¿Qué pasaría si....?
La Barcelona sin turistas, entre el alivio y la catástrofe: las historias de un bloque de vecinos
En un ejercicio de imaginación, nos acercamos a los inquilinos de un edificio cualquiera para ver cómo cambiarían sus vidas en una ciudad sin visitantes
6 de cada 10 vecinos considera que Barcelona ha llegado al límite para asumir turismo

Fachada de un edificio residencial de Barcelona, el pasado febrero. / Elisenda Pons


Montse Baraza
Montse BarazaPeriodista
'Barcelona ha cerrado las puertas al turismo'. Es la noticia que en un escenario imaginario golpea a los residentes en la capital catalana, aunque no a todos de igual manera. De repente, la ciudad se queda sin 26 millones de visitantes anuales (datos de 2024) y sin los 10.300 millones de euros que estos se dejan, además de que quedan borrados de un plumazo los 163.000 empleos que genera el sector. Un señor golpe.
Durante la pandemia, con el confinamiento y el cierre de fronteras, ya pudimos ver cómo sería una ciudad sin turistas, aunque sabíamos que era algo temporal. Plazas y calles más vacías, y por tanto con más espacio para pasear o jugar, bares y restaurantes menos abarrotados o equipamientos culturales más accesibles.
En este viaje a un futuro hipotético, hacemos zoom sobre un edificio de vecinos, microcosmos representativo del conjunto de barceloneses, para saber cómo nos iría en esta ciudad sin turistas. De entrada, cabría suponer una ciudadanía dividida: por un lado aquellos cuyas vidas son ajenas al turismo, que verían las bondades de esa ciudad menos gentrificada, y por otro, los que sí dependen de ese sector o que, sin depender de él, se benefician de lo que comporta.
Desaparecen buena parte de los vuelos directos entre Barcelona y las principales ciudades del mundo: "Me parece un auténtico atraso"
Entre estos últimos encontramos a María, una joven de 26 años de espíritu viajero que vive con sus padres en el 1º 1ª del bloque. Dedica todo su capital a viajar. Con el 'cerrojazo' ha visto desaparecer muchos de los destinos que conectaban directamente el aeropuerto de Barcelona con el mundo. Los vuelos directos a EEUU ya no existen a excepción del de Nueva York. Para el resto, María tendrá que hacer una molesta escala en capitales europeas. "Me parece un auténtico atraso", resume la joven, que siente que su ciudad y ella misma quedan un poco más aisladas del mundo.
En el 1º 2ª vive Manjit, de origen hindú. Llegó hace años a Barcelona y, aunque empezó en un local reparando móviles, ahora trabaja como taxista. El grueso de su clientela eran turistas, para los que hacía carreras al aeropuerto o rutas varias. Su jefe, que tiene varias licencias, se plantea prescindir de él. Manjit no sabe qué va a ser de su vida. "Quizás me vaya a Madrid o a València", apunta.
Los barceloneses vuelven a disfrutar de espacios como las Ramblas o el Gòtic, en los que había una densidad diaria de 14.200 turistas por km2
Jordi y Marta son una pareja con tres niños pequeños que viven en el 2º 1ª. El fin del turismo les permite dedicar los fines de semana a pasear en familia por lugares que antes evitaban por estar saturados de turistas, como las Ramblas, el Gòtic o el Port olímpic, y visitar tranquilamente espacios como la Sagrada Familia o el parque Güell. "Por fin podemos disfrutar Barcelona", comentan mientras sus hijos juegan a pillar en plena plaza de la Catedral. Atrás quedan los 14.200 turistas por kilómetro cuadrado que transitaban a diario por Ciutat Vella.

Niños jugando en una plaza de Barcelona. / JORDI COTRINA
Como ellos, también está contento Carlos, profesor de 26 años. La desaparición de los pisos turísticos ha permitido aflorar mucha vivienda de alquiler y los precios han bajado. Gracias a ello, Carlos se ha podido independizar e instalar en el 2º 2º de este bloque: un piso luminoso de 80 metros cuadrados por el que paga 800 euros. "Pensé que nunca podría acceder a un piso en Barcelona", dice ahora, aliviado. Tiene además la suerte de que el colegio en el que trabaja está cerca y puede ir y venir en Bicing.
La ciudad con más de 2.000 locales de brunch pierde el grueso de su clientela
En el 3º 1ª, Lourdes, de 26 años, pasa por una depresión. Graduada en Turismo, ha dedicado los últimos años a formarse para despuntar en un sector ahora muerto. La noticia la ha dejado desubicada.
Su vecino del 3º 2º está más o menos como ella. Luis, de 48 años, es camarero. Es lo que ha hecho desde que tenía 16 años y no sabe hacer otra cosa. Ahora, sin empleo, está estudiando para reconvertirse pero lo está pasando mal. La agencia FPCAT le ha ofrecido cursos en varios campos, pero él no lo ve claro. "He sido camarero toda la vida. A estas alturas, ¿dónde voy a ir?", se pregunta, angustiado.
Carlos se ha podido por fin independizar y se ha instalado en una vivienda que antes era un piso turístico
En el 4º 1ª, viven Susana y Javier, bióloga ella y químico él. Ambos en la treintena. No tenían muy claro su futuro en el país pero, desaparecido el turismo, el Gobierno va a destinar más inversión a otros sectores; uno de ellos, la investigación. En el marco de programas de innovación, han conseguido empleo en empresas punteras de la ciudad. "Con el talento que hay en Barcelona y la apuesta por la ciencia, la ciudad va a despuntar en investigación e innovación", auguran. De hecho, el nuevo panorama ha comportado que de destinar el 1,81% del PIB catalán a investigación y desarrollo ahora se haya pasado al 3%, llegando al objetivo marcado por la UE.
En el 5º piso se respira angustia. La de Pedro, un empresario de 44 años que, animado por los gustos gastronómicos de los extranjeros, había creado una red de locales de 'brunch', muy frecuentados por turistas. La ciudad había llegado a tener casi 2.000 establecimientos de este tipo y estaba considerada la tercera mejor del mundo para disfrutar de esta oferta. Sin turistas, Pedro ha tenido que cerrar varios de sus establecimientos y despedir a los trabajadores. Ha conservado un par de restaurantes y está sopesando qué hacer con ellos.
Al otro lado del rellano vive Jaime, hotelero de 58. Tras el varapalo inicial, va a reenfocar el negocio al turismo local. Recuerda que ya lo hizo durante la pandemia, en la que los hoteles funcionaban con clientes locales, incluso de la propia ciudad.
Todos ellos sin distinción han respirado aliviados tras saber que el 2º 2ª, como el resto de 10.000 viviendas de este tipo que había en 2024 en la ciudad, ya no será más un piso turístico. Y han recibido a Carlos, el nuevo vecino, con los brazos abiertos, felices de haberse librado de los grupos de turistas que convertían las noches del bloque en festivales y las escaleras y los rellanos en un ir y venir de ruidosas maletas.
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