Jóvenes sin papeles siguen la ruta del exilio republicano en Portbou

Textos: Elisenda Colell
Imágenes: David Aparicio
Infografías: Ricard Gràcia

Centenares de jóvenes magrebís indocumentados recorren los antiguos caminos del exilio republicano en Portbou (Alt Empordà) para llegar a Francia. Algunos chicos burlan los controles policiales cruzando el túnel ferroviario, una ruta en la que han muerto arrolladas tres personas.

¡Alto!, gritan cuatro agentes uniformados de la 'gendarmerie' francesa desde el Collado de Belitres, en plena frontera. Acaban de interceptar a Ahmed, Hamza y Biftaur, tres jóvenes migrantes sin papeles, acercándose por la montaña de Portbou (Alt Empordà). Les postran en una reja y les piden una documentación que no tienen. Los chicos, nacidos en Marruecos y Bangladés, se llevan las manos a la cabeza y resoplan. Su delito, no tener permiso de residencia legal en España ni el derecho de cruzar la frontera francesa. 

Como ellos, decenas de jóvenes migrantes indocumentados siguen a diario los mismos pasos de los republicanos que escaparon del franquismo, o de muchos judíos, como Walter Benjamin, que huían del nazismo. Otros lo hacen por el túnel que conecta las estaciones ferroviarias de Portbou y Cervera de la Marenda (Francia) hasta Colliure, en cuyas vías ya han muerto tres personas en menos de un año. La escena, en el collado de Belitres, ocurre delante del memorial dedicado al exilio republicano, donde un poema de John Donne recuerda que la muerte de un solo hombre concierne a toda la humanidad. 

Ahmed, Hamza y Biftaur son frenados por la policía en el collado de Belitres, donde centenares de republicanos huyeron a Francia y muchos judíos escaparon del nazismo

Las vidas de estos tres adolescentes se cruzaron hace un año entre Santa Coloma de Gramenet y Badalona. Biftaur vino de Bangladés hace una década con sus padres. Ahmed salió de Nador con 12 años y llegó a España en patera. Hamza huyó del barrio tangerino de Ben Dibane entrometiéndose bajo el motor de un camión.

Ambos han vivido en centros de menores de la Generalitat hasta que, a los 18 años, la administración los dejó en la calle. "En Francia todo es mucho mejor, hay más trabajo, las cosas nos irán bien", se convence Ahmed desde el andén de la estación internacional de Portbou, después del encontronazo con la 'gendarmerie'. Los dos marroquís han tenido que regresar a Portbou. 

"Nos han dejado en medio de la montaña y a Biftaur lo han llevado a un centro de menores de Perpignan", cuentan enfurruñados. El gobierno francés ha practicado una devolución en caliente: a menos de 30 quilómetros de la frontera pueden devolver a los adultos indocumentados. Ahmed dice que la policía francesa les ha pegado. Hamza no responde. En el pueblo, se reencuentran con argelino que les ofrecía ayuda para burlar la frontera y un empleo en Tolouse. Ahmed sabe que no es trigo limpio. Les pide 250 euros, para pasarlos a Francia en coche por el otro punto fronterizo de La Jonquera.

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Un camino escarpado y pedregoso conecta Portbou (España) con Cervera de la Marenda (Francia), con vistas espectaculares de la Costa Brava.

Es la ruta que tratan de recorrer jóvenes migrantes sin papeles para evitar los controles fronterizos.

La presencia policial impide que algunos jóvenes no logren su objetivo de pasar desapercibidos. Los gendarmes franceses devuelven a algunos a España.

Otros tratan de cruzar a través del túnel ferroviario, un acceso mucho más arriesgado.

Otra ruta migratoria, más larga y menos transitada, conecta l'Espolla (Alt Empordà) con Banyuls de la Merenda (Francia).

Tras llegar a Francia, algunos chicos optan por ir hasta Perpinyà en autobús, otros andan por las vías del tren toda la noche.

Si consiguen llegar más allá de 30 kilómetros de la frontera los gendarmes franceses ya no los pueden devolver a España.

Hace año y medio que los vecinos de Portbou ven, a diario, estas escenas. Con la pandemia, la gendarmerie ha recuperado los controles fronterizos entre Portbou y Cervera de la Marenda, casi en desuso des de la supresión de fronteras entre países de la UE en 1993. "La 'gendarmerie' devuelve a los chicos y se quedan atrapados en un pueblo de menos de mil habitantes", lamenta el concejal de seguridad ciudadana, y trabajador de la estación del tren, Sebas Peix. Es habitual ver a chicos magrebís deambulando sin rumbo por el pueblo, y durmiendo por las calles.

Algunos vecinos denuncian entradas en domicilios y robos en casas de veraneantes o deshabitadas. Montserrat, por ejemplo, se encontró un chico estirado en el sofá en casa de su madre. El alcalde, Xavi Barranco, le quita hierro al asunto. "Los datos de los Mossos dicen que los delitos han bajado. La mayoría, cometidos por españoles y relacionados con la violencia machista. Otra cosa es el miedo al diferente", zanja.

Algunos jóvenes entran en casas deshabitadas, especialmente en los meses de invierno

Otros tres jóvenes que tratan de cruzar a Francia por el collado de Belitres.

Otros tres jóvenes que tratan de cruzar a Francia por el collado de Belitres.

La madrugada del 21 de junio siete personas dormían en cartones frente a la la estación.

"Quiero ir a Holanda, Suiza o Alemania", explica Jamal, un joven bereber que llegó a España bajo el motor de un camión. Ha trabajado en la huerta almeriense sin contrato y malviviendo en chabolas. Lleva un año en la calle de Barcelona. "Francia tampoco es tan buena eh, es muy racista...", cuenta Hadid Rayan, un argelino de 22 años que apareció en la playa de Portbou la medianoche anterior con las piernas llenas de rasguños por las zarzas de estos montes de la Albera. "Estuve caminando desde las seis de la tarde", cuenta. Hizo el camino a la inversa, quiere llegar a Lleida, donde viven algunos de sus hermanos

Hadid Rayan y Hamal

Hadid Rayan
22 años

"Francia no es tan bonita como te piensas, hay mucho racismo. Yo vengo a pie desde Perpinyà; hace cinco días que no como"

Hadid nació en Argelia. En 2019 llegó a Benidorm en patera. Ha vivido en Albacete, Lleida, Marsella, Niza, Montpelier, y ahora quiere regresar a Lleida o Barcelona.

Jamal
24 años

"No quiero seguir en Barcelona, allí vivo en la calle: Europa es mejor para encontrar trabajo"

Nació en un pueblo de la cordillera del Atlas (Marruecos). En 2018 se metió debajo del motor de un camión del puerto de Nador hasta Almería. Vive en la calle de Barcelona. Llegó a Portbou en tren. Quiere ir a Francia para cruzar hasta Holanda, Suiza o Alemania.

La estación internacional es el punto de encuentro porque es dónde la Policía Nacional expulsa a los chicos indocumentados, que llegan en tren. Les toman las huellas dactilares y comprueban si tienen antecedentes u órdenes de detención. Si no es así, los sueltan en un andén. Pueden quedarse en España aunque de forma irregular.

Allí están Oussama y Mohamed. El primero llegó en patera hace diez meses desde Argelia por la costa Balear. "Mi madre y mi hermana están en Tolouse", dice. El segundo salió de Casablanca (Marruecos) en febrero y llegó con una patera a las Canarias. Presenció como 14 amigos naufragaban en el atlántico. "Seguro que en Francia hay trabajo", dice esperanzado. 

Agentes del Cuerpo Nacional de Policía vigilan la estación de tren de Portbou.

Agentes del Cuerpo Nacional de Policía vigilan la estación de tren de Portbou.

Los jóvenes llegan a Portbou en tren, pero allí la Policía les hace bajar del comboy para identificarles

Mohamed y Ousama

Mohamed
20 años

"Solo busco una oportunidad. Mi sueño es montar un restaurante en Francia y poder ayudar a mi familia en Marruecos"

Nacido en Casablanca (Marruecos). Llegó en patera a Las Palmas de Gran Canaria en febrero de 2022. Después fue hasta Barcelona y de allí a Portbou en tren. Quiere ir a Perpinyà (ahora mismo está en Niza)

Ousama
19 años

"Mi madre y mi hermana
viven en Francia, quiero reencontrarme con ellas"

Nacido en Argelia. Hace diez meses monta en una patera hasta Mallorca. De allí toma un ferry a Barcelona y tren hasta Portbou. Quiere ir a Tolouse (ha llegado)

"No quiero cruzar a pie por el túnel del tren", insiste asustado Ousama. Bilal, un amigo suyo, argelino de 22 años, murió el pasado verano arrollado por un tren de mercancías. "Entró de madrugada y no lo vimos: se equivocó de túnel, pasó un tren a hacer maniobras y lo mató", confirman empleados ferroviarios que recogieron el cadáver hecho añicos.

Dos chicos también fallecieron al cruzar las vías del tren en Banyuls de la Marenda y Colliure (Francia). "Siguen el camino de las vías porque, de noche, no hay controles policiales y así no se pierden" explica David Cerdan, secretario general de personal ferroviario en el sindicato CGT. Cada noche ve entre cinco y diez jóvenes atravesar el túnel de la estación, algunos menores de 13 años. "Yo les saludo, les doy la bienvenida y les pido que no sigan el camino de las vías, que es muy peligroso", dice. Cerdan pide medidas urgentes. "No podemos soportar otro cadáver en las vías... ¡esta represión debe acabar!". 

Tres chicos han sido arrollados por un tren entre las vías de Portbou y Colliure. La estación de Cervera ha colocado unas concertinas para evitar la entrada y salida de los túneles

Vistos los temores de Oussama, él y Mohamed deciden porbar fortuna por el monte calzados en unas chanclas y ayudados por el GPS del móvil. Cuando descubren que no hay control policial en Belitres, su sonrisa se expande de oreja a oreja y aprietan a correr.

Llegan agotados hasta Cervera (Francia), y consiguen meterse en un autobús que les dejará en Perpinyà. Tres días después, Ousama se ha reencontrado con su madre en Tolouse. Mohamed ha seguido hasta Niza. "Por fin lo conseguimos", dice satisfecho, soñando despierto con la vida que él y su familia llevan años planeando.

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Photo by Andrew Pons on Unsplash

Abdelhalim
18 años

"Yo era panadero. Vine a Europa para ayudar a mi familia pero en España no hay trabajo; dicen que en Francia es más fácil"

Nacido en Argelia. El 10 junio de 2022 llega a Ibiza en patera. En ferri va a Barcelona, y de allí sigue en tren hasta Portbou. Quiere ir a Francia (ahora está en Lyon)

En cambio, Abdelhalim sigue atrapado en el andén de Portbou sin saber qué hacer. Es un argelino de 18 años que apenas habla francés. Lleva una gorra y los pocos dientes que le quedan están ennegrecidos. Llegó en patera a Ibiza. "Pensé que podría ir a Francia en tren, pero la policía me ha echado", susurra cabizbajo.

Al final, termina en la puerta de la iglesia. La coordinadora de Cáritas, Maria José Novés, le ofrece una mochila con comida, agua, jabón y ropa de abrigo. "Es lo mínimo que podemos hacer con estos chicos... por humanidad", explica Novés, que ya ha atendido 17 jóvenes en junio. "¡Y son la minoría, la mayoría no sabe que estamos aquí!", dice apenada. El alcalde descarta montar un albergue para estos jóvenes itinerantes. "¿Cómo lo controlas y cómo lo pagas?", justifica Barranco, que necesitaría implicación del consejo comarcal de l'Alt Empordà.

Cáritas recibe el apoyo de sus compañeros franceses: Secours Catholique. "Lo último que quieren los chicos es que les acojamos aquí, necesitan llegar 30 quilómetros adentro de Francia para que no les puedan devolver. Así que optamos por ayudar a Cáritas en Portbou haciendo recolectas de todo tipo", explica André Centene, voluntario de la entidad francesa. Él vive en una casa aislada en Banyuls de la Marenda. Delante de su puerta pasa otro camino de retirada que conecta con Espolla (Alt Empordà). "Ahora ha bajado, pero hace unos meses podía ver 30 chicos cruzando a diario. El prefecto regional francés puso la excusa del terrorismo, del covid... y muliplicó la presión policial: incluso ordenó colocar rocas en la collada de Banyuls para impedir el paso de coches", se queja. 

Algunos vecinos ayudan a los chicos a cruzar la frontera, sus antepasados ya lo hacían con los judíos o los republicanos

"A mi me da vergüenza ver de nuevo este exilio y que mi país les trate así, como si fueran pelotas de ping-pong", exclama Centene. Su padre, ya centenario, ayudaba a los exiliados republicanos que escapaban de Franco, pero también a los judíos que huían del régimen nazi. Ahora es Centene quien da agua, comida o ropa a los migrantes africanos que siguen los mismos pasos.

"En la frontera no sabemos hacer otra cosa, tienen todo el derecho del mundo a buscarse una vida mejor", insiste desde Portbou Antònia Solsona, maestra jubilada e hija de pastores que ayudaron a cruzar a centenares de exiliados. Le preocupan los meses de invierno, cuando la tramuntana y la lluvia deja los chicos a la intemperie. Ella le muestra al desubicado Abdelhalim el camino a seguir hasta Francia. Tres días después, el chico da señales de vida: "Lo he conseguido, ¡estoy en Lyon! Ahora solo me falta un trabajo". 

Antònia Solsona, vecina de Portbou, ayuda a Abdelhalim antes de cruzar la frontera francesa.

Antònia Solsona, vecina de Portbou, ayuda a Abdelhalim antes de cruzar la frontera francesa.

Unos plafones ubicados en los montes que separan España de Francia recuerdan a quienes sufrieron el exilio y las atrocidades del franquismo y el nacismo.

Unos plafones ubicados en los montes que separan España de Francia recuerdan a quienes sufrieron el exilio y las atrocidades del franquismo y el nacismo.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos: Elisenda Colell
Fotografías: David Aparicio
Infografías: Ricard Gràcia
Coordinación: Rafa Julve