Mauritania

cuando el futuro viaja en cayuco

Muchos de los migrantes llegados a las islas Canarias son niños y parten desde Mauritania. ¿De qué escapan? ¿Cómo es su vida? EL PERIÓDICO viaja al país africano para explicar la situación a través de una serie de reportajes que abordarán los motivos que llevan a jugarse la vida en el mar, la doble condena que sufren las niñas mauritanas violadas, las dificultades para ir a la escuela y el vía crucis que pasan los adultos que no quieren irse.

Capítulo 1

La que sigue es una radiografía de un país convertido en punto neurálgico de la salida de cayucos hacia Las Canarias

Mauritania es el principal país de tránsito para llegar a las Canarias. Nigerianos, malienses, chadianos, senegaleses y gambianos intentan una vida en este estable país antes de embarcarse en el Atlántico.

Un reportaje de
Elisenda Colell | Enviada especial
Con imágenes de
Pablo Blázquez (Save the Children)

El sol cae, la playa es un espejo y el trajín de pescadores entrando y saliendo en la arena es constante. "No tengo otra opción, necesito llegar a España, mi familia me necesita", explica un joven senegalés en el puerto de Nuakchott, la capital de Mauritania. Los cayucos de madera pintados de colores inundan el mar. Son los mismos cayucos en los que, de noche y llenas de temores y esperanzas, miles de personas confían sus vidas y sueños en alta mar para llegar a Europa.

"Dame tu teléfono y si llego vivo te llamo", comenta el chico, cuyo vello bajo la nariz revela que no tiene más de 18 años. Como él, 23.023 personas en 2020, y 16.827 en lo que llevamos de año, han llegado a Canarias por alta mar. Según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 1.774 han muerto en el mar. De estos, 72 eran niños.

El mar no entiende de edades y también es inclemente con los niños que tratan de llegar a Canarias en barcazas

Mauritania es, a todos los efectos, la última etapa de la larga ruta migratoria que emprenden muchos africanos para buscar en España las nuevas vidas que la guerra, el hambre, y el cambio climático les arrebataron. Una ruta que empieza en Senegal, Malí, Chad, Sudán o Costa de Marfil. Si no logran oportunidades en Nuakchot o Nuadibú, las dos ciudades más importantes del país, muchos huyen por las costas. Es el país del último adiós en África.

También es el país de las deportaciones. La Guardia Civil española trabaja estrechamente con la policía mauritana para interceptar las pateras en alta mar y, antes de que lleguen a suelo español, los retienen en un centro para luego devolverlos a sus países.

"Estoy harto de ver muertos en el mar, hace un par de días nos topamos con una patera de 86 personas, había niños, había mujeres... Este año ya hemos devuelto más de 500 personas, nunca habíamos visto tanta gente", explica un agente de policía portuaria en Nuadibú.

Esta ciudad es la capital económica del país pero se ha convertido en la vía de escape de muchos. Está al norte y en una península rodeada de mar. Por eso es el trampolín hacia un más allá que nunca se sabe cuál será.

Según la ONU, Mauritania es uno de los 44 países que forman parte del grupo del 'mundo menos desarrollado'.

El país está rodeado de países subdesarrollados pero no gozan de su seguridad ni estabilidad.

Al norte hay 250 kilómetros cuadrados de desierto donde El Sáhara Occidental vive una disputa eterna entre Marruecos y el Frente Polisario desde la descolonización española.

Al este sus fronteras le separan de Argelia, pero sobre todo de Malí. En este país la falta de lluvias, el hambre y los enfrentamientos con el gobierno estallaron un conflicto del que se aprovecharon las fuerzas islamistas des de hace ya diez años. Son miles los refugiados que viven en Mauritania, en un campamento en medio del desierto.

Son las mismas causas que se replican en el resto del Sahel: Burkina, Níger, Chad o Sudán. Al sur Al sur limita con Senegal, donde el hambre hace ya décadas que suma a miles huir de su hogar hacia Europa.

El país de los niños:
En Mauritania, la mitad de la población tiene menos de 18 años.

Apenas hay desigualdad en Mauritania, pero porque el 85% de los pequeños "están en situación de vulnerabilidad", aceptan algunas de la autoridades con las que se ha reunido este diario.

Muchos adolescentes confiesan que su futuro está más fuera que dentro del país. "Mi deber es devolver a mis padres todo lo que han hecho por mí, y si no lo consigo aquí lo tendré que ir a buscar a Europa". Lo dice un niño de 14 años que ya empieza a faltar a clase para conseguir dinero en casa. Se llama Habib Rossi.

El país de los esclavos:
Mauritania fue el último país en prohibir la esclavitud.

La tenencia de esclavos en el país quedó prohibida en 1981. En los barrios con mayor renta aún se ven familias de la etnia 'harratine', descendientes de los esclavos, que viven en 'haimas' o chabolas de madera en medio de las calles arenosas y al lado de las viviendas más acomodadas.

Pero la esclavitud informal sigue presente de muchas formas. A través de los reportajes que publicará este diario podrán oír a niños que huyen de su hogar para trabajar en las ciudades, menores que están obligados a pedir limosna en la calle por los 'supuestos' maestros coránicos, los hijos de los inmigrantes malienses o senegaleses que no pueden ir a escuela porque no constan en ningún registro, inmigrantes sin contrato a quienes nadie les paga a final de mes o niñas que viven encerradas en casa y señaladas por todo su vecindario tras ser violadas. Europa sigue siendo un sueño, un alivio para dejar atrás el infierno.


Este reportaje se ha publicado en EL PERIÓDICO el 19 de noviembre de 2021

Textos:
Elisenda Colell
Imágenes:
Pablo Blázquez
Infografía:
Francisco J. Moya y Alex R. Fischer
Coordinación:
Rafa Julve

Agradecimientos: Save the Children