El problema de la vivienda

Un periplo de dos años para alquilar piso en Roses: "Haría lo que fuera para no tener que vivir con mi hijo en la calle"

El caso de Soraya Giménez pone rostro a la creciente dificultad para acceder a una vivienda a un precio asequible

MAPA | El precio de los alquileres baja en 23 de los 36 municipios del área metropolitana de Barcelona

Soraya Giménez, en el paseo marítimo de Roses (Girona).

Soraya Giménez, en el paseo marítimo de Roses (Girona). / Sònia Fuentes / DdG

Sònia Fuentes

Roses
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Después de casi dos años de búsqueda, Soraya Giménez, vecina de Roses, ha encontrado finalmente un piso de alquiler. Su caso pone rostro a una realidad que afecta a muchas personas en numerosos municipios, sobre todo costeros: la creciente dificultad para acceder a una vivienda estable y asequible, en un contexto marcado por la presión del turismo, la proliferación de pisos de alquiler temporal y la ausencia de oferta pública. Madre soltera, con un hijo con discapacidad, y arraigada al pueblo desde hace dieciséis años, Giménez reivindica el derecho a vivir y trabajar en el lugar que considera su hogar.

Originaria de Soria, lleva 16 años viviendo y trabajando en la localidad. Su caso no es único. Según datos del INE, el 68,1% de las viviendas en Roses están vacías o destinadas a segunda residencia, y hay más de 7.000 pisos desocupados. Esta realidad contrasta con las crecientes dificultades que enfrentan los residentes y trabajadores locales para acceder a un alquiler estable. La proliferación de viviendas turísticas agrava aún más esta situación:

"Estos dos años no me he quedado en la calle, pero lo he pasado muy mal. Quiero hacer las cosas bien, pero parecía que no era suficiente"

Hace dos años supo que debía dejar el piso donde vivía, cuando la propietaria le anunció que quería venderlo por la subida de la hipoteca. "Me asesoré y sabía que el nuevo propietario debía respetar mi contrato. Aún me quedaban años de alquiler por delante, pero cuando pasó un año y no había encontrado nada, me vine abajo. Tenía claro que haría lo que fuera, pero no acabaría viviendo en la calle con mi hijo."

Durante todo ese tiempo permitieron mostrar el piso a posibles compradores. "No quería perjudicar a nadie, tampoco a la propiedad, pero recibir visitas mientras sabes que tienes que irte genera mucha angustia."

"Lo que encontraba eran pisos turísticos, de temporada o alquileres imposibles de pagar: 800 euros al mes. Tener dos perros lo complicaba aún más"

La situación fue frustrante: "Publicaba anuncios cada semana en Facebook, enviaba mensajes por WhatsApp. Incluso llegaban a mis amigos de Soria. Y al final, gracias a mi mejor amiga y a su hermana, encontré un piso. 550 euros, dos habitaciones, antiguo, pero tranquilo, cerca de la Ciudadela. Yo no quiero lujos, quiero tranquilidad y poder seguir viviendo aquí, en Roses."

Ahora están reformando el piso y en julio ya podrá entrar, explica Giménez con una mezcla de entusiasmo e incredulidad después de casi dos años de búsqueda.

"Hay pisos vacíos. Algo habría que hacer. Que el Ayuntamiento de Roses compre, que se haga vivienda social, porque aquí no la hay"

La vecina de Roses denuncia que "la situación de la vivienda es terrible, pero en Roses es dramática. Lo más triste es que la gente que lo sufre somos de aquí, trabajamos aquí, aportamos aquí. El turismo tiene los cámpings y los hoteles, pero la gente del pueblo también tiene que poder vivir aquí." Y añade: "Hay pisos vacíos. Algo habría que hacer. Que el ayuntamiento compre, que se haga vivienda social, porque aquí no la hay. Cuando fui a Servicios Sociales, me preguntaron si tenía familia. Les dije que en Soria, y me preguntaron si había pensado en volver. No quiero irme. Mi hijo está en el Altem, aquí recibe una atención digna. He aprendido catalán, amo este lugar. No tengo que marcharme", reivindica.

Vivir y trabajar en el pueblo donde haces raíces no debería ser un privilegio, sino un derecho, afirma Soraya, que con su testimonio pretende dar visibilidad a una problemática estructural: encontrar piso en Roses se ha convertido en un reto casi insalvable.

"Cuando fui a Servicios Sociales, me preguntaron si tenía familia. Les dije que en Soria, y me preguntaron si había pensado en volver"

Su experiencia da voz a una realidad creciente: "Aquí en Roses casi todo el mundo quiere alquilar solo para el verano, pero si a los del pueblo no nos dejan vivir aquí, ¿quién trabajará para los turistas?"

Después de cerrar el negocio que tenía en Roses hace un año, actualmente trabaja en una pastelería del municipio, y sigue contribuyendo a la economía local "como tantas otras personas que luchan por poder vivir en el lugar que consideran su casa".

Ahora, una vez superada la angustia de haber encontrado un lugar donde vivir, centra sus energías en una nueva meta: ayudar a su hijo a encontrar trabajo, y reclama más oportunidades laborales para personas con discapacidad. "Todo el mundo debería tener la oportunidad de sentirse parte de una comunidad", explica mientras reflexiona sobre qué modelo de pueblo se quiere construir.

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