MARESME

Asesinado a cuchilladas un matrimonio de ancianos mudos en Premià de Mar

Los Mossos descartan el robo y la violencia machista e investigan a su entorno familiar

Unos sanitarios retiran un cadáver de la casa donde se produjo el doble crimen, en Premià de Mar.

Unos sanitarios retiran un cadáver de la casa donde se produjo el doble crimen, en Premià de Mar. / periodico

GUILLEM SÀNCHEZ / PREMIÀ DE MAR

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Fernando y Purificación, dos ancianos de 74 y 72 años, han aparecido muertos este jueves en su casa de Premià de Mar. Los ha descubierto así su yerno, que a las siete se ha presentado en el domicilio de sus suegros, como cada día, para dejarles a su nieto y marcharse al trabajo.

Ha bajado conmocionado al verlos a ambos tendidos, acuchillados y cubiertos de sangre. Los Mossos d’Esquadra han arrancado enseguida una investigación, bajo secreto de sumario, de la que se han escapado pocos detalles de momento.

Oficialmente no han descartado ninguna hipótesis. Aunque según ha podido saber EL PERIÓDICO, la policía catalana investiga el entorno familiar de los abuelos. No se han llevado nada, lo que no cuadra con un asalto de ladrones, y ninguna pista indica que pudiera tratarse de un caso de violencia machista culminado con el suicidio de él. La cerradura de su puerta no estaba forzada y por eso se sospecha que el autor podría tener las llaves.

Agentes de la unidad científica han estado revisando el escenario -el cuarto piso del número 18 de la calle Jacint Verdaguer- hasta después de la hora de comer. Los cadáveres de las dos víctimas han sido trasladados sobre las 12:30 horas al instituto forense para realizar las autopsias.

CONOCIDOS Y QUERIDOS

La noticia de su muerte ha corrido como la pólvora. “¡Han matado a los mudos!”. El problema es que en el cruce entre las calles de Verdaguer y Marina, en el centro de Premià, viven dos matrimonios de sordomudos. Al principio todos creían que eran Paco y Pili. Pero se trataba de Fernando y Puri.

Sus dificultades comunicativas les habían aislado pero no habían impedido que fueran conocidos y queridos en el barrio. Gemma, una vecina, los describe como “cercanos” y “buena gente”. A ella la veían pasar cada mañana acompañando a su nieto hasta la parada del autobús escolar. Sobre las cinco, los veían a los dos regresar a casa.

Últimamente salían mucho menos. Santi, otro vecino de la misma calle, cuenta que ella había enfermado de cáncer y que él daba muestras de sentirse cansado. Ayer se cruzaron cerca de su casa. Con sus sonidos guturales le hizo saber que estaba feliz “con el Barça”, recuerda.

Acostumbraban a comer cada sábado en el bar de Las Moras. Luego se iban a Barcelona, cuenta su propietario. Él había trabajado de sastre en la capital catalana y ella limpió casas hasta hace poco. "Era muy trabajadora". Tuvieron dos hijos: un niño y una niña que ahora ya superan los 40años.

Santi recuerda que jugaban con ellos, de críos, en el parque de la plaza Joan Font. A veces algunos eran crueles con él, un chico “gordito” del que se burlaban porque era hijo de "dos padres que no hablaban". Hace años que no sabe de él. A diferencia de su hermana y de su marido, que si se dejaban ver más por el pueblo. Cada mañana para traerles su nieto y cada tarde para recogerlo.