Tradición y significado
Cómo vestirá el nuevo Papa: así es la indumentaria cuando sea nombrado Pontífice
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Así se vestirá el nuevo papa en su presentación ante el mundo / FOTO Y VÍDEO: VATICANO
Cuando el humo blanco finalmente anuncie al mundo que un nuevo sucesor de Pedro ha sido elegido, se desatará una ola de expectación global. Tras los muros de la Capilla Sixtina, una vez que más de 89 de los 133 cardenales electores hayan concentrado sus votos en un candidato, se producirá un momento de profunda intimidad y trascendencia. El decano del Colegio Cardenalicio, actualmente Giovanni Battista Re, junto al cardenal secretario, el maestro de ceremonias y dos ceremonieros, se acercará al elegido para formular las preguntas rituales: "¿Aceptas tu elección canónica como sumo pontífice? ¿Qué nombre deseas elegir?". Con el "Accepto" y la elección del nuevo nombre pontificio, un nuevo capítulo se abre para la Iglesia Católica. Sin embargo, antes de que el recién nombrado Papa se asome al balcón de las bendiciones de la Basílica de San Pedro para su primera presentación pública, deberá ser revestido con la indumentaria que marcará el inicio visual de su papado. Esta vestimenta, cargada de historia y simbolismo, no es una elección casual, sino el resultado de siglos de tradición y significado litúrgico.
El atuendo de la proclamación: el "hábito coral"
La primera imagen que el mundo tendrá del nuevo Papa no será con ornamentos propiamente litúrgicos de una Misa solemne, sino con lo que se conoce como el "hábito coral". Según explica Ramón Navarro, responsable de Liturgia y Celebraciones de la Conferencia Episcopal Española, este es el atuendo que el Papa utiliza fuera del ámbito estrictamente litúrgico, pero adecuado para ocasiones solemnes como su primera aparición.
El núcleo de esta indumentaria es la sotana blanca, una vestidura talar que se ha convertido en el distintivo universal del Sumo Pontífice. Ceñida a la cintura, llevará una faja de seda muaré blanca, elegantemente rematada con flecos dorados. Sobre la sotana se coloca el roquete, una sobrepelliz corta de lino blanco, a menudo adornada con encajes. Complementando el conjunto, se encuentra la muceta, una capa corta que cubre los hombros. El color de la muceta varía según el tiempo litúrgico: es roja durante la mayor parte del año, pero si la elección papal coincide, como en el ejemplo hipotético, con el tiempo de Pascua (los cincuenta días desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés), esta será blanca, en consonancia con la alegría y la pureza de la temporada.
Indispensable es la cruz pectoral, que penderá sobre la muceta sostenida por un cordón dorado, un símbolo constante de la fe y del sacrificio de Cristo. Finalmente, cubrirá su cabeza con el solideo blanco, el pequeño casquete circular que es privativo del Papa. A estos elementos se añadirá, para el momento específico de la bendición "Urbi et Orbi" desde el balcón, la estola. Esta banda larga, signo de la jurisdicción y la autoridad sacerdotal del Papa, será también blanca si la elección ocurre durante la Pascua; de lo contrario, sería roja, color que tradicionalmente se asocia a los mártires y, por extensión, a los Papas como aquellos dispuestos a dar la vida por su grey. Para asegurar que todo esté perfecto, en el Vaticano ya se disponen de estos hábitos en tres tallas diferentes (normalmente 50, 54 y 58) para ajustarse a la complexión del elegido.
El blanco papal: de la púrpura imperial a la herencia dominicana
Aunque hoy el color blanco es sinónimo del Papa, no siempre fue así. Históricamente, tras la legalización del cristianismo, el color papal por excelencia era el púrpura o el rojo imperial, un vestigio que aún pervive en elementos como la muceta roja, el sombrero llamado teja, el tábarro (una capa amplia) y, antiguamente, los zapatos. El cambio hacia el blanco como color predominante de la sotana papal tiene diversas teorías. Una de las más extendidas y aceptadas vincula esta transición a la elección de frailes pertenecientes a la Orden de Predicadores, los dominicos, como Sumos Pontífices. Papas como Inocencio V, Benedicto XI y Nicolás V, al ser elevados al solio pontificio, optaron por conservar el color de su hábito religioso, que es íntegramente blanco (a excepción de la correa negra).
Sin embargo, el punto de inflexión definitivo se atribuye a San Pío V, Antonio Michele Ghislieri, elegido en 1566. Este Papa dominico mantuvo firmemente el uso de la sotana blanca de su orden, y desde su pontificado, esta costumbre se arraigó de tal manera que ya no ha sido abandonada por sus sucesores. Así, el blanco, que para los dominicos simboliza la pureza y la penitencia, se transformó en el color distintivo del Obispo de Roma, irradiando una imagen de sencillez y autoridad espiritual. Otros hábitos, como el "hábito piano" (sotana blanca con esclavina y adornos de seda blanca, faja de muaré, cruz en cadena y solideo) o el "hábito común" (sotana blanca más sencilla sin esclavina ni faja, solo cruz y solideo), también forman parte del vestuario papal, pero la primera imagen, la del "hábito coral", es la que queda grabada en la memoria colectiva.
Un sello personal: la discreción del Pontífice en su vestir
A pesar de la profunda carga tradicional que conlleva la indumentaria papal, cada Pontífice tiene la capacidad de imprimir su sello personal en cómo se presenta al mundo, incluso desde esos primeros instantes. El Papa Francisco es un ejemplo elocuente de esta prerrogativa. En su primera aparición en el balcón de las bendiciones en 2013, optó por una sencillez notable: vistió la sotana blanca, la esclavina blanca (una especie de muceta más simple, sin botones), pero declinó la muceta roja adornada con armiño que se le ofreció (ya que no era tiempo pascual) y, significativamente, calzó sus propios zapatos negros, en lugar de los tradicionales mocasines rojos papales. Este gesto fue interpretado como un signo de humildad y un deseo de romper con ciertos elementos de pompa. Además, modificó el ritual al inclinarse ante los fieles para recibir su bendición antes de impartir la suya, un acto de profunda humildad que marcó el tono de su pontificado.
Por lo tanto, aunque las vestiduras preparadas siguen un protocolo establecido, el nuevo Papa tendrá la libertad de realizar pequeñas, pero simbólicas, elecciones que reflejen su personalidad y la visión que desea proyectar para su ministerio. La forma en que elija vestir en esos primeros momentos, los gestos que acompañen su presentación, serán observados con atención por millones de personas, pues en ellos se pueden vislumbrar las primeras pinceladas del hombre que guiará a la Iglesia Católica en una nueva era. La tradición proporciona el lienzo, pero el Pontífice electo añade los matices de su propia humanidad y espiritualidad.
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