Ocio nocturno

'Boomers' discriminados en la discoteca: "Es humillante cuando debes rogar para entrar porque te ven viejo"

Un número creciente de personas nacidas en la década de los 70 denuncian que se les ha negado el acceso a locales de ocio por su edad

La generación de 'baby boomers' se jubila con más vida que nunca por delante: "Los 65 años son los nuevos 50"

Pista de baile de una discoteca en Barcelona.

Pista de baile de una discoteca en Barcelona. / ZOWY VOETEN / EPC

Abel Cobos

Abel Cobos

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"¿Ya sabéis a dónde vais?", preguntó el vigilante de seguridad de un conocido club del Poblenou a Cristina y su grupo. Salían de la cena de empresa, una cuadrilla heterogénea “de media de edad elevada”, matiza. Decidieron acabar la noche en una discoteca, pero en la puerta les barraron el paso. Primero apelaron al código de vestimenta: “No se puede entrar con boina ni con gorra”, les dijeron. Se los quitaron, pero desde el club insistían en no dejarlos pasar. “Dijeron que no era nuestro ambiente, que la música no nos encajaba… No nos barraron el paso, pero nos invitaron a no entrar”, recuerda.

Cristina y su grupo entendieron rápidamente lo que sucedía: la discoteca no los quería debido a su edad. “Con lo que yo he sido”, repetían, entre bromas y resignación. Lo mismo le sucedió a Jordi. Celebraron un cumpleaños de 50 años en el Poblenou y, tras acabar a las 3.30 horas, decidieron buscar un club. De nuevo, les prohibieron la entrada en las discotecas de la zona. “La mayoría de la gente era unos 20 o 30 años más joven. Nos miraron de arriba abajo y nos dijeron en dos sitios que estaban llenos, pero en uno de ellos veías claramente que la gente –eso sí, con menos años que nosotros–, pagaba la entraba. De joven no me dejaban entrar en discotecas por llevar bambas, pero ahora que todo el mundo lleva no me dejan entrar por la edad”, apunta, tirando de ironía.

“Primero nos dijeron que no se puede entrar con boina ni con gorra, luego que no era nuestro ambiente: no nos barraron el paso, pero dejaron claro que no querían que entráramos"

— Cristina, 52 años

Discriminación explícita

David, también en su cincuentena, sufrió un episodio similar, aunque, en su caso, la discriminación por edad se verbalizó explícitamente. “No salgo mucho, pero un día fui a un bar-discoteca del Gaixample. Había algo de cola, decidimos esperar y nos dijeron que ese local no era para gente de nuestro tipo, que mejor nos fuéramos al Honey, un bar de osos […], vamos, que nos llamaron viejos y gordos. Ojo: que lo somos, pero no hace falta decirlo de esas maneras”, se queja. 

Los episodios de discriminación en las puertas de discotecas no son algo nuevo. Más allá de la edad, son muy conocidos los casos de negar el acceso a personas racializadas. La oenegé SOS Racisme ha denunciado en numerosas ocasiones que hay clubes que, bajo el pretexto del derecho de admisión, han vetado el acceso a personas racializadas. Ante estos casos, responden, se impone la Ley 15/2022 y el derecho a la igualdad de trato y no discriminación en el acceso a bienes y servicios.

“Mi novia es más joven y nunca tuve problemas para entrar, pero un día llegué tarde y los porteros no me dejaban pasar. Salió mi pareja y tuvimos una larga discusión, fue humillante"

— Pau. 50 años

Esta discriminación también sucede por cuestiones de género. Y, al igual que por la raza, la jurisprudencia demuestra que no se puede negar la entrada por razones de género u orientación sexual: en 2019 se hizo famosa una sentencia de Barcelona que inhabilitaba a un portero y le obligaba a pagar una indemnización por prohibir la entrada a una mujer transexual cuya expresión de género no coincidía con el sexo en su documento de identidad.

"El derecho de admisión no es absoluto"

¿En el caso de la edad? Lo mismo. "Puede considerarse un terreno resbaladizo porque existe el derecho de admisión y, al fin y al cabo, acceder a una discoteca tampoco es un derecho, pero la ley sí prohíbe expresamente discriminar por edad en el acceso a establecimientos públicos, aunque algunas discotecas todavía lo hagan”, explica el abogado Carlos Hurtado. “El derecho de admisión no es absoluto”, y aunque “permite a discotecas, bares o salas de conciertos establecer ciertas condiciones para admitir el acceso a sus locales, estos no prevalecen sobre el derecho a la igualdad cuando se trata de servicios ofrecidos al público en general”, asegura. 

El abogado remite a la jurisprudencia, que ratifica que no se puede discriminar por edad en el acceso a un club. Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía de marzo de 2009, por ejemplo, obligaba a una discoteca a quitar su veto a adultos de cierta edad, ya que “ninguna razón justifica que […] se excluya de un establecimiento abierto al público a un grupo de consumidores por la mera razón de su edad” (excepto, por supuesto, a menores). 

“El derecho de admisión no es absoluto y, aunque permite establecer condiciones, estas no pueden prevalecer sobre el derecho a la igualdad"

— Carlos Hurtado. Abogado

Aunque abundan los testimonios de quienes dicen haber sido vetados en locales de ocio por razones de edad, no hay cifras claras sobre ello –en la Agència Catalana de Consum ni el Departament d'Interior, por ejemplo, no constan quejas– porque, por ejemplo, ninguna de las personas que aparecen en este reportaje elevaron denuncias: todas lo dejaron en una anécdota más o menos incómoda. Y eso que algunas de ellas vivieron el episodio como algo deningrante. Fue el caso de Pau, un hombre de 50 años que siempre sale de fiesta con su pareja, de 30 años. “Solo voy si vamos juntos, y nunca había tenido problemas. Quizá porque iba con los jóvenes”, cuenta. Sin embargo, un día llegó tarde a la fiesta y fue directamente a la entrada. Los porteros se negaban a dejarle pasar. Tuvo que salir su pareja y su grupo de amigos para insistir hasta que, tras una larga discusión, pudo acceder. “Humillante”, resume, “rogar para entrar por ser viejo, encima que ya tenía la entrada pagada por adelantado”. 

Criterios del derecho de admisión

Ante la pregunta de cuál es el criterio para no dejar entrar a gente a un club, hay muchas respuestas. Tres encargados de las relaciones públicas de tres salas del Poble Sec, Poblenou y Eixample de Barcelona apuntan varios criterios, algunos muy generales como “nada de camisetas de fútbol, para evitar peleas” o “gente visiblemente drogada o muy ebria no entra”. Pero también específicos: “en noches ‘queer’ no queremos despedidas de soltera. Pueden ser muy invasivas y se han quejado más de una vez de que tratan a las personas con expresión o identidad de género disidente como si fueran un circo o puro entretenimiento”. 

“Vamos con cuidado con grupos de hombres de 40 para arriba. Hemos tenido problemas. Muchos de ellos van a saco y necesitan más de cinco noes para aceptar el rechazo”, explica la relaciones públicas de una discoteca

De edad, coinciden, no hay un criterio explícito. “La gente ya sabe dónde estará cómodo y dónde se sentirá incómodo, no hace falta echarlos, no vendrán ‘boomers’ a fiestas universitarias”, cuenta una. Sin embargo, advierte otra: “Vamos con cuidado con grupos solo de hombres de 40 para arriba. Hay mucho divorciado, mucho padre que sale por primera vez después de tener hijos, mucho equipo de liga de barrio, mucha noche de canita al aire… Hemos tenido problemas. Van a saco a por las más jóvenes, son insistentes, no entienden que incomodan y necesitan más de cinco noes para aceptar el rechazo”. En esas ocasiones, se expulsa inmediatamente al grupo.

Más allá de estos casos absolutamente razonables, la discriminación por edad es palpable. “Los ‘boomers’ y la generación X queremos vivir”, revindica Mireia, tirando de humor. Aunque reconoce que cada vez hay más opciones de tardeos nostálgicos y otras iniciativas enfocadas para los mayores de 45, no entiende por qué, de vez en cuando, no puede trasnochar. “La cosa irá a más, nuestra generación ha salido mucho –explica–. De hecho, festivales como el Sonar y el Primavera Sound empezaron con nosotros y nunca nos hemos descolgado del todo. Queremos salir y estos tardeos se nos quedan cortos. ¿Que quedamos mal? ¿Que no damos buena imagen? Eso sería edadismo, ¿no?”.