Genealogía

¿Quién era la madre del nuevo Papa, León XIV? Así era Mildred Martínez

Falleció en 1990, legando a su hijo no solo recuerdos, sino una brújula moral y espiritual

¿Quién es el Papa nuevo? Así es Robert Francis Prevost Martínez, elegido nuevo Pontífice León XIV

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Robert Francis Prevost

Robert Francis Prevost / Cecilia Fabiano / LaPresse / LAP

Alexandra Costa

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Detrás de la figura imponente del nuevo papa, León XIV, antes conocido como el agustino Robert Prevost, se encuentra la historia de una vocación cultivada en el calor del hogar, en un ambiente donde la fe y el servicio eran tan cotidianos como el aroma que emanaba de la cocina. En el corazón de esta narrativa familiar se alza Mildred Martínez Prevost, una mujer cuya influencia trascendió los fogones para sembrar las semillas de una vida dedicada a Dios en su hijo. Su vida, un tapiz tejido con hilos de herencia española, fervor religioso y una notable sed de conocimiento, ofrece una ventana fascinante a los cimientos que moldearon al futuro Pontífice.

Una fe forjada entre sabores y libros

Nacida en 1911, Mildred Martínez creció en Dolton, un suburbio de Illinois cercano a Chicago, pero sus raíces culturales eran profundas y diversas. Nieta de españoles, llevaba en su ADN la calidez y la pasión de la península Ibérica. Además, el resto de su familia se había nutrido en la rica tradición de Luisiana, cuna de una de las pocas gastronomías verdaderamente distintivas de Estados Unidos. Esta amalgama cultural se traducía en una hospitalidad legendaria.

La cocina de Mildred no era un simple lugar para preparar alimentos; era un centro de comunión, un espacio donde los sacerdotes amigos de la familia, atraídos por su fama culinaria, encontraban siempre una excusa para compartir mesa con ella y su esposo, Louis. No era solo la sazón lo que atraía, sino el ambiente de profunda fe y conversación que impregnaba el hogar de los Prevost.

Pero Mildred era mucho más que una anfitriona excepcional. En una época en que las oportunidades para las mujeres eran más limitadas, demostró un perfil intelectual avanzado y una determinación admirable. A los 34 años, una edad en la que muchas mujeres de su generación ya habían establecido sus familias y roles, Mildred decidió embarcarse en una aventura académica. Primero obtuvo un grado en biblioteconomía, una elección que revelaba su amor por el conocimiento y la organización, y posteriormente culminó un máster en la Universidad DePaul, una institución católica regida por los padres paúles. Esta faceta intelectual, combinada con su profunda espiritualidad, la convertía en una figura singular y respetada.

El faro de la parroquia: Mildred, alma de Santa María de la Asunción

La vocación religiosa no era una nota discordante en la familia Martínez, sino una melodía constante. Dos de las hermanas de Mildred abrazaron la vida conventual, ordenándose monjas, lo que subraya la atmósfera de devoción en la que se crio. Su esposo, Louis Prevost, no solo ejercía como director de colegio, sino que también dedicaba su tiempo a ser catequista, transmitiendo las enseñanzas de la fe. Juntos, los Prevost eran pilares de su parroquia, Santa María de la Asunción. Asistían a misa diariamente y su presencia era una constante en la vida comunitaria.

Dentro de este vibrante ecosistema de fe, "Millie", como la llamaban cariñosamente, era una verdadera dinamo. Su energía y dedicación se manifestaban de múltiples formas: su voz se unía al coro parroquial, elevando cantos de alabanza; presidía o participaba activamente en diversas sociedades laicas, impulsando iniciativas y fortaleciendo los lazos comunitarios. Su compromiso no se limitaba a lo espiritual; también ofrecía ayuda práctica en la parroquia y ponía sus conocimientos profesionales al servicio de la Iglesia. Aprovechando su formación, colaboró en las bibliotecas escolares y diocesanas, e incluso tomó la iniciativa de organizar y poner en marcha la biblioteca de su propia parroquia familiar, un legado tangible de su amor por los libros y su deseo de fomentar la cultura y la fe.

Un legado de vocación: la semilla plantada en el corazón del Papa

Es innegable la profunda influencia que Mildred ejerció sobre la vocación de su hijo Robert. El papa León XIV creció inmerso en este ambiente, rodeado de hábitos, conversaciones sobre teología y un ejemplo constante de servicio y devoción. Sus compañeros de infancia recordaban que, desde muy joven, Robert se sentía "destinado" al camino eclesiástico. No fue una imposición, sino una ósmosis vital, una llamada que resonó tempranamente en su corazón y que encontró un terreno fértil gracias al ejemplo materno. Su decisión fue tan temprana como firme: a los catorce años, optó directamente por el seminario, en lugar de seguir los pasos de sus hermanos en el instituto agustino Mendel, donde, curiosamente, su madre también trabajó, aunque sus caminos laborales no llegaron a coincidir por apenas tres años.

Robert, honrando quizás esa vena intelectual de su madre, se tituló en Matemáticas y llegó a ser profesor de Matemáticas y Física a tiempo parcial en el mismo instituto Mendel. Poco después de su ordenación sacerdotal, un viaje a Roma le permitiría conocer a Juan Pablo II, un encuentro que marcaría su camino antes de partir a las misiones en Perú en 1985. Mildred Martínez falleció en 1990, legando a su hijo no solo recuerdos, sino una brújula moral y espiritual. Su recuerdo, sin embargo, sigue vivo en la parroquia de Santa María de la Asunción. Entre las fotografías de honor, aún se conserva la de aquel monaguillo que conoció a un Papa y que, más de cuatro décadas después, ocupa su misma silla como Obispo de Roma, un testimonio silencioso pero elocuente del impacto perdurable de una madre extraordinaria.