facilidades para denunciar

“El ciudadano no debe adaptarse al policía, es el policía el que debe adaptarse al ciudadano”, aclara Granja, antes de subrayar que si un mosso pone pegas para recoger una denuncia y emplaza al ciudadano a acudir a otra sede, “actúa mal”. El ciudadano puede acudir a cualquier comisaría de los Mossos a denunciar cualquier delito. Y el futuro pasa por lograr que también pueda acudir a cualquier comisaría de la Guardia Urbana. En la nueva sede conjunta de la calle de Aragó, los agentes de la Urbana ya recogen denuncias de cualquier delito y está previsto –esa es también la voluntad de su intendente mayor Pedro Velázquez– que reciban formación para esta sea una realidad en el resto de sedes.

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