Gesión del duelo
Más del 40% de las personas mayores en proceso de duelo sufren soledad significativa, y un 15-20% soledad crónica
“Hay un aumento significativo de los casos de ‘duelo crónico’, es decir, cuando, tras más de 12 meses, la persona continúa manifestando un dolor muy intenso dificultad para aceptar la pérdida, aislamiento…”
“El duelo no se supera… se transforma. Y con el tiempo, el lenguaje también cambia: del dolor desgarrador al recuerdo que reconforta”

Residencia para mayores Ballesol. / Ballesol
La razón principal por la que tanto los adultos mayores como los niños pueden experimentar un duelo más doloroso, o desarrollar conductas poco adaptativas para afrontarlo, radica en sus características cognitivas, emocionales y en la dependencia que mantienen respecto a su entorno para recibir apoyo y comprensión.
El duelo, especialmente en personas mayores, no tiene un 'reloj emocional' exacto. Aunque la duración varía en cada individuo, lo habitual es que el proceso adaptativo se desarrolle entre los 6 y 12 meses tras la pérdida. Aunque como reconoce Reyes López Casas, psicóloga en residencias de ancianos Ballesol,“hay un aumento significativo de los casos de “duelo crónico”, es decir, cuando, tras más de 12 meses, la persona continúa manifestando un dolor muy intenso, dificultad para aceptar la pérdida, aislamiento, sentimientos de vacío y desesperanza que interfieren en su vida diaria”. Estimando que “entre un 10% y un 15% de las personas que atraviesan un duelo pueden verlo prolongado o complicado”, avisa.
Aunque el duelo es una respuesta natural y necesaria ante la pérdida, López Casas percibe que “vivimos en una sociedad que tiende a silenciar el dolor, a acelerar los procesos emocionales y a premiar la aparente “fortaleza” emocional. Esto hace que muchas personas no se permitan sentir, llorar o compartir su sufrimiento… y busquen formas poco saludables de aliviarlo”.
Entre las conductas desadaptativas más frecuentes encontramos:
- El aislamiento: dejar de relacionarse, encerrarse en casa o evitar cualquier contacto social.
- La negación persistente: actuar como si la pérdida no hubiera ocurrido, evitando recuerdos, objetos o lugares.
- El abuso de sustancias: recurrir al alcohol, tranquilizantes u otras drogas para “anestesiar” el dolor emocional.
- La hiperactividad o evasión constante: mantenerse ocupado en exceso como forma de no pensar ni conectar con la emoción.
- El descuido del autocuidado: dejar de comer bien, dormir mal, ignorar la salud física o emocional.
Duelo y soledad
El duelo y la soledad son dos realidades que con frecuencia se entrelazan, especialmente en las personas mayores. “Más del 40% de las personas mayores que atraviesan un proceso de duelo experimentan una soledad significativa, y en torno a un 15-20% desarrollan una soledad crónica tras la pérdida de su ser querido, especialmente si se trata de la pareja”. Llegado a este punto cada vez más personas recurren a una de las residencias para personas mayores como Ballesol. Como psicóloga especialista en acompañamiento del duelo, Reyes López despeja las dudas. “Aunque pueda parecer una etapa de grandes cambios es posible transformarla en una oportunidad de crecimiento y bienestar emocional con los apoyos necesarios”
Entre los factores que potencian el vínculo entre duelo y soledad en personas mayores están:
- Red social reducida: con la edad, el círculo de amistades tiende a disminuir, lo que limita el apoyo emocional disponible.
- Dificultades de movilidad o salud: que impiden a la persona mayor mantener actividades sociales o salir de casa.
- Estigma del dolor: en ocasiones sienten que “ya deberían haberlo superado” y evitan hablar de su sufrimiento, lo que incrementa el aislamiento.
- Duelo no reconocido: cuando el entorno minimiza la pérdida -“ya era mayor”, “era lo natural”-, la persona puede sentirse incomprendida o invisible.
Por eso, recomienda esta profesional, es fundamental crear espacios de escucha y vínculo, fomentar la participación en actividades sociales significativas, y ofrecer acompañamiento emocional profesional cuando sea necesario. Y no olvidar que al final, “el duelo no se supera… se transforma. Y con el tiempo, el lenguaje también cambia: del dolor desgarrador al recuerdo que reconforta”, concluye.
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