Educación en Catalunya
Los arquitectos toman las aulas de más de 100 escuelas de Barcelona para enseñar cómo tener edificios sostenibles
El alumnado de tercero de ESO del instituto Quatre Cantons de Poblenou aprende a mirar de forma crítica los edificios y el uso que hacemos de ellos y descubre cosas como que las algas pueden ser un gran aislante térmico
Niños y niñas lo tienen claro: "El patio tiene que ser para todos, también para quienes necesitan estar tranquilos"

Taller de arquitectura en el instituto Quatre Cantons del Poblenou, en Barcelona. / Jordi Cotrina


Helena López
Helena LópezRedactora
Lo cargado del aire acostumbra a ser una de las cosas que más llaman la atención cuando se entra a un aula de instituto lleno de adolescentes. ¿A qué se debe? Un factor importante, sin duda, son las evadas ratios, en este caso, los alumnos por metro cuadrado. Otro –y ahí entra el papel de Sònia Hernàndez-Montaño hoy y aquí- es un factor que tiene que ver con la arquitectura, con el diseño y el uso que se hace del aula. Así se lo hace ver esta entregada arquitecta al alumnado de tercero de ESO del instituto Quatre Cantons del Poblenou, uno de los 105 centros educativos de la provincia de Barcelona que participan estos días en una de las 365 sesiones del proyecto 'Arquitectura a les Aules’ impulsado por el Col·legi d'Arquitectes de Catalunya (COAC) durante las Semanas de la Arquitectura 2025, que acercará el arte de la construcción a 10.000 alumnos.
Sònia les presenta un aparato para medir la calidad del aire y lo mide. "¿Cuál creéis que es la calidad del aire de esta clase?", pregunta al aula, que, obviamente desconoce la respuesta. Está en 1.495 partículas por millón [la categorización de la calidad del aire interior se basa en las concentraciones de CO2, que se miden en partículas por millón]. Un semáforo proyectado en la pared muestra las medidas recomendables, bastante más bajas. El ambiente de esta aula no es el más cargado que ha visto la arquitecta –el aula tiene un ventanal amplio y abierto, que da a un arbolado patio interior- pero es mejorable. "¿Cómo podríamos hacerlo?", pregunta la tallerista, a lo que una alumna responde rápido que "abriendo la ventana para generar corriente de aire". Lo hacen y, al cabo de algunos minutos vuelven a mirar el aparato. Efectivamente, ha bajado. Bingo. Ahora marca 1.163 partículas por millón.
Uno de los objetivos del taller es despertar la mirada crítica hacia la arquitectura en los chavales. Crítica y curiosa. "Ahora ha mejorado la calidad del aire, pero… ¿qué más ha pasado?", vuelve a lanzar al aula. "Que hay más ruido", responde la misma alumna. "Efectivamente, hemos mejorado la calidad del aire, pero hemos empeorado la acústica", toma de nuevo la palabra la motivada arquitecta, quien tiene en el aula a una inmejorable cómplice: Marta Vélez, la profesora del grupo, es también arquitecta y se nota.
Una motivación que entre ambas contagian a un alumnado que empieza el taller bastante poco participativo –es más de la una del mediodía, faltan pocas semanas para terminar el curso y ya hace calor-, pero que, a medida que van poniendo temas sobre la mesa, va despertando.

La arquitecta Sònia Hernàndez-Montaño en el instituto Quatre Cantons, este martes. / Jordi Cotrina
Sònia dedica parte de la sesión a presentar materiales de construcción sostenibles. "¿Sabéis que es la arquitectura sostenible? Mi hija pequeña me dijo el otro día que es la que hace edificios que se sostienen. ¿Creéis que eso?", bromea la arquitecta para meterse al difícil público adolescente en el bolsillo.
Aislantes de lana o papel de diario
Entre los materiales que les presenta físicamente –ha llenado la mesa de la profesora de muestras- todo tipo de aislantes térmicos hechos con materiales reciclados: de lana a papel de diario. "Rellenando una cámara de aire con lana podemos 'abrigar' al edificio y hacerlo más confortable", apunta la arquitecta antes de plantear otro pregunta: ¿qué otros materiales naturales podríamos usar de aislante térmico?
"¿El pelo?", propone tímida una estudiante desatando el entusiasmo de la tallerista. "¡Claro, el pelo! Es una gran línea de investigación que podría abrirse, crear materiales aislantes a partir de pelo reciclado", responde al grupo animándoles a pensar a lo grande. "No tengáis miedo a sentir que decís una tontería", prosigue antes de darles otros ejemplos, como que en las Baleares no sabían qué hacer con las algas, que se habían reproducido muchísimo por el calentamiento del agua, y que habían empezado a usarlo también como aislante y habían visto que funcionaba.
La primera sesión sirve a la arquitecta también para explicarles algunos de los retos de la arquitectura, como la rehabilitación –en lo que se centrarán ellos para intentar mejorar su centro- o pensar en edificios que puedan ser retirados sin contaminar. Una mirada crítica que Sònia pone en todo lo que dice, como cuando responde a una alumna que quizá el caucho no sea el mejor material posible, ya que si hay que traerlo de un país lejano, por la huella ambiental que eso puede tener.
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