Más de 5.500 hectáreas arrasadas
Los agricultores, las otras víctimas del incendio de la Segarra: "Hemos perdido toda la cosecha"
Tras tres años malos por culpa de la sequía, los payeses confiaban en que esta temporada el trigo les reportaría beneficios; pero ha ardido todo
Jordi y Omar, las dos víctimas del incendio de Torrefeta: "Salimos a buscarlos, pero era como estar en el infierno"
En la zona cero del incendio de Torrefeta: "Vi un tractor cosechando que estaba rodeado de humo"

Un ciervo quemado yace en un camino rural de Lleida este 2 de julio de 2025, una imagen desoladora del incendio que ha dejado dos víctimas mortales y miles de evacuados. / ZOWY VOETEN


Elisenda Colell
Elisenda ColellPeriodista
Redactora de desigualdades y exclusión social. Premio 'Montserrat Roig', por mención especial del jurado (2024). Crecí en la redacción de informativos de la Cadena SER en Catalunya. Nací en Viu Comunicació y Cugat.cat.
Llevan toda la noche en vela. De un punto a otro. Pero cuando levantan la cabeza y ven el trigo en el suelo, carbonizado, un trigo que llevaban todo el año esperando a cosechar, se les rompe el alma. "Yo he perdido toda la cosecha, se me han quemado mis 100 hectáreas de trigo", explica Rossend Pons, padre de la única familia que queda en el pueblo de Vilamajor y agricultor afectado por los incendios de Torrefeta y Sanaüja, en la Segarra, que han arrasado más de 5.500 hectáreas. Calcula que ha perdido unos 70.000 euros. "Hemos perdido otro año", asume entre la tristeza y la rabia. Algunos vecinos de los pueblos que han permanecido confinados lamentan que fueron los payeses los que han salvado sus casas del fuego.
Poco después de la una de la mañana, a escasos metros de Guardiola, unos agricultores alertan a los vecinos de que el fuego está reavivando. En pocos minutos llegan varias dotaciones terrestres y aéreas de los bomberos a apagar las llamas, mientras que Pons llena de agua su cisterna para ayudar a que el fuego no se expanda. Desde la cabina del tractor, grita exhausto a los cuerpos de emergencia. "Estamos cansados que se gobierne desde Barcelona, que los políticos no tengan en cuenta el territorio, que no se nos escuche", se queja.

Marc y Jounou, dos agricultores cuyos campos de trigo han quedado arrasados por los incendios de Torrefeta y Sanaüja. / Zowy Voeten
Cuando las llamas se han apagado, camina por los campos que hace unas horas eran dorados y ahora son negros, con las bolas de trigo en el suelo, hechas carbón. "Todos los afectados de este incendio somos los payeses, los agricultores", explica Marc Jounou. Ambos agricultores colaboran con las ADF, las agrupaciones de defensa forestal. "A mí se me han quemado más de 100 hectáreas y las balas de paja de cebada, que además no estaba asegurada", repite Pons. "Veníamos de tres años muy malos por la sequía pero este año parecía que iría bien, la cosecha era muy buena", sigue Jounou. "De normal, no pasas de 30.000 euros con la cosecha. Pero este año, si lo hubiera recogido antes, hubiera ganado 70.000. Ahora nada, el año está totalmente perdido. A ver que nos dá Agroseguro, el precio que les dé la gana", augura Pons.
Rossend Pons ha perdido 100 hectáreas de trigo por las que habría ganado 70.000 euros: "El año está perdido"
Ambos han estado colaborando con bomberos y vecinos hasta altas horas de la madrugada. "Un amigo mío tiene una masía y el fuego les ha pasado por encima. Su madre y su hermana estaban en casa, vieron cómo les llegaban las llamas", explica Jounou. "El problema es que no se cuida el campo. Es que no nos dejan cortar las encinas, que no hay quemas controladas durante el invierno, que es lo que evita malos mayores", insiste Pons. Hace 14 años, explican ambos, esta zona ya vivió un incendio similar. "No hemos aprendido nada", se quejan.
"La sensación es que Jordi y Omar podríamos haber sido cualquiera de nosotros"
A parte de los agricultores, son muchos los vecinos de estos micropueblos de La Segarra y La Noguera que temieron lo peor durante la noche y la madrugada del pasado martes. "Yo tenía el fuego a dos kilómetros de mi casa", cuenta Cristina Marginean, vecina de Palou. Es propietaria de un bar en Guissona, que normalmente está abierto hasta la noche. "Pasadas las cinco, cuando vi el fuego, cerré el bar y me llevé a los niños a casa. Cerramos ventanas y puertas y empezamos a ver que tanto el incendio de Torrefeta como el de Sanaüja se estaban haciendo cada vez más grandes. Tenía mucho miedo y mucha impotencia", sigue Marginean. En casa se quedaron sin luz y ella optó por volver a coger a sus hijos, de 6 y 13 años, y llevarlos de nuevo hacia el bar en Guissona. "Al menos aquí les pude dar de cenar, había luz", cuenta.

Foto: Bombers | Vídeo: Cristina Marginean
Dice que nunca olvidará las llamas y la humareda, sobretodo en el camino de ida y de vuelta. "Veía el fuego, el campo humeando... sentí mucho miedo, mucha impotencia, ¿dónde voy? ¿dónde dejo a los niños? Cogí los papeles más importantes de casa y me fui pitando", recuerda la propietaria del bar Alex. A medianoche regresó a casa, aunque la luz no volvió hasta la madrugada. En el bar, este miércoles no se habla de otra cosa. Sobretodo, de Jordi y Omar, los dos fallecidos. "La sensación es que podríamos haber sido cualquiera de nosotros. Muchos pensábamos que podríamos haber sido ellos", cierra Marginean.
"Nos salvamos gracias a los payeses"
En la residencia Cal Tomeu, en Cabanabona, vieron el fuego y las llamas a menos de 10 metros de donde se encuentran decenas de ancianos. "Pasamos mucho miedo, teníamos las llamas delante, la suerte fue que no llegó a cruzar la carretera", recuerdan hoy las trabajadoras. Se centraron en lograr que la temperatura del geriátrico no bajara, y en mantener la calma de muchos ancianos, preocupados al ver el incendio a tocar. "La gente estaba muy angustiada y nosotas nos centramos en mantener la calma, también de los familiares que llamaban preocupados", siguen las empleadas. "Pasamos mucho miedo, nunca había visto nada así", sigue Montserrat Segura, una residente de 92 años vecina de toda la vida de Guissona. Lo comenta junto a otra vecina del pueblo, que prefiere no revelar su anonimato. "Nos salvamos gracias a los payeses que se pusieron a arar el campo, a tirar aguas en cubos, sin ellos nos quemamos todos vivos, faltaron bomberos", se queja esta vecina de Cabanabona.
También el aparcamiento de esta residencia sirve también como lugar operativo de los Bomberos. Pasadas las siete de la tarde, y cuando varios puntos del incendio reavivan las llamas, los operativos presentes en el terreno dan ordénes e indicaciones a los efectivos, más de 24 horas después de llegar en este fuego. "Es otro más, hemos ganado complejidad. Cada incendio tiene su historia, ya no son todos iguales", responde un mando que está en el territorio afectado. "El resumen es que cada vez tienen más mala leche", resume su conductor. Les preocupa el viento, que sopla con fuerza. Y que se extienda en zona de bosque, lejos de superfície cultivada. "Los campos de trigo nos han salvado, necesitamos más payeses trabajando las tierras", resumen los bombenos en plena tarea de extinción.
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