FRAUDE MILLONARIO

¿Quién se cree una rentabilidad del 60%?

La apariencia de legalidad de la operativa financiera del 'Madoff catalán' y los elevados intereses prometidos confundieron a los inversores

MAX JIMÉNEZ BOTÍAS / J. G. ALBALAT / BARCELONA

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Cuando en el sector financiero a un inversor le hablan de una rentabilidad del 15%, tan solo puede pensar en tener buena suerte o haber elegido el valor adecuado en el momento oportuno de renta variable. No deja de sorprender, por tanto, que personas con una formación adecuada y conocimiento del mercado cayeran en la trampa de pensar que las rentabilidades que ofrecía Antoni Mas, del 15% trimestral, fueran creíbles. Y es que, como ha explicado alguno de los afectados a este diario, la "apariencia de credibilidad legal era tan alta que resultaba difícil dejar pasar la oportunidad". Con frecuencia la codicia da carta de naturaleza a algunos fraudes. No es casual que Bernard Madoff, el banquero detenido por el FBI en el 2008 por estafa, consiguiera engañar a grandes inversores internacionales. 

En el caso del 'Madoff catalán', la operativa era diferente, pero la esencia del fraude es la misma. Y la clave era el envoltorio con el que convencía a los inversores para que tomasen parte en sus negocios. El único problema es que las facturas en las que se sustentaba todo el tinglado eran falsas. No estaban respaldas por ningún derecho de cobro, que es lo que se le supone a cualquier operativa relacionada con el 'factoring' u otros productos financieros relacionados con el descuento de factura (derechos de pago). "Tenían aparencia de legalidad, estaban pignoradas como garantía y una aseguradora les daba cobertura, además de que había un fondo de inversión registrado en la CNMV que operaba con ellas. Nadie podía esperar que la base de todo eso no fuera legal", ha comentado a este diario uno de los afectados. 

No es casualidad que un profesor de Derecho Civil de la Universitat de Barcelona se haya visto afectado por esta trama o que el exjefe de la asesoría jurídica de Cajastur comprometiera inversiones con el tinglado de Mas. Pero todo comenzó de una forma bastante tosca, según el relato de autoinculpación que realizó Mas a finales de mayo. A partir de un préstamo de Óscar Beltran de 100.000 euros para hacer frente a facturas pendientes de pago de Mas. Para devolverlo se vio obligado a buscar dinero de otros inversores, que se lo prestaron con el compromiso de retornarlo con un tipo de interés adicional. Al principio, les ofrecía un 5%. Posteriormente, llegó al 15% de interés trimestral. Es decir, más del 60% anual. 

INTERMEDIARIOS Y COMISIONISTAS

Cabe mencionar que parte de esas inversiones eran proporcionadas por intermediarios que también cobraban su comisión, de entre el 1,5 y el 2% en cada operación. Con lo que había que generar nuevos ingresos para poder saldar los préstamos anteriores con sus respectivos intereses. Al final, Mas ideó una operativa de facturas falsas para justificar el negocio que ofrecía a sus inversores: se trataba de la gestión de espacios publicitarios, en algunos casos ligados a los eventos deportivos y culturales. "El negocio era sencillo: Mas cobraba, supuestamente, a una gran empresa -Coca-Cola, Repsol-, un espacio publicitario por un valor de 1.000 euros más un 20% por la gestión de esos espacios. De esa cifra, el inversor, supuestamente, se llevaba el 15% y el 5% restante era para él", explica uno de los afectados.

Cualquiera se podía dejar llevar por esos beneficios extraordinarios. Mucho más si la apariencia de credibilidad era tal que hasta una aseguradora, Solunión Seguros de Crédito, aseguraba el crédito de esas facturas. Pero eso forma parte del engaño. Mas contactó con Finalter, una sociedad inversora del grupo Auriga, que habitualmente se ocupa de la financiación de pymes mediante la compra de facturas y pagarés. Finalter había creado un fondo (IM Auriga Pymes Eur 1) que se ocupaba de la titulización de esos activos (derechos de cobro de las facturas) y de su venta como bonos, con una rentabilidad del 4%, en el mercado. El fondo estaba administrado por la sociedad de bolsa y gestora Intermoney. Aproximadamente, el 50% de la dotación del fondo correspondía a los 38 millones de facturas endosadas por Publiolimpia, una de las empresas de Mas.

GARANTIZAR EL COBRO

El fondo, como corresponde a todas las empresas de este tipo registradas en la CNMV contaba con una aseguradora (Solunión) encargada de garantizar el cobro de los derechos de pago. También contaba con un administrador de los derechos de crédito, en este caso, Progreso y Gestión, que se ocupaba de la operativa y gestión de las facturas. 

Más acudió al mecanismo de Finalter, perfectamente legal, para tranquilizar a sus inversores, pero también para obtener los fondos con los que pagar los préstamos anteriores más los intereses prometidos. Finalter acabó poniendo 38 millones de euros, pero la pelota de Más alcanza más de 200 millones de euros de inversores que evitaron los canales habituales para dar rendimiento a sus ahorros o porque no podían hacerlos circular por otros circuitos. El fondo ha sido disuelto.