¿Por qué calan en el cerebro las ideas reaccionarias?

En las tribunas, la televisión y las redes sociales circulan juicios falsos (o directamente maliciosos) que avivan guerras culturales y marcan la agenda política y geoestratégica. Expertos en neurobiología, lingüística y sociología explican cómo funciona el entramado y a quién beneficia. (Al final, experimentar con un juego interactivo).

Por Núria Navarro
Diseño e infografías: Andrea Hermida-Carro y Ricard Gràcia
Coordinación: Rafa Julve

Los menas son delincuentes". "Los catalanes son supremacistas". "Cuando las mujeres dicen no quieren decir sí". "No es un virus, es radiación". "La violencia no tiene género". "El cambio climático es un invento". "El aborto es el mayor genocidio de la historia". "Con la subida del salario mínimo habrá más desigualdad". Estas y otras ideas aventadas por la ultraderecha (y la derecha neoliberal) faltan a la verdad. ¿Por qué se interiorizan y se viralizan? ¿Quién sale ganando? Analizamos el mecanismo, en un momento en que, como sospecha el filósofo Daniel Innerarity, vivimos en medio de "una desregulación del mercado cognitivo".

Pensar sale caro

Empecemos por el cerebro. En 2011, un estudio del London Institute of Cognitive Neuroscience demostró, con técnicas de neuroimagen, que "un mayor progresismo" se asocia con "un mayor volumen de materia gris en la corteza cingulada anterior" –se encarga de resolver un conflicto emocional suprimiendo la actividad de la amígdala–; mientras que "un mayor conservadurismo" se asocia a "un mayor volumen de la amígdala derecha", que procesa y almacena las reacciones emocionales, y que en tiempos arcaicos prestó un gran servicio para esquivar colmillos y puntas de sílex. Ese cerebro, el 'conservador', tiene poca predisposición a cambiar las respuestas habituales ante los conflictos y una mayor sensibilidad a los estímulos amenazantes.

A menudo percibimos de manera distorsionada lo que opina nuestro entorno.
Un ejemplo: En un grupo de nueve personas, tres apoyan una idea y seis opinan lo contrario...

(Fuente: "La sabiduría y/o la locura de las masas", de Nicky Case)

Estas tres personas representan un tercio del total (el 33,3 %).

Mientras que las que opinan lo contrario representan dos tercios del total. La opinión mayoritaria de este grupo es de rechazo a la idea.

Si los partidarios del 'sí' solo se relacionan entre ellos, estarán convencidos de que su opinión es la unánime.

En cambio, si hay nexos de relación con otros miembros del grupo, es posible lograr que todos crean que el 50% piensa 'sí' cuando en realidad esta opción solo la representa el 33%.

En los grupos pequeños y estancos las ideas no suelen expandirse, se quedan dentro del entorno cercano.

Si los grupos comparten demasiadas conexiones, las ideas tampoco se difunden por completo ya que los individuos reciben la información de varias fuentes y puntos de vista, y así pueden crear su opinión propia.

En un término medio de conexiones, la creencia de una sola persona influyente se esparce de manera exponencial y consigue convertirse en la opinión mayoritaria.

Curiosamente, el 'cerebro conservador' juega con algo de 'ventaja'. Explica David Bueno, director de la cátedra de Neuroeducación de la UB y autor de 'El cerebro adolescente' (Grijalbo), que "desde el punto de vista energético, pensar es muy caro". El cerebro consume el 30% de la energía total –el equivalente a una hora de pista de baile dándolo todo, en un día–, así que "aquello que podamos delegar a ideas de tipo dogmático, lo hacemos". Todos.

A esta clave biológica, se añade una segunda: cualquier idea que tenga un componente emocional entra mejor ("para racionalizar, antes nos tenemos que emocionar"). Y una tercera: el cerebro se ha adaptado a vivir en sociedad, de modo que "tiende a aceptar las ideas de una mayoría para no quedarse fuera". Según el 'modelo de contagio' de difusión de las ideas, los individuos adoptan una nueva creencia si la sostienen al menos un 25% de sus vecinos. O sea, si un 25% dice que han encontrado un diente de rata en un Big Mac, la idea tiene posibilidades de éxito.

Los individuos adoptan una nueva creencia si la sostienen al menos un 25% de sus vecinos, según el 'modelo de contagio'

No se trata de pereza o credulidad, hay opiniones que se extienden en comunidades que se esfuerzan en conocer la verdad, como los antivacunas, solo que confían más en las pruebas compartidas por otros miembros de la comunidad que en las ofrecidas por los centros de prevención de enfermedades.

"El efecto contagio depende de quién lo difunde y del contexto", explica Diego Redolar, profesor de Neurociencias de la UOC. Y esos 'agentes de confianza' pueden ser los amigos del pádel, el economista estrella, Pablo Motos o el 'influencer' más sexy.

Santiago Abascal, líder de Vox

La formación ultra ha convertido la crítica de las políticas de género en una de sus bazas electorales.

Isabel Díaz Ayuso, adalid del PP

La presidenta de la Comunidad de Madrid, en una cabriola muy trumpista, opone conceptos que no son incompatibles para dar una patada a la coalición del Gobierno.

Pero hay más todavía. Se ha demostrado que "tendemos a hacer más caso a quien refuerza lo que ya pensamos" (la dopamina nos da alegría), mientras que, si nos contradicen, la amígdala entra en 'modo peligro' y o bien nos escondemos –el clásico no quiero saber nada–, o reaccionamos con ira". Basta dar una ojeada a las redes.

Todo pasa por una ‘necesidad’

Nos guste o no, somos vulnerables. En algún momento nos preguntamos: "¿Qué sentido tiene el enorme esfuerzo que hago si no es para dar a mis hijos una oportunidad mayor que la mía?". Y la política viene a dar alguna respuesta a la intemperie, según el sociólogo Joan Navarro, profesor de Ciencias Políticas de la Complutense y creador de decenas de campañas electorales (la del 'doberman' para Felipe González, en 1996, fue la primera). Y las mejores fórmulas –como se ha señalado antes– son las que apelan a la seguridad y a formar parte de una comunidad.

"Quien fija las ideas hegemónicas siempre es la élite", afirma el sociólogo Joan Navarro

Pero Navarro descorre la cortina y muestra quién hay detrás. "Quien fija las ideas hegemónicas siempre es la élite –afirma–. En ningún momento de la historia política no ha sido así, incluida la revolución obrera, cuyas ideas procedían de la élite cultural alemana». Y esas ideas "siempre responden a una necesidad" (la suya, se entiende).

La alta burguesía industrial de la República de Weimar, por ejemplo, viendo que quien ganaba la batalla de las ideas no eran los socialdemócratas sino los bolcheviques, apostó por un hombre de paja –Adolf Hitler–; que resultó tener ideas propias y metió a Alemania en la Segunda Guerra Mundial, creando en la élite la 'nueva' necesidad de no perderla, de modo que consintió utilizar a un enemigo interno –los judíos– como factor de cohesión.

Cailin O'Connor y James Owen Weatherall, creadores del estudio 'La era de la desinformación: cómo se propagan las creencias falsas' identifican tres tipos de colectivos: los propagandistas los observadores y los buscadores de pruebas.

Los propagandistas se basan en estudios científicos como fuente de información, pero solo usan la parte que avala sus tesis.

Los observadores no verifican el origen de la información, la toman como válida y la difunden rápidamente a su entorno.

Finalmente, los buscadores de pruebas sí que intentan validar las fuentes de información antes de formarse una opinión, pero estas fuentes les llegan sesgadas y desde diferentes puntos, por lo que acaban por convencerlos.

¿Qué necesidad hay detrás de perfiles como Trump, Ayuso o Abascal? Una crisis sistémica que entorpece los negocios y ahoga a las clases populares. Y el precarizado -amígdala mediante- "una vez cree que trabaja mucho y cumple con lo que el sistema le exige, pero no llega a final de mes y encima le censuran determinadas cosas que les gustan –ir a los toros, lanzar un piropo–, quiere que alguien le pegue una patada al tablero", da cuenta el sociólogo Navarro.

Los políticos, pues, deben gestionar los estados de ánimo. "Los madrileños no votan a Ayuso porque estén fascinados con su insondable ignorancia, sino porque es útil en su arrogancia contra Pedro Sánchez, y en la reivindicación de lo popular". Se quedan con su descaro y olvidan su responsabilidad en el deficiente reparto de la renta.

El consultor republicano Frank Luntz rebautizó el impuesto de sucesiones como el 'impuesto de a muerte', y se viralizó

A todo esto, la élite ha ido modelando el capital simbólico a su interés. En EEUU, por ejemplo, a fin de combatir el impuesto de sucesiones –que afecta al 1% de los contribuyentes, los ricos–, el consultor de los republicanos Frank Luntz rebautizó la tasa como el 'impuesto sobre la muerte' (recomendó incluso organizar ruedas de prensa en los tanatorios).

Macarena Olona, candidata de Vox a la Junta de Andalucía

Su idea fuerza es criminalizar a los inmigrantes. El portal estadístico del Ministerio de Interior señala que en Andalucía, de un total de 314.894 infracciones penales en 2021, 16.798 investigados y detenidos fueron de origen extranjero.

¿Cuela? Sí. "Las ideas deben repetirse una y otra vez, hasta que ocupen un lugar en nuestras sinapsis", explica el lingüista estadounidense George Lakoff, autor de 'No pienses en un elefante' (Atalaya). En EEUU llevan más de cuatro décadas y 2.000 millones de dólares invertidos en una cuarentena de laboratorios de ideas ('think tanks') de ventaja. En general, la derecha invierte cuatro veces más en investigación que la izquierda, y tiene cuatro veces más cuota en los medios de comunicación. Y Europa va a la saga.

Adopte un ‘marco’ y todo encaja

Lakoff se preguntó en otoño de 1994 qué tenían en común las opiniones de los conservadores con respecto al aborto, al sistema tributario o la política exterior. Y se dio cuenta de que la ideología se organiza en torno a dos metáforas familiares ('marcos'): la del 'padre estricto' y la del 'progenitor protector'.

"Las ideas deben repetirse una y otra vez, hasta que ocupen un lugar en nuestras sinapsis", recalca el lingüista George Lakoff

El 'padre estricto' es el amo del hogar, domina a la madre y disciplina a los hijos. Cree en la autoridad jerárquica, el capitalismo de libre mercado y el poder militar. El 'progenitor protector', por su parte, asume la igualdad en la crianza, la protección de los hijos y la empatía hacia los demás. Una vez se acepta el marco, dice Lakoff, todo se convierte en 'sentido común'. "Al final se trata de con qué gafas ves el mundo", resume Berna León, del 'think tank' español Future Policy Lab.

"Todas las versiones de la ideología de derechas son versiones de la moral del 'padre estricto'", argumenta Lakoff. Defienden, sin pudor, que los pobres lo son porque carecen de la disciplina necesaria, que gastar en programas sociales es inmoral porque recompensan al vago pero apoyar al empresariado es necesario; o que las ideas progresistas son una amenaza para al tejido social. ¿Les suena?

Y en un golpe de ingenio siglo XXI, en medio de una desregulación del mercado cognitivo, los laboratorios de la derecha proponen presentar sus ideas "como populares" y las de izquierda "como elitistas", y hasta fagocitan categorías progresistas como el 'compromiso con la sostenibilidad', aún siendo responsables de lo contrario. Gasolina para que los centristas y parte de la izquierda viren el barco a estribor.

Bucles neoliberales

Pero la ofensiva conservadora de hoy no ha aparecido como una seta. Bernat Riutort, profesor de Filosofía Moral en la Universitat de les Illes Balears y autor de 'Bucles neoliberales y conservadores' (Icària Editorial), subraya que se viene cocinando desde los años 70, cuando la élite ya estaba hasta el moño del Estado de bienestar pactado tras la Segunda Guerra Mundial.

"El neoliberalismo plantea el individualismo como si fuera una orientación natural a la competencia", señala Bernat Riutort

Desde la Escuela de Chicago, se alentaron las dictaduras de Chile y Argentina. "La maquinaria neoliberal no podía funcionar sin antes desmontar parte de los valores socialdemócratas que eran hegemónicos", señala el teórico.

El 'establishment' fue pasando –y pasa– de las universidades de élite a la Administración, y de ahí a los consejos de administración y a instituciones globales como la UE, el MIT o el FMI, marcando el paso económico. En dosis homeopáticas, "plantearon el individualismo como si fuera una naturaleza humana orientada a la competencia", dice Riutort. Regresaba el marco del 'padre estricto'. La primera oleada llegó con Margaret Thatcher (Reino Unido), Ronald Reagan (EEUU) y Helmut Kohl (Alemania). Y la segunda, con Bill Clinton, Tony Blair y Gerhard Schröder. Las universidades adoptaron criterios empresariales y coronaron a la meritocracia, y los conglomerados mediáticos se cuidaron de zarandear a quienes no debían.

Carlos Mazón, presidente del PP de la Comunidad Valenciana

El 'impuesto de la muerte' fue el nombre que le dio el consultor republicano Frank Luntz al impuesto de sucesiones, que perjudica al 1% de los contribuyentes (los más ricos). Es replicado por la derecha global.

En 2008 se rompieron las costuras, y «se puso en marcha el proceso de socializar las pérdidas y reforzar al capital». Los movimientos emancipatorios como Occupy Wall Street, el 15-M o Syriza se agotaron en su oposición, y los más recientes, como Black Lives Matter o el feminismo, resisten toda clase de embestidas. El problema, dice Riutort, es que "los bucles neoliberales suturan la posibilidad de cambio, pero no consiguen eliminar las crisis económica, geoestratégica y ecológica". Al continuar larvadas, se redobla la necesidad de demonización, de buscar culpables.

¿Hay un antídoto para todo esto? "Leer", propone el sociólogo Joan Navarro. "Trabajar la reflexividad desde la educación infantil", urge el neurobiólogo David Bueno. Enseñar a comparar, contrastar, cuestionar el 'sentido común' heredado. Muscular desde el primer balbuceo la corteza cingulada, implicada en la detección del error, la empatía y la regulación de las emociones. Y dar menos rienda a la amígdala, necesaria desde luego, pero orientada a responder al miedo y la ira.

Vladímir Putin, presidente de Rusia

El inquilino del Kremlin ha empleado el imaginario de la Segunda Guerra Mundial y ha logrado que un 60% de los rusos estén conformes con la invasión a Ucrania, según el Levada Center.

Para finalizar, puedes experimentar cómo se difunden las opiniones y los efectos de la desinformación en este divertido juego interactivo de Nick Case que ha servido como fuente de información para la elaboración de este reportaje.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Por Núria Navarro
Diseño e infografías: Andrea Hermida-Carro y Ricard Gràcia
Coordinación: Rafa Julve