Pilar
Domingo-
Calap

una viróloga contra las bacterias resistentes a los antibióticos

Textos: Michele Catanzaro
Infografías: Andrea Zúniga
Ilustración: Leonard Beard

Cuando la abuela de Pilar Domingo-Calap murió, en 2011, por culpa de una bacteria hospitalaria intratable, esta investigadora no sabía cómo de común era el caso.

No fue hasta 2013 cuando lo descubrió. Ese año, Domingo-Calap fue a trabajar en el Hospital Civil de Estrasburgo. "Sabía que había bacterias resistentes a los antibióticos, pero al trabajar con médicos me di cuenta de la magnitud del problema", recuerda.

La resistencia de las bacterias a los antibióticos causó 5 millones de muertos en 2019, y está en crecimiento exponencial.

La investigadora, que hoy trabaja en el Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I2SysBio) de la Universitat de València, estaba estudiando los virus, no las bacterias. Pero se acordó de unos virus en concreto, los bacteriófagos o fagos, que pueden atacar a las bacterias resistentes.

"Es una estrategia terapéutica descubierta hace un siglo: virus que mataban cultivos bacterianos. Pero estaba abandonada desde que Fleming descubrió la penicilina", explica Domingo-Calap.

Solo la Unión Soviética, que inicialmente tuvo menos acceso a los antibióticos, siguió el intento de desarrollar mezclas de fagos adaptadas para cada infección.

Con el aumento de la resistencia bacteriana, el interés en los fagos ha resurgido. "Los usamos de forma distinta, como medicina personalizada: desarrollamos fagos optimizados con evolución dirigida para las bacterias específicas de cada paciente", explica.

Cómo actúan los fagos

Los antibióticos tienen una desventaja respecto a los fagos. Los primeros son una molécula estable de la que las bacterias acaban haciéndose resistentes. Los segundos evolucionan más rápido que las bacterias. "Además, podemos adaptarlos por adelantado, para dificultar aún más que la bacteria genera resistentes", explica Domingo-Calap. Antes de aplicarlos, su grupo explora en el laboratorio todas las estrategias de adaptación de las bacterias y seleccionan fagos que las contrastan todas.

A finales de 2019, la viróloga recibió un correo de un padre de Mallorca, cuyo hijo tenían una micobacteria intratable, que se da en la mucosidad de los niños con fibrosis quística. “Me fui a Mallorca a buscar fagos. Entonces, pensábamos que los fagos mejor adaptados contra ciertas bacterias podían estar en el entorno del paciente”, explica Domingo-Calap.

 Gracias a esa experiencia, Domingo desarrolló fagos que ayudaron a otros pacientes con fibrosis quística. Actualmente, su grupo tiene abierta una campaña de micromecenazgo llamada "Adopta un fago", para financiar esta investigación.

Fotografía: Francisco Calabuig

Fotografía: Francisco Calabuig

Además de matar bacterias, los fagos se pueden usar para tratar superficies y hacer tiras de diagnóstico, explica la científica. Pero quizás la aplicación más imprevista es para combatir una bacteria que no afecta a los humanos, sinó a los olivos y otros árboles: la temible Xylella, que ya es endémica en Baleares y ha penetrado en Valencia. Domingo-Calap está llevando a cabo el primer tratamiento en campo basado en fagos de esta bacteria.

Pilar Domingo-Calap nació en València en 1984. Su doctorado en Biología iba de un tema abstracto: cómo evolucionan los virus. Fue estudiando esta cuestión de fondo cuando se encontró con los bacteriófagos. "Son virus-modelo que crecen rápido y fácil y no tienen los problemas de seguridad de los virus humanos", explica.

Pero durante su posdoctorado en Estrasburgo, su investigación viró de la teoría a la clínica. Tras regresar a España en 2016, Domingo-Calap se ha dedicado a los usos terapéuticos de los fagos. “Los virus están en el suelo, el aire y el agua. Hay que buscarlos continuamente, en cualquier sitio”, conlcuye.

Pilar Domingo-Calap, investigadora de la Universitat de València, participó en un encuentro en vídeo en los canales de Youtube y Facebook de EL PERIÓDICO. La conversación íntegra se puede ver aquí.

Un reportaje de EL PERIÓDICO