En toda España
Emprendedores extranjeros renuevan comercios tradicionales: "Cuando quieres hacer lo que amas, tienes que tener tu propio negocio"
Pablo, Carlos, Daniela y Magdy son cuatro ejemplos de inmigrantes que se han puesto al frente de pequeñas empresas regentadas por españoles que se han jubilado
Los inmigrantes toman el relevo en el sector agrario

Pablo Matinero, de origen argentino, y su cuñada han asumido la titularidad de una lencería en El Prat de Llobregat / Zowy Voeten / EPC

El envejecimiento y la caída de la natalidad están provocando que, por cada tres personas que se jubilan, solo entre una al mercado laboral. Este fenómeno hace que muchos empresarios cercanos a la edad del retiro no encuentren, como sucedía en el pasado, un relevo natural en su familia o entorno. Tienen menos hijos y estos, con sus propias carreras, a veces rechazan ocuparse del negocio familiar. En este escenario, se está produciendo un boom de relevos entre españoles que se jubilan e inmigrantes más jóvenes que toman las riendas, sobre todo en el sector del comercio y la agricultura. Pablo, Carlos, Daniela y Magdy son un ejemplo de emprendedores extranjeros que se han hecho cargo de negocios en Catalunya, Aragón y Madrid. Han contado sus experiencias a EL PERIÓDICO:
Pablo, argentino: "Me gustan los cambios y el riesgo y por eso asumí el traspaso de la lencería"

Pablo Matinero, de origen argentino, en la lencería Nit i Dia / Zowy Voeten / EPC
Pablo Matinero (43 años), junto a su cuñada, Vanessa Macarro (48 años), tomaron el relevo de la lencería Nit i Dia, situada en el centro de El Prat de Llobregat, el año pasado. Pablo es argentino, llegó a España en 2004 y en los últimos 16 años ha trabajado en unos almacenes, pero la empresa cerró y con el finiquito tenía claro que quería hacer algún tipo de "inversión". "Me gustan los cambios y el riesgo", explica.
Al mismo tiempo, Vanessa, que trabajaba como mayorista de ropa interior, se enteró que una de sus clientas, la anterior propietaria de la lencería, Inés Salayet, quería jubilarse y traspasaba la tienda. Una de sus hijas se planteó quedarse con el negocio, pero justo consiguió un trabajo y, por eso, Inés buscó nuevo propietario entre sus conocidos. "La gente de mi edad ha estudiado una carrera o FP y se ha perdido un poco el interés por los negocios", interpreta Vanessa sobre los españoles de su generación.
En cambio, ella, después de 30 años "trabajando para terceros", tenía ilusión por tener su propio comercio. Por eso, cuando ambos supieron que Inés se jubilaba, después de darle "algunas vueltas", se lanzaron a asumir el relevo en la lencería Nit i Dia.
"El trato con la gente es personalizado, es una experiencia muy bonita"
Como Pablo tenía ahorrado el dinero del finiquito, no han tenido que pedir ningún préstamo para pagar el traspaso, pero sí han recibido una ayuda de 4.000 euros del Ayuntamiento del Prat, a través del Centro Local de Ayuda a Empresas de la Red Emprende, un servicio de la Generalitat destinado a facilitar los traspasos de negocios. Asimismo, recibieron formación, en concreto sobre comercio electrónico.
De hecho, la lencería "sigue igual" que con la anterior propietaria, porque Vanessa y Pablo opinan que "si algo funciona, para qué vas a tocarlo". Aunque pretenden completar las ventas en la tienda con comercio a través de internet. Explican, además, que el relevo ha ido muy bien y que están "muy contentos" con el tiempo que llevan al frente de la lencería porque siguen con la misma clientela y "el trato con la gente es personalizado". "Es una experiencia muy bonita", concluyen.
Daniela y Magdy, venezolanas: "Emprender nos permite profesionalizar lo que sabemos hacer"

Daniela del Valle y Magdy González, emprendedoras venezolanas que han tomado las riendas de un taller de costura. / EPC
Daniela del Valle y Magdy González son venezolanas y han llegado a España en la última década, buscando nuevas oportunidades. Daniela es diseñadora de moda y Magdy es diseñadora gráfica, con experiencia en sus áreas. En España, en el último año ambas han trabajado en una empresa de Madrid especializada en la confección de prendas técnicas y deportivas, fundamentalmente trajes de electroestimulación fabricados con neopreno, que se utilizan en rehabilitación y ámbitos deportivos.
La dueña del taller, Mar Pascual, les comunicó su deseo de jubilarse y entonces ellas le ofrecieron la posibilidad de ser las futuras dueñas. En un inicio, a ambas "les dio un poco de miedo" afrontar el riesgo pero, como tenían ahorros, decidieron dar un paso al frente. "Tuvimos dudas, pero eso nos detuvo", indica Magdy.
En el proceso han contado con el asesoramiento de Proyecto Impulsa, un servicio de Cruz Roja que ayuda a emprendedores a realizar los trámites necesarios para montar una empresa y a conseguir los recursos financieros. En el caso de ambas venezolanas, obtuvieron un préstamo de MicroBank, que les permitió liquidar las cuotas del traspaso e invertir en materiales, sin interrumpir la actividad.
Daniela y Magdy han continuado con el legado pero también han dado una nueva vida al taller, que han rebautizado como ‘InnovaCosturas’
Porque Daniela y Magdy han continuado con el legado pero también han dado una nueva vida al taller, que han rebautizado como ‘InnovaCosturas’. Por ejemplo, han cambiado el local por uno más grande, han ampliado el número de máquinas y han reestructurado procesos de confección para optimizar los tiempos de trabajo. Para ello, han contado con el asesoramiento de un voluntario de Proyecto Imulsa, José Antonio Corros, que les ha orientado a la hora de renovar el modelo de negocio y realizar la planificación financiera.
Y el resultado está siendo "positivo", dado que han mantenido y ampliado la cartera de clientes que tenía la antigua propietaria, lo que se ha traducido en más pedidos, hasta el punto de que ampliar su equipo. "Emprender nos está permitiendo construir un espacio propio, profesionalizar lo que sabemos hacer y disponer de tiempo libre", resume Daniela.
Carlos Rojas, colombiano: "Tener mi propia tienda de café supone cumplir un sueño"

Carlos Walter Rojas, propietario de la tienda '1000 Aromas Café' en Zaragoza. / Laura Trives
Carlos Walter Rojas es colombiano y un gran amante del café, lo que le está ayudando a la hora de regentar la tienda ‘1000 aromas Café’, situada en el casco histórico de Zaragoza. Carlos recibió formación sobre el cultivo de café, control de calidad y cata en Colombia y llegó a España el año pasado con la idea de abrir un local y desde allí exportar el producto al resto de Europa. Pero viviendo en Zaragoza se enteró que traspasaban una tienda de café, infusiones y miel cerca de la Basílica del Pilar, fue a visitarla y se "enamoró" del negocio.
Además, la persona que traspasaba el comercio, Pablo Marín, ha estudiado cine en Cuba, al igual que Carlos, en la misma escuela, lo que le hizo pensar que "el destino" les había unido. Carlos quería dejar atrás el cine y Pablo retomarlo. El segundo se había hecho cargo del negocio de su familia cuando se jubiló su madre, pero quería retomar su carrera cinematográfica y, por eso, decidió traspasar la tienda. Por el contrario, para Carlos tener su propio negocio de café supone "cumplir su sueño". "Cuando uno quiere hacer lo que verdaderamente ama, tiene que emprender", afirma.
Carlos Rojas ha renovado el negocio con más tipos de café e infusiones, buscando un "nuevo target" y "público joven"
En el proceso, Carlos ha obtenido apoyo externo, de la Unión de Trabajadores Autónomos de Zaragoza, que "se enamoraron de su proyecto" y le ayudaron en las gestiones y a conseguir subvenciones y un préstamo. Y el resultado ha sido "excelente". El colombiano lleva al frente de la tienda apenas tres meses pero ha tenido unas ventas por encima de lo que esperaba. Se siente "feliz" y cree que "está en su sitio".
Tiene, además, muchos proyectos en mente. Ha renovado el negocio con más tipos de café e infusiones, buscando un "nuevo target" y el "público joven". Pretende que la tienda ofrezca una "experiencia inmersiva", para lo cual él va vestido de barista -profesional del café- y ha puesto, de banda sonora, la música que se escucha en las fincas cafeteras. Y sueña con abrir franquicias y expandirse en un plazo corto, de apenas cinco años.
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