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Cultura vasca

Un coro improvisado emociona a la tripulación en un vuelo Bilbao–Barcelona: “Ojalá me pasara”

. Los protagonistas de este momento fueron los miembros del coro Vocalia Taldea

Imagen de archivo de una azafata en un avión.

Imagen de archivo de una azafata en un avión.

Alexandra Costa

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La rutina de un viaje en avión suele ser una mezcla predecible de anticipación y agotamiento. Entre las colas interminables, los controles de seguridad, las esperas en las puertas de embarque y la estrechez de los asientos, la experiencia de volar puede convertirse en un mero trámite que deseamos concluir cuanto antes. Los pasajeros, inmersos en sus propios mundos —un libro, una película en la tablet o el simple deseo de dormir—, rara vez esperan que algo rompa la monotonía del zumbido de las turbinas. Sin embargo, en un vuelo reciente que conectaba Bilbao con Barcelona, la cabina se transformó en un escenario improvisado donde la magia de la música en directo ofreció un regalo inolvidable a todos los presentes.

Este no fue un evento cualquiera. Lo que ocurrió a miles de metros de altura fue una demostración palpable de cómo el arte puede surgir en el lugar más inesperado, convirtiendo un viaje ordinario en una experiencia de conexión humana y emoción compartida. Los protagonistas de este momento fueron los miembros del coro Vocalia Taldea, quienes, de manera completamente espontánea, decidieron compartir su talento con el resto de los pasajeros y la tripulación, alterando para siempre el recuerdo de aquel vuelo.

Un escenario inesperado a 10.000 metros de altura

En la cultura vasca, la tradición coral está profundamente arraigada, siendo considerada un rasgo de identidad colectivo y una forma de expresión comunitaria. El orfeón no es solo música, es un vehículo de cohesión social. No obstante, nadie a bordo de aquel avión podría haber imaginado que se encontraría con una de las formaciones más prestigiosas, Vocalia Taldea, dispuesta a ofrecer un concierto privado en pleno vuelo. Compuesto por cerca de 40 voces provenientes de las tres provincias vascas, Navarra y La Rioja, este grupo decidió romper el silencio monótono de la cabina de la mejor manera que saben: cantando.

De forma súbita pero armoniosa, las voces comenzaron a empastarse, llenando el espacio confinado del avión con una melodía que dejó perplejos a los pasajeros. El asombro inicial dio paso rápidamente a la admiración y la emoción. Las caras de cansancio se transformaron en sonrisas, y los teléfonos móviles, que antes servían de distracción individual, se alzaron para capturar un momento que todos sabían que era único e irrepetible. La tripulación, contagiada por la atmósfera, observaba conmovida, consciente de estar presenciando algo fuera de lo común.

‘Lau Teilatu’: la banda sonora de la emoción colectiva

La elección de la canción no fue casual. El coro interpretó ‘Lau Teilatu’ (‘Cuatro Tejados’), un icónico tema de la banda de rock vasca Itoiz. Más allá de su popularidad, la canción posee un significado que encajó a la perfección con el momento. La letra de ‘Lau Teilatu’ es una oda a la intimidad compartida, a la felicidad efímera y a la serena celebración de los momentos sencillos, de las pequeñas cosas que verdaderamente importan. En ese instante, la cabina del avión se convirtió en ese espacio íntimo bajo cuatro tejados, y la interpretación coral fue la celebración de un instante de belleza pura y fugaz.

La interpretación no solo fue técnicamente impecable, sino que estuvo cargada de una generosidad que trascendió las barreras del idioma. No importaba si los oyentes entendían la letra en euskera; la emoción en las voces del coro era un lenguaje universal. El vuelo mejoró instantáneamente, como si la música hubiera aligerado no solo el ambiente, sino el propio avión, elevando los espíritus de todos a bordo a una nueva altitud emocional.

El eco viral de un gesto inolvidable

Como era de esperar en la era digital, este momento mágico no tardó en traspasar las paredes del avión. Los vídeos grabados por los pasajeros se difundieron rápidamente por las redes sociales, convirtiendo la actuación en un fenómeno viral. La reacción fue abrumadoramente positiva. Comentarios como "Ojalá me pasara esto en un vuelo", "Qué privilegio" o "Qué maravilla" inundaron las publicaciones, reflejando un anhelo colectivo por vivir experiencias auténticas y sorprendentes.

Más allá del simple aplauso, muchos usuarios destacaron el valor del gesto en sí mismo. "Qué bonita la construcción artística en colectivo, las caras de alegría de las que cantaban y de las pasajeras", comentaba una usuaria, resumiendo el sentir general. Este coro improvisado no solo ofreció una "entrada gratis" a un concierto de altísimo nivel, como bromeaba la periodista María José Navarro, sino que regaló algo mucho más valioso: un recordatorio de que la belleza y la alegría compartida pueden surgir en cualquier momento, transformando lo mundano en extraordinario y dejando una huella imborrable en la memoria de quienes tuvieron la suerte de vivirlo.