Solidaridad al volante
Tres historias del taxi en el apagón: de la clienta perdida en Barcelona que llegó a su vuelo al trayecto compartido por cuatro desconocidos
Tres conductores relatan cómo la paciencia y la solidaridad se impusieron al caos en la ciudad sin luz
Apagón de luz en España, hoy en directo: Causas del corte, estado de la red eléctrica y precio de la luz hoy

Colas para conseguir un taxi a las puertas de un hotel de la plaza de Espanya. / Marc Asensio


Toni Sust
Toni SustPeriodista
Escribo sobre Barcelona desde 2016. Antes lo hice sobre Política social (2011-2016) y sobre Política catalana y española (2001-2011).
Profesor asociado de Periodismo en la UPF.
Koque Juárez tiene 49 años y es de Barcelona. Taxista desde hace 15 años, conduce un Dacia Jogger híbrido y el lunes, cuando llegó el apagón, estaba haciendo un servicio en la calle de Aragó, en dirección al paseo de Gràcia. “Seguí trabajando pero casi no tenía gasolina, y ya no pude poner. Paré donde podía. Me quedaba para 120 kilómetros”.
Por falta de combustible tuvo que decir no a un cliente que iba a Lloret, ahí van 180 euros perdidos, y cuando le quedaban solo 70 kilómetros de margen decidió irse para casa. Eran las 18.30. Vive en la calle de Casals i Cuberó, en Nou Barris, a cinco minutos en coche de la plaza de Karl Marx, donde se encontró a una chica en una parada de bus que le hizo indicaciones y se subió al taxi. “Pensé que iba por aquí cerca pero no, tenía que ir al aeropuerto. Le dije que no podía llegar por la gasolina y se puso a llorar, me pidió que la llevara”.
Koque Juárez encontró a una clienta que iba al aeropuerto y que había acabado en la plaza de Karl Marx tras coger el bus equivocado. Llegó a su vuelo
En Karl Marx por error
Al parecer, la mujer, una sudamericana que reside en Inglaterra, cogió el bus equivocado creyendo que le llevaría al aeropuerto de El Prat. Y acabó en la plaza de Karl Marx. Para entonces internet ya no funcionaba, así que no pudo averiguar cómo y hacia dónde salir de allí.
Juárez decidió intentarlo. El taxista tenía claro que podía llegar al aeropuerto, pero en cambio no tanto que consiguiera volver de allí hasta su casa. Él ya no podía cobrar con tarjeta y ella no tenía efectivo. El trayecto no fue mal: “Fuimos por Ronda de Dalt y llegamos bien. Seguro que cogió el avión. Para volver estuve una hora”. Llegó a casa cerca de las 20.00, a punto de que se le parara el coche. En cuanto al dinero, como ella no tenía Bizum, él le paso una cuenta bancaria de su madre. La carrera costó 38 euros. Ahora es cuestión de que llegue la transferencia.
Coche nuevo
Juan José Vidal, de Barcelona 60 años, es taxista desde hace 18 años, antes tenía un taller de reacondicionamiento de vehículos usados. Está muy contento, hace unos días que conduce un coche nuevo, un Tesla Model 3, de 2024. Lo cuenta con satisfacción. Es un vehículo que, a plena carga, tiene una autonomía de 470 kilómetros, explica Vidal.
“El apagón me pilló en la Zona Franca, llevando a un cliente a Nàpols con Gran Via. Llevábamos una hora y media de caravana y el cliente se bajó cuando le quedaban 15 minutos a pie que en coche hubieran sido una hora. Tardé esa hora de más en llegar a paseo de Sant Joan y me fui para abajo, para irme a casa”, relata.
Atajos y líneas continuas
Vidal vive en Vallirana (Baix Llobregat). “En el cruce con Ronda de Sant Pere, una señora, desesperada, me dijo si la podía llevar, aunque ya no tenía el verde encendido. Iba al aeropuerto, y no me iba mal de camino a casa: normalmente voy por la Ronda Litoral y la B-23”. Pero el acceso a la Ronda Litoral desde Colón estaba cerrado, y la Guardia Urbana desviaba a los coches hacia Miramar, hacia Montjuïc.
Juan José Vidal se topó con el acceso a la Ronda Litoral cortado y tuvo que llegar al aeropuerto atravesando El Prat como pudo. Su pasajera pudo volar
El conductor se encontró entonces camino al Estadi Olímpic, adelantando autocares mientras cruzaba líneas continuas –“Me salté todas las normas habidas y por haber”, precisa-. Logró entrar en la Ronda Litoral por Zona Franca. Pero entonces la salida de Bellvitge para coger la C-31, que lleva al aeropuerto, estaba “totalmente colapsada”. “Me dije: ‘me meto en El Prat’. Me lo conozco bien; viví ahí 25 años”. Con todo, también allí fue complicado. “La avenida de Remolar estaba colapsada, la de Sant Cosme está cerrada por obras”.
Callejeando hasta el éxito final
“Empecé a callejear por El Prat, y llegué a Remolar con Apel·les Mestres. Me puse por el carril de la derecha, aunque te obligan a girar al final. Pero me colé y llegamos a la C-31. Le metí caña para llegar a la Terminal 2, la mujer volaba con EasyJet”, explica. Y la pasajera pudo coger su avión.
Antes solventaron como pudieron el pago. Con todos los sistemas caídos, ella, que no tenía efectivo, hizo una foto del móvil del taxista para tener guardado su número, y él hizo lo mismo con el de ella, una inglesa de unos 50 años residente en Barcelona. Él le dio el Bizum de su mujer. La carrera costó 51 euros y la pasajera acabó enviando 60 y un mensaje que confirmaba que había logrado volar. Vidal comenta el éxito final de una ruta tan compleja tan contento como con el Tesla nuevo.
El taxi más compartido
Jorge Páez tiene 50 años y es de Leganés. “Vine de paso a Barcelona y llevo 20 años”. Hace tres que es taxista. Ingeniero industrial, dejó un trabajo de director de mantenimiento que le hacía “feliz” y ahora es “súper feliz”. Conduce un C4 eléctrico, con una autonomía de 290 kilómetros, máximo 300. El apagón le cogió en la Parra, la zona de espera de los taxistas en e aeropuerto previa a la zona de recogida de clientes. Volvió a Barcelona con un cliente y allí le cogió otro que iba a Vallvidrera, por el lado de Sant Cugat.
En Via Augusta, se percató de que había gente con un cartel en el que estaba apuntado Sant Cugat. Le preguntó al cliente si le parecía bien compartir el viaje y este dijo que sí. Y se subieron otras tres personas, dos mujeres y un hombre, que se acababan de conocer allí mismo. El primer cliente se bajó cerca de la estación de Ferrocarrils de Vallvidrera y los tres sobrevenidos no le dejaron pagar: le invitaron para agradecer su gesto.
Jorde Paéz hizo hasta cuatro viajes a lugares distintos con clientes que no se conocían y que acordaron compartir su taxi
El taxi se dirigió entonces a Sant Cugat. La carrera ascendió a 42 euros. Una de las chicas pagó su parte en efectivo. La otra, mediante Bizum al día siguiente. El hombre, relata Páez este miércoles, todavía no ha pagado.
Destinos distintos
Allí mismo, en Sant Cugat, se subieron al taxi una mujer y un hombre que iban a dos lugares distintos. Ella, a un colegio del mismo municipio, a recoger a su descendencia. Él, a Terrassa. Aceptaron compartir vehículo y ambos pagaron en efectivo.
Páez vivió un tercer trayecto compartido ya en Barcelona, en la estación de Sants. “Subieron tres chicas y un señor. Una de ellas iba a Zaragoza, la otra a Calpe y los otros dos, a Figueres. Les llevé a la Estació del Nord. Fueron a buscar un autobús que les llevara a su destino”. Todos pagaron, también, en efectivo. Y en la Estació del Nord volvió a pasar lo que no pasa nunca.
Después de que un cliente le pidiera ir al aeropuerto, aceptó compartir el taxi con una estadounidense y un francés. “Uno iba a la T2, por donde pasamos primero, y los otros dos a la T1”. Al igual que los anteriores, pagaron en efectivo. Páez resume la jornada del lunes con una visión optimista: “Aunque había gente muy nerviosa, fue un día de buen rollo”. Para cuando llegó a casa, a las 23.00, le quedaba electricidad para solo otros 15 kilómetros. Pero la jornada, peculiar y compartida, ya había acabado, y con éxito.
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