El 'boom' de campus 'de pago' inaugurados en los últimos años por bancos y fondos de inversión ha transformado el ecosistema universitario. Hacer una carrera es cada vez más "un asunto caro y privado"

El 'boom' de campus 'de pago' abiertos por bancos y fondos de inversión ha alterado el ecosistema. Hacer una carrera es cada vez más "un asunto caro y privado"

Por Juan Fernández
Infografías de Francisco J. Moya

En septiembre se cumplirán 25 años de la apertura de la última universidad pública inaugurada en España: la Politécnica de Cartagena (Murcia). Un cuarto de siglo después, hoy sigue habiendo los mismos 50 centros públicos que había en 1998, pero las universidades privadas, que entonces apenas llegaban a la quincena, ahora suman 41, y su número sigue creciendo: el próximo curso habrá dos más.

El ecosistema universitario español se ha transformado en las dos últimas décadas: hoy se pueden estudiar más carreras que nunca -se ofertan hasta 3.112 titulaciones diferentes-, pero muchas de ellas solo se pueden cursar en campus privados, la mayoría financiados por bancos y fondos de inversión que han sabido proponer grados con buenas salidas laborales, pero a cambio dedican poco presupuesto a la investigación científica. El protagonismo alcanzado en los últimos años por los centros 'de pago' plantea el debate de qué debe ser una universidad (y qué no).

La era dorada de la privada

La Junta de Andalucía acaba de aprobar la Universidad Fernando III-CEU, que estará ubicada en la localidad sevillana de Bormujos, y la Universidad Tecnológica Atlántico-Mediterránea (Utamed), que tendrá su sede en Málaga, aunque atenderá de forma online.

Estos dos centros se suman a la decena de campus ‘de pago’ que se han abierto en la última década, donde ofrecen titulaciones de nueva creación -y a menudo nombre rimbombante- como el grado de Business Analitics que imparte la Universidad Internacional de la Empresa de Madrid, el de Producción Musical y Sonido para la Industria del Entretenimiento que oferta desde 2021 la European University Gasteiz de Vitoria, y el de Diseño y Desarrollo de Videojuegos y Entornos Virtuales que puede cursarse en la Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología de Madrid desde 2022.

La mayoría de nuevos los campus particulares son de tamaño reducido y están especializados en ciencias sociales y jurídicas, administración de empresas y salud, áreas todas con mucha demanda laboral. “La universidad privada ha sido más ágil que la pública proponiendo títulos con buenas salidas profesionales”, reconoce Juan Francisco Juliá Igual, vicepresidente adjunto de la Conferencia de Rectores de Universidades de España.

El negocio de los másteres

En las aulas (presenciales o virtuales) de las universidades privadas se formaron el año pasado 372.084 estudiantes. La cifra duplica la del curso 2010-2011, pero sigue siendo inferior a la que mueve la universidad pública, dotada de facultades de mayor tamaño y donde atendieron el año pasado a 1.318.866 alumnos. Sin embargo, en los estudios post universitarios, que son los que tienen precios más elevados y generan mayores rendimientos económicos a los centros, esta distancia se está acortando.

Hace apenas un lustro, solo uno de cada tres estudiantes de máster se apuntó a un centro privado para añadir a su currículo esa formación, hoy exigida en muchos ámbitos laborales; en cambio, en 2022 eligieron esa opción el 47% de los alumnos. Las proyecciones de población académica estiman que en un par de cursos habrá más universitarios haciendo el postgrado en un centro ‘de pago’ que en uno público.

Más privadas y peor repartidas

Buena parte del crecimiento de las universidades particulares se ha nutrido de estudiantes extranjeros, sobre todo de Latinoamérica, que reciben clase desde casa. Pero el 'boom' de la enseñanza ‘online’ no evita que ambos modelos –público y privado- acaben optando a la misma tarta estudiantil y que esta competencia genere desequilibrios en el ecosistema universitario.

Uno de ellos es territorial. Tras la apertura de cinco nuevos centros privados en los últimos cuatro años –el más reciente, la Universidad Internacional de la Empresa, auspiciada este año por el Grupo Planeta-, Madrid se ha convertido en un ‘hub’ universitario que concentra hasta 14 campus ‘de pago’ junto a otras seis universidades públicas. Uno de cada tres centros privados que hay en España tiene su sede en la Comunidad de Madrid.

“Esto tiene consecuencias demográficas. Muchos estudiantes que hacen la carrera en su ciudad, luego deciden cursar el máster en otra universidad. Al final, los estudios de postgrado acaban fagotizando el capital humano de todo el país”, advierte Francesc Solé Parellada, vicepresidente de la fundación Conocimiento y Desarrollo, 'think tank' dedicado al análisis del mundo universitario.

Haz una carrera... si puedes pagarla

La otra gran distorsión que provoca el vertiginoso crecimiento de universidades privadas está relacionada con la equidad de los estudiantes a la hora de acceder a las matrículas. De media, un curso en una entidad ‘de pago’ vale diez veces más que en una pública.

La nota de corte que impera en muchas titulaciones en la mayoría de los campus públicos enfrenta a numerosos estudiantes cada año al dilema de pagar las tasas de la privada o renunciar a su vocación.

“La universidad pública es el principal ascensor social que tenemos. Si el sistema sigue potenciando a la privada, nos lo acabaremos cargando”, advierte Francisco Piniella, rector de la Universidad de Cádiz.

Muchos grados no se ven sometidos a la presión de los ‘números clausus’, o estos son muy bajos, pero las aulas de la privada que imparten estas disciplinas suelen estar tan llenas como las de la pública. “En esos casos, quienes eligen la universidad privada no lo hacen porque sea mejor, sino por los contactos que el estudiante trabará en clase”, señala Vera Sacristán, presidenta del Observatorio del Sistema Universitario, que concluye: “Este modelo acaba provocando una segregación del alumnado por origen social”.

¿Quién está detrás de la universidad 'de pago' española?

Del ‘perfil business’ que ha adoptado la universidad española en los últimos años da buena cuenta el listado de entidades que están detrás de los campus de reciente creación.

El patronazgo de las universidades privadas, que antiguamente era un coto vedado de instituciones eclesiásticas, hoy está copado por fondos de inversión como CVC Capital Partnes, que en 2019 adquirió la Universidad Alfonso X el Sabio de Madrid por 1.100 millones de euros, grupos de capital-riesgo como Permira, que compró ese mismo año las Universidades Europeas de Madrid, Valencia y Canarias por 770 millones de euros, y entidades financieras como la Asociación Española de Banca, promotora de la Universidad CUNEF, abierta en Madrid en 2019, y el banco Abanca, que puso en marcha la Universidad Intercontinental de la Empresa en Santiago de Compostela en 2021.

La consultora DBK calcula que el volumen de negocio de las universidades privadas supera ya los 2.900 millones de euros, tras encadenar una década con continuos crecimientos de entre el 5 y el 9%.

¿Es mejor la pública o la privada?

Así como las universidades examinan a sus alumnos, ellas también se miden entre sí en los rankings de calidad que emiten distintos organismos cada año. Los baremos internacionales más respetados, como el de Shanghai, el QS World University Ranking y el Times Higher Education, suelen coincidir en situar a los campus públicos por encima de los privados cuando analizan la universidad española. En particular, los centros catalanes, como la Universidad de Barcelona, la Autónoma y la Pompeu Fabra acostumbran a encabezar las clasificaciones.

A escala nacional hay otros baremos universitarios, como el de la fundación Conocimiento y Desarrollo y el U-Ranking que elabora la fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), y estos también suelen coincidir a la hora de ordenar los centros en función del criterio analizado: en investigación científica, las privadas son las más destacadas, pero cuando el examen se fija en el grado de empleabilidad de sus estudiantes, el 'top ten' se llena de centros privados.

¿Para qué sirve una universidad?

El aumento de campus privados y el perfil mayoritario de estos centros enfrenta a la comunidad universitaria, cada vez con más énfasis, a debates relacionados con la propia razón de ser de la universidad. ¿Esta debe seguir siendo una fuente de conocimiento universal, como indica su nombre, o ha de limitarse a formar futuros empleados y emitir títulos? ¿La universidad debe continuar enfocándose al desarrollo de los estudiantes y la investigación científica o puede convertirse en un negocio que depende únicamente del balance de resultados?

Según Francisco Piniella, sobre este dilema descansa el futuro del modelo universitario de este país. “Si entendemos la universidad como una fábrica de trabajadores, la privada tiene ventaja porque está más orientada al mundo laboral. Pero si la vemos como un repositorio del saber científico, la pública no tiene competencia, porque investigar es caro y a los centros privados no les trae a cuenta invertir en laboratorios”, compara el rector, que advierte: “Los hallazgos científicos que sirvieron para encontrar la vacuna contra el covid en tiempo récord jamás podrían haber salido de una universidad privada”.

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Un reportaje de EL PERIÓDICO
Textos: Juan Fernández
Infografías: Francisco J. Moya
Coordinación: Rafa Julve