Estruendo celestial
Espectacular y estruendosa caída de un satélite chino en Canarias: así se ha vivido | Vídeo
En su reentrada descontrolada a la atmósfera terrestre, este objeto artificial se convirtió en un imponente bólido

satelites chinos / Handout/Guangming Daily.
La madrugada del pasado 16 de octubre, la habitual calma nocturna del archipiélago canario fue violentamente interrumpida por un fenómeno tan espectacular como sobrecogedor. Lo que muchos testigos describieron como una bola de fuego seguida de una cadena de explosiones no era un meteorito, sino el final de la vida útil del satélite chino XYJ-7. En su reentrada descontrolada a la atmósfera terrestre, este objeto artificial se convirtió en un imponente bólido que no solo iluminó el cielo, sino que también generó una potente onda de choque que fue registrada por la red de vigilancia sísmica de las islas, provocando confusión y asombro a partes iguales.
El evento, que tuvo lugar aproximadamente a las 01:57 UTC, fue captado por múltiples cámaras y teléfonos móviles, inundando las redes sociales con imágenes de una estela brillante fragmentándose en el cielo. Más allá del espectáculo visual, el suceso se convirtió en un fascinante caso de estudio para la comunidad científica. La estación de la Agencia Estatal de Meteorología en Izaña (Tenerife) y, de manera crucial, las estaciones sísmicas del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), detectaron el evento, confirmando que el estruendo que despertó a muchos no provenía de la tierra, sino del cielo. La investigación para identificar su origen no tardó en dar sus frutos, revelando la identidad del visitante inesperado.
La identificación del objeto
La clave para descifrar el misterio provino de la colaboración científica. El profesor Josep Trigo, del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE-CSIC) y líder de la Red Española de Investigación de Bólidos y Meteoritos, fue uno de los primeros en confirmar la naturaleza del evento. "Hemos identificado desde @ICE_CSIC esta reentrada de un satélite", explicó a través de sus redes. La confirmación fue posible gracias al cruce de datos. Por un lado, la trayectoria y el momento del avistamiento; por otro, el análisis de las ondas sónicas captadas por nada menos que 13 estaciones sísmicas.
La identificación definitiva del objeto como el satélite XYJ-7, puesto en órbita en 2020, fue corroborada por el investigador aeroespacial Marco Langbroek, de la Universidad Tecnológica de Delft (Países Bajos). Langbroek, en colaboración con el equipo español, señaló que los cálculos de la evolución orbital del satélite predecían con gran precisión su reingreso en la atmósfera justo en esa fecha y sobre esa zona geográfica. Este trabajo coordinado entre investigadores demostró cómo la tecnología actual permite rastrear y confirmar la caída de chatarra espacial, diferenciándola de fenómenos naturales y proporcionando respuestas certeras a un suceso que, de otro modo, podría haber quedado en el terreno de la especulación.
Más que una estrella fugaz
El Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) ofreció una detallada explicación sobre por qué el evento fue tan estruendoso. A diferencia de las "estrellas fugaces", que son minúsculas partículas cósmicas que se vaporizan sin más, un bólido es un objeto de mayor tamaño que libera una cantidad de energía colosal al desintegrarse. Al entrar en la atmósfera a velocidades de decenas de kilómetros por segundo, la fricción y la compresión del aire provocan una violenta fragmentación, generando no solo una intensa luminosidad, sino también una poderosa onda de choque.
Esta onda de choque es la responsable del sonido explosivo y de la vibración del suelo, similar a un pequeño temblor. Lo más interesante del registro sísmico fue que no se detectó una única señal, sino una sucesión de decenas de ellas. Cada una de estas señales correspondía a la explosión de uno de los múltiples fragmentos en los que el satélite se descompuso durante su caída. Por lo tanto, lo que sintieron los habitantes de las islas no fue un único impacto, sino una cadena de "microterremotos" aéreos provocados por la desintegración del objeto. La atmósfera terrestre actuó como un escudo, pero la energía liberada en el proceso fue lo suficientemente potente como para hacerse notar en la superficie.
Chatarra espacial
Si bien el espectáculo en Canarias fue mayormente inofensivo, este evento subraya una realidad creciente y preocupante: el problema de la chatarra espacial. La Tierra está rodeada de miles de toneladas de escombros orbitales, desde satélites fuera de servicio hasta restos de cohetes. Involcan recordó que, aunque la mayoría de estos objetos se desintegran sin causar problemas, el riesgo potencial no es nulo. Eventos de mayor magnitud pueden tener consecuencias tangibles.
El ejemplo más citado es el del bólido de Cheliábinsk (Rusia) en 2013, un asteroide de unos 20 metros cuya onda de choque reventó ventanas y causó daños en edificios, hiriendo a más de mil personas. Aunque el satélite XYJ-7 era mucho más pequeño, su caída sirve como un recordatorio de que la gestión de los escombros orbitales es fundamental para garantizar la seguridad a largo plazo. La caída de este satélite chino sobre Canarias ha sido, en definitiva, un impresionante recordatorio de la compleja y a veces caótica interacción entre la tecnología humana y las fuerzas de la naturaleza.
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