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Observatorio Rubin

Ni es una nave alienígena ni se dirige a la Tierra: todo lo que se sabe del 3I/ATLAS, el excepcional cometa interestelar que ha disparado las teorías conspiranoicas

Se estima que su masa supera los 33.000 millones de toneladas, con un núcleo sólido de al menos 5 kilómetros de diámetro

Científicos españoles dan con la clave del cometa 3I/ATLAS: lo identifican como una "cápsula del tiempo primordial"

El telescopio Hubble muestra al cometa interestelar 3I/Atlas

El telescopio Hubble muestra al cometa interestelar 3I/Atlas

Alexandra Costa

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El cometa 3I/ATLAS se ha convertido en el protagonista de uno de los debates más fascinantes del cosmos reciente, un objeto que transita la delgada línea entre el descubrimiento científico y la especulación sobre vida inteligente. Detectado el 1 de julio de 2025, este cuerpo celeste se une a la exclusiva lista de objetos interestelares confirmados que han visitado nuestro vecindario cósmico, siguiendo los pasos de los enigmáticos ‘Oumuamua’ y 2I/Borisov. Sin embargo, 3I/ATLAS no es un visitante más; sus características excepcionales, desde su tamaño colosal hasta su composición química anómala, han capturado la atención de la comunidad científica y del público. La controversia ha escalado gracias a las audaces teorías del astrofísico Avi Loeb, quien no descarta la posibilidad de que estemos ante un artefacto de origen tecnológico, una idea que, aunque minoritaria, ha obligado a los astrónomos a examinar cada dato con una perspectiva renovada.

Un visitante interestelar con características únicas

El descubrimiento de 3I/ATLAS fue una proeza tecnológica liderada por el Observatorio Rubin, ubicado en el desierto de Atacama. Equipado con la cámara digital más grande jamás creada para la astronomía, sus 3,2 gigapíxeles permitieron captar este objeto fugaz en los confines del sistema solar. La confirmación de su naturaleza interestelar requirió una campaña de observación global, con más de 200 observatorios coordinando esfuerzos para trazar su trayectoria y analizar sus propiedades.

Los datos recopilados revelan un objeto sin precedentes. Se estima que su masa supera los 33.000 millones de toneladas, con un núcleo sólido de al menos 5 kilómetros de diámetro. Su velocidad, de unos 210.000 km/h, es coherente con un origen extrasolar, y su órbita hiperbólica confirma que no está gravitacionalmente ligado a nuestro Sol; simplemente está de paso. A estas impresionantes cifras se suma una composición química peculiar: una alta proporción de dióxido de carbono en relación con el agua, una rareza entre los cometas que conocemos. Además, su trayectoria ha sido calificada como un "ajuste extraordinario", ya que lo llevará a un sobrevuelo extraordinariamente cercano a Marte, a solo 2,7 millones de kilómetros. Observaciones recientes han detectado un inusual resplandor verde en su coma, un fenómeno atribuido a la excitación del carbono diatómico (C2) por la radiación solar, lo que ofrece una ventana única para estudiar su composición química mientras misiones como la Mars Reconnaissance Orbiter y Juice se preparan para observarlo de cerca.

Teorías conspiranoicas

Del 3I/ATLAS se ha dicho casi todo. Que es una nave alienígena, que el cometa podría dirigirse hacia la Tierra o provocar cataclismos, que los medios o las agencias espaciales omiten o filtran información o incluso que estaría relacionado con profecías religiosas o simbólicas.

Pero la teoría más asentada llegó con las declaraciones de Avi Loeb. El astrofísico de Harvard ha planteado la hipótesis de que el cometa podría ser un artefacto tecnológico con inteligencia activa. Su argumento más provocador se centra en la sorprendente coincidencia posicional entre la trayectoria del cometa y la misteriosa Señal Wow!, una potente y breve ráfaga de radio de banda estrecha detectada en 1977 que nunca ha sido explicada. Loeb calcula que en agosto de 1977, 3I/ATLAS se encontraba muy cerca de la región del cielo de donde provino la señal, con una diferencia de apenas unos grados. La probabilidad de que esta alineación sea una simple casualidad, según sus cálculos, es extremadamente baja (0,006).

Loeb sostiene que si la señal se originó en el objeto, este habría necesitado una fuente de energía comparable a la de una central nuclear. Además, señala otras anomalías, como una baja aceleración no gravitacional y la presencia de níquel sin hierro, que podrían sugerir aleaciones industriales. A pesar de lo extraordinario de su planteamiento, Loeb es cauto y admite que la explicación más probable es que 3I/ATLAS sea un cometa natural. Sin embargo, insiste en que la ciencia no debe ignorar las anomalías y que analizar estas posibilidades es un ejercicio valioso. Hasta la fecha, ningún radiotelescopio ha podido detectar emisión alguna de radio proveniente del objeto, lo que debilita significativamente la hipótesis tecnológica.

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Consenso científico frente a la especulación

Frente a la audaz teoría de Loeb, la gran mayoría de la comunidad científica mantiene una postura escéptica y basada en la evidencia observable. Expertos como Samantha Lawler, de la Universidad de Regina, afirman que el comportamiento de 3I/ATLAS es perfectamente consistente con el de un cometa natural expulsado de su sistema estelar de origen. Otros, como Chris Lintott de la Universidad de Oxford, han sido más críticos, calificando la hipótesis de Loeb como un "disparate" que desvía la atención del trabajo científico serio. Tom Statler, de la NASA, lo resume de manera contundente: "Parece un cometa. Hace cosas de cometas".

En efecto, 3I/ATLAS exhibe todas las características de un cometa activo: desarrolla una coma (la atmósfera de gas y polvo que rodea al núcleo) y una cola a medida que se acerca al Sol. Su brillo, aunque intenso, puede explicarse por su gran tamaño o por la forma en que su superficie refleja la luz, como aclara Davide Farnocchia de la NASA. Los cálculos orbitales también son claros al descartar cualquier riesgo para la Tierra, pues su punto de máxima aproximación será a unos 270 millones de kilómetros. Más allá del debate sobre su origen, la importancia científica de 3I/ATLAS es innegable. Investigadoras como Susanne Pfalzner sugieren que estos objetos interestelares podrían funcionar como "semillas planetarias", acumulando material a su paso por los sistemas solares y acelerando la formación de planetas gigantes. Así, aunque probablemente no sea una nave alienígena, este viajero cósmico nos ofrece una oportunidad única para entender los procesos de formación planetaria más allá de nuestro propio sistema solar.

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