Investigación judicial sin precedentes

Vall d'Aran: La caza de los que mataron al oso Cachou

Un joven oso pardo fundamental para la repoblación de estos animales en el Pirineo fue envenenado en abril de 2020

Su muerte confirmó la existencia de una trama que podría haber eliminado antes a otros ejemplares de una especie protegida

Los dos principales sospechosos han combinado inexplicablemente tareas públicas para su reintroducción con el activismo para exterminarlo

Hallazgo del cuerpo del oso Cachou en Les.

Hallazgo del cuerpo del oso Cachou en Les. / AGENTS RURALS

Guillem Sánchez

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Cachou fue envenenado entre el 26 y el 27 de marzo de 2020 en la Vall d’Aran. Llevaba un collar con GPS que registró que a partir de esa fecha apenas se movió. Agonizó durante varios días y su cuerpo, de 140 kilogramos, tras la alarma que disparó su quietud definitiva, fue hallado el 9 de abril. El examen forense detectó en su organismo restos de anticongelante para vehículos. Así arrancó una investigación sin apenas precedentes en España por la muerte de un animal. Tan compleja que la jueza de Vielha tuvo que decretar el secreto de las actuaciones. Medio año después, los Mossos han imputado a dos sospechosos vinculados al Conselh Generau d’Aran, el gobierno local. La muerte de Cachou ha revelado la difícil convivencia entre el oso pardo y los ganaderos en los Pirineos, ha demostrado la existencia de una trama que podría estar detrás de las desapariciones de otros ejemplares y ha motivado una respuesta judicial que avisa de que no se va a tolerar su exterminio.

El hijo de Balou

Cachou nació en 2015 y era hijo de la hembra Plume y del macho Balou, ambos de origen esloveno. De ese país proceden los animales con los que se activó en los noventa la recuperación del oso de los Pirineos, al borde de la extinción. Cachou estaba llamado a jugar un papel fundamental, explica Iván Afonso, técnico del programa de reintroducción. Tenía sangre de Balou y eso garantizaba ventilar los genes de la estirpe de Piros, un oso que se apareó tanto que ha acabado desarrollando un grave problema de consanguineidad en la población –de unos sesenta ejemplares– porque casi todos descienden del mismo macho. Cachou tenía otros genes pero desarrolló un comportamiento de gran depredador. En apenas dos semanas, a comienzos de otoño de 2019, mató a cinco yeguas. Cinco ataques que lo pusieron en el punto de mira de los ganaderos de extensivo que crían caballos y ovejas en libertad, los más afectados por sus ataques y entre los que se encuentran varios de los miembros más entusiastas del grupo de whatsapp de la 'plataforma antioso'. Los técnicos, con Afonso a la cabeza, intervinieron para tratar de reorientar a Cachou, desviando su apetito hacia los ciervos salvajes. Funcionó. Cachou comenzó a cazar ciervos y, hasta que se tumbó a hibernar a finales de 2019, no hubo más mordiscos a caballos. Ya era tarde, su sentencia estaba escrita.

Montaña sellada

El cuerpo de Cachou fue hallado en un barranco de una de las montañas que rodean a Les, un municipio ubicado 20 kilómetros al norte de la capital Vielha. El 26 de marzo, cuando se calcula que fue envenenado, España estaba confinada, cruzando la fase más dura del estado de alarma, cuando se podía salir únicamente para ir al supermercado. Esa era la primera pista. “Con las fronteras cerradas y sin excursionistas, había que buscar a sus autores cerca”, explican fuentes policiales.

"Los primeros que vieron que podría tratarse de una muerte criminal fueron los propios técnicos del Conselh Generau, que solicitaron que la necropsia buscara restos de veneno”. Que esto se ocultara públicamente se debe, según estas fuentes policiales, a la voluntad de la jueza de mantener secretas las pesquisas. “Resulta injusto que ahora se alimenten teorías de la conspiración que incluyen al gobierno local”, concluyen los Mossos.

gráfico de situación del bosque de Soberpera

Los sospechosos

El Conselh no estaba implicado pero sí dos hombres conectados al órgano. Los Agents Rurals recogieron enseguida el testimonio de varias personas que explicaron que José Antonio Boya, 'conseller' de Territori entre 2015 y 2019 –y dueño de una duplicidad inexplicable: por un lado máximo responsable del programa de reintroducción del oso pardo en los Pirineos como 'conseller' y por el otro presidente de la asociación de criadores de caballos y administrador del grupo 'plataforma antioso'–, había manifestado en diversas ocasiones la idoneidad de eliminar a Cachou suministrándole anticongelante. Este hilo condujo al segundo sospechoso, tan contradictorio como el anterior –activista antioso al mismo tiempo que agente de medio ambiente y antiguo empleado del mismo programa para su preservación–, que tenía acceso a información privilegiada: sabía que Cachou se había despertado de su hibernación, que comía ciervo –fue intoxicado presumiblemente con carne de cérvido–y por dónde se movía gracias al GPS.

Al recibir el positivo por anticongelante obtenido en la necropsia, se confirmaron los peores temores y los agentes rurales pidieron ayuda al Área de Investigació Criminal de los Mossos en el Pirineo. Durante cinco meses, los seguimientos y las intervenciones telefónicas que han hecho los policías han constatado un comportamiento anómalo por parte de ambos sospechosos, como pedir que se borraran whatsapps o sugerir que algunas cosas debían hablarse solo presencialmente. También han permitido incluir en el caso a otras tres personas sobre las que no existen todavía sospechas tan fundamentadas. A principios de diciembre, el agente de medio ambiente fue detenido y Boya citado a declarar. Ambos son vecinos de Les, buenos amigos que habían compartido formación política –Convergència Democràtica– y asiduos a manifestaciones contra el oso.

Más de dos milones

La repoblación del oso pardo en el Pirineo recibe más de dos millones de fondos de la Unión Europea que administraba el proyecto Piros Life, del que formaban parte la Universitat de Lleida, el Conselh Generau d’Aran, la Generalitat de Catalunya y la Fundación Oso Pardo. Guillermo Palomero, presidente de la última entidad, sigue frotándose los ojos ante la imputación policial de dos personas que cobraban por proteger a Cachou y que, presuntamente, han maniobrado para acabar con él. “Si se demuestra que son responsables, los perseguiremos judicialmente. Y también pediremos que se reemplace a Cachou. Porque lo mataron y era esencial para la subsistencia de una especie protegida que se ha acordado que debe vivir en el Pirineo”, razona.

En los últimos meses, además de Cachou, otros dos osos pardos han muerto disparados por cazadores en Aragón y en Francia. Y existe la sospecha de que detrás de la desaparición de otros ejemplares cerca de Les –tras dos años sin ser avistados o sin hallar restos de pelo o heces los técnicos los dan por difuntos– también podría esconderse la mano del hombre. El cadáver de Cachou fue localizado gracias al collar GPS –el resto no lo llevan– y la necropsia confirmó el origen criminal de su muerte. Su caso ha permitido acreditar la existencia de una presunta trama para eliminarlo que podría haberse conjurado antes para acabar con otros. Una práctica que la investigación de la jueza de Vielha confía en erradicar. La oposición que encarna la plataforma antioso, que también se nutre del rechazo local a que instituciones que viven lejos de las montañas tomen decisiones que condicionan la vida de los que las habitan, será más complicada de vencer.

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