Santa Sede
Estos son los salarios de los empleados del Vaticano
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El papa Francisco. / EPC_GUGLIELMO MANGIAPANE
El Vaticano, centro neurálgico de la Iglesia Católica y Estado soberano independiente, opera con una complejidad administrativa y financiera que a menudo genera interrogantes. Más allá de su inmensa influencia espiritual y diplomática, su funcionamiento interno como empleador y gestor de recursos es un tema de interés recurrente. En particular, la cuestión de cómo se remunera a quienes sirven en la Santa Sede, desde el Sumo Pontífice hasta el personal laico, revela una estructura única, marcada por la tradición, la jerarquía y, en tiempos recientes, por esfuerzos hacia una mayor austeridad y transparencia. La transición papal, como cualquier cambio de liderazgo en una institución de esta magnitud, suele reavivar estas preguntas sobre la sostenibilidad y la equidad de su sistema económico interno.
El Papa: un liderazgo sin salario nominal
Una de las particularidades más llamativas del sistema vaticano es la ausencia de un salario formal para el Papa. A pesar de ser el Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano y la máxima autoridad de la Iglesia Católica a nivel mundial, el Pontífice no percibe una nómina mensual como la entenderíamos en cualquier otra organización. Esta situación no responde a un vacío administrativo, sino a la propia naturaleza de su rol y a la concepción histórica del papado. Se asume que todas las necesidades materiales del Papa –desde su alojamiento y alimentación hasta sus viajes, vestimenta y asistencia médica– son cubiertas íntegramente por la Santa Sede. No existe, por tanto, la necesidad de una retribución personal directa.
El Papa Francisco, desde su elección en 2013 hasta su muerte este lunes Santo, ha personificado esta realidad, llevándola incluso un paso más allá con un marcado estilo de vida austero. Su renuncia a residir en el suntuoso Palacio Apostólico, optando por la más modesta Casa Santa Marta, es un claro ejemplo. Él mismo abordó directamente esta cuestión en el documental "Amén. Francisco Responde", dirigido por Jordi Évole. Ante la pregunta directa de un joven sobre su sueldo, Francisco fue tajante: "A mí no me pagan nada". Explicó que cuando necesita algo específico, como unos zapatos nuevos, simplemente lo solicita a la administración vaticana, que gestiona los fondos destinados a cubrir sus gastos personales y los asociados a su ingente labor pastoral y representativa. Por lo tanto, aunque no recibe un salario, dispone de los recursos necesarios administrados por la Santa Sede.
Niveles de remuneración en la Santa Sede
En claro contraste con la situación del Papa, el resto del personal que trabaja al servicio del Vaticano sí cuenta con una estructura salarial definida. La Curia Romana, el complejo aparato administrativo que asiste al Papa en el gobierno de la Iglesia universal, está compuesta por cardenales, obispos, sacerdotes y un número significativo de empleados laicos. Los salarios varían considerablemente según el rango y la responsabilidad. Los cardenales que ocupan puestos de alta dirección en los dicasterios (ministerios vaticanos) y otros organismos importantes suelen percibir un salario mensual que se sitúa en torno a los 5.000 euros. Esta cifra, aunque puede parecer elevada, corresponde a las máximas responsabilidades dentro de la jerarquía administrativa eclesiástica.
En un escalón inferior se encuentran los obispos y sacerdotes que trabajan en diversas funciones dentro de la Curia. Sus remuneraciones son más modestas, oscilando generalmente entre los 1.500 y los 2.500 euros mensuales, dependiendo de su cargo específico y antigüedad. Finalmente, un componente esencial de la fuerza laboral vaticana lo constituyen los empleados laicos. Estos desempeñan una amplia variedad de tareas, desde funciones administrativas y técnicas hasta labores de seguridad, mantenimiento o servicios en los Museos Vaticanos. Sus sueldos son, en líneas generales, comparables a los de los funcionarios públicos italianos con responsabilidades similares, situándose en una horquilla que va aproximadamente desde los 1.200 hasta los 3.000 euros al mes. Es importante destacar que a estas cifras salariales se suman una serie de beneficios no monetarios muy valorados, como la posibilidad de acceder a viviendas dentro del territorio vaticano a precios sensiblemente inferiores a los del mercado romano, cobertura médica completa y acceso a economatos y supermercados internos con precios subvencionados, lo que mejora considerablemente el poder adquisitivo real.
Fuentes de ingreso y ajustes por austeridad
La financiación de esta estructura salarial, así como del vasto aparato operativo y caritativo de la Santa Sede, proviene de diversas fuentes. Una de las más conocidas es el Óbolo de San Pedro, una colecta anual realizada en todas las diócesis del mundo, cuyos fondos se destinan directamente a sostener las obras de caridad del Papa y las necesidades administrativas del Vaticano. Además, la Santa Sede genera ingresos significativos a través de sus activos culturales y turísticos, principalmente los Museos Vaticanos. Otras fuentes incluyen la venta de sellos postales y monedas conmemorativas, muy apreciadas por los coleccionistas, las donaciones privadas de fieles e instituciones, y los rendimientos generados por la gestión de su patrimonio e inversiones financieras.
Sin embargo, este sistema no es inmune a las fluctuaciones económicas globales. La crisis financiera exacerbada por la pandemia de COVID-19, que provocó una drástica caída en los ingresos por turismo, llevó al Papa Francisco a tomar medidas de contención del gasto. En 2021, ordenó una reducción salarial significativa para los cardenales (un 10%), así como recortes menores para otros clérigos y religiosos de alto rango dentro de la Curia. Esta decisión buscaba no solo paliar el déficit presupuestario, sino también enviar un mensaje de solidaridad y alinearse con la política de mayor sobriedad y responsabilidad financiera que ha caracterizado su pontificado. Este gesto fue coherente con el ejemplo personal de Francisco, quien, a diferencia de algunos predecesores con patrimonios personales previos, ha mantenido una vida sencilla, utilizando transporte público en Buenos Aires y optando por vehículos modestos como Papa, reforzando su llamado a una Iglesia menos centrada en lo material.
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