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Retenido y liberado en Benín

Javier Casado: "Decían que yo era un espía del opositor que quiso dar un golpe de Estado en Benín"

El director de la Fundación +34, entidad que asiste a presos españoles en el extranjero, relata a EL PERIÓDICO su odisea en una cárcel del país africano

La odisea de Javier Casado, el español que fue a Benín a visitar a un preso y acabó encarcelado y acusado de terrorismo

Carlos, en la puerta de la penitenciaría de Porto Novo. Tomar esta foto originó la odisea

Carlos, en la puerta de la penitenciaría de Porto Novo. Tomar esta foto originó la odisea / Cedida

David López Frías

David López Frías

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Javier Casado lleva 12 años visitando cárceles de todo el mundo. Es el director de +34, una fundación que asiste a presos españoles encarcelados en el extranjero. Les lleva medicinas, complementos vitamínicos, kit higiénicos, prensa y ropa. Pero el pasado fin de semana sufrió en sus propias carnes lo que significa "estar al otro lado de la barra", tal y como le explica en exclusiva a EL PERIÓDICO desde Senegal.

Javier y Carlos, un voluntario de la fundación, han viajado estos días a África Occidental para visitar a presos españoles encarcelados en centros penitenciarios de Senegal y Costa de Marfil. "La idea inicial era visitar solamente esos dos países. pero en Benín hay un madrileño de más de 60 años que está preso en una cárcel de Porto Novo, la capital. Es un hombre que, además, perdió dos dedos de los pies durante su detención. No puede ni llevar chanclas. Y su mujer nos pidió que le llevásemos algo de ayuda", cuenta en conversación telefónica desde Dakar.

Así, Javier y Carlos decidieron hacer una primera parada en Benín, un pequeño Estado del oeste francófono del oeste de África. "Allí no hay embajada española, solamente un cónsul honorario. Hicimos las gestiones pertinentes previamente, como siempre, para poder visitar al preso madrileño. Mandamos los emails un mes antes. Pero las cosas funcionan muy lentamente en África... cuando funcionan", relata.

Una confusión

Javier y Carlos y Carlos llegaron a la prisión de Porto Novo el domingo por la mañana "con una bolsa con calzoncillos, zapatillas, artículos de higiene personal, medicinas, el Marca, prensa... lo que solemos llevarle a los presos. Unos 200 euros en artículos para mejorar su estancia en prisión". En el centro penitenciario les dijeron que allí no había ningún español. Hicieron una foto de la fachada y se la enviaron a la esposa del reo, que reside en Madrid. Ella les contestó aclarándoles que se habían equivocado de prisión, que su marido estaba en la de Akrpo-Missérété, a las afueras de la ciudad.

Javier y Carlos tomaron un taxi que les dejó en la puerta de dicha prisión, alejada de la zona urbana. "Una cárcel en mitad de la nada. Íbamos cargados con las bolsas e hicimos lo mismo: tomar una foto de la prisión y mandársela a la esposa, que nos confirmó que ese sí era el centro donde estaba su marido". En ese mismo instante, sobre las 11 de la mañana, empezó la pesadilla.

"Nos metieron en un zulo de 2 x 3 metros con otros 4 presos"

"Se acercó un guardia uniformado hablándonos en francés, "monsieur, monsieur,, no foto", nos decía. Nosotros le intentamos explicar lo que estábamos haciendo, pero no hubo manera. Nos cogió de la mano y nos introdujo dentro de la cárcel. Algo totalmente surrealista", recuerda.

Kalashnikov

A partir de ahí, la odisea. Llegaron más uniformados, les sometieron a interrogatorios que duraron horas dentro de la cárcel de Porto Novo. "Nos tomaron declaración, pero no nos daban copia ni nada. Luego nos trasladaron en una ambulancia a un lugar que decían que era la comisaría de la brigada antiterrorista y contra el crimen cibernético, que es un lugar que está en una zona apartada de Cotonú (la ciudad más poblada y capital de facto de Benín). Pero que parecía un desguace más que una comisaría. Allí nos interrogaron unos tipos que no estaban ni uniformados.".

"Después nos separaron. A Carlos lo llevaron al calabozo de una comisaría de Cotonú. A mí, que creían que era el jefe de una supuesta banda de espías, me metieron en un todoterreno con los cristales tintados, esposado y cubierto con una manta. Y acompañado de un tipo que llevaba un Kalashnikov". Tras su declaración, horas más tarde, los volvieron a reunir en la comisaría a la que habían llevado a Carlos.

"Desde Madrid movieron cielo y tierra para ayudarnos"

"Nos volvimos a ver sobre las 10 de la noche. Cuando nos reencontramos, nos abrazamos de la alegría, llorando. No nos habían dado agua ni comida. Pero yo no tenía ni hambre. Sólo quería que se aclarse aquello. Solamente pensaba en mi familia, que no sabían dónde estaba yo", recuerda.

A punta de Kalashnikov, les hicieron entregar los teléfonos móviles, los ordenadores y todas sus pertenencias. "allí nos tomó declaración el fiscal, que nos decía que estábamos acusados de espionaje. Resulta que en esa cárcel donde hicimos la segunda foto está preso un tipo que quiso derrocar al Gobierno. Yo le decía al fiscal que por favor buscase mi nombre en Google y lo entendería todo. Que mirase nuestras bolsas, que solamente llevábamos ropa para el preso español, pero él sostenía que habíamos hecho fotos porque éramos espías trabajando para el opositor que quiso dar un golpe de estado".

Encerrados en el zulo

Tras más interrogatorios y horas de angustia, los encerraron en el calabozo: "Un zulo de 2 x 3 metros en los que habían encerrado a otros cuatro presos: uno nigeriano, uno de Uganda y dos nacionales. Uno de ellos decía que llevaba allí 9 días metido. Lo pasamos realmente mal. No había servicios, orinaban allí mismo. Otro se puso a vomitar. Nosotros sólo teníamos una botella de agua de litro y medio, que íbamos dosificando para no que no nos diesen ganas de orinar a nosotros también".

Allí pasaron la noche y el día siguiente. "En la fundación tenemos unos protocolos de emergencia. Si no hemos dado señales de vida en un tiempo determinado, ellos acuden a la embajada o al Ministerio de Asuntos Exteriores. Y así lo hicieron, pero como el domingo está todo cerrado, tuvieron que esperar al lunes por la mañana. Desde Madrid movieron cielo y tierra para localizarnos y ayudarnos", explica. Como no hay embajada española en Benín, todo se gestionaba desde Lagos (Nigeria), que es la que se encarga de los asuntos españoles en Benín.

En torno a las cuatro de la tarde del lunes se abrió el cielo, "Iago Losada, subdirector general de asistencia consular, había estado haciendo gestiones desde el lunes por la mañana. Logró contactar con la gente de Lagos. Y sobre las cuatro de la tarde apareció un hombre en prisión, llamado Olivier, que decía que venía de parte del consulado español. Él fue el que consiguió explicar el malentendido y sacarnos de allí por fin", remata Casado.

Por fin libres

Esa misma noche fueron liberados. Fueron más de 24 horas temiendo que los imputasen "por espionaje y terrorismo. Ese delito se paga en Benín con penas de entre 20 años y cadena perpetua. Fue todo surrealista, por un malentendido con una foto. Suerte que desde Exteriores actuaron rápido y consiguieron nuestra liberación". No obstante, hasta el día siguiente no pudieron rcuperar sus pasaportes y largarse por fin de Benín.

Casado admite que pasó miedo: "Más por la familia que por nosotros. Es en lo primero que piensas". Ahora, liberados de la prisiónbeninesa, se encuentran en Dakar (Senegal) para asistir a otros presos españoles. La idea inicial era haber visitado una cárcel en Costa de Marfil, pero esos dos dís locos en Benín hicieron que perdiesen los vuelos y que tuviesen que dirigirse directamente a Senegal. Una odisea que nunca olvidarán y que a punto estuvo de convertir a Javier, la persona que asiste a los presos españoles en el extranjero, en un reo más lejos de nuestras fronteras.

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