Educación superior

Los universitarios dedican menos tiempo al estudio y necesitan trabajar más: aumenta el 50% los que deben compaginar carrera y empleo

Según un estudio de la Xarxa Vives d'Universitats, dos de cada 10 estudiantes que dejan la universidad lo hacen por motivos económicos

El origen social condiciona la elección de la carrera universitaria, lo que impacta en la inserción laboral

Ambiente en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) el curso pasado.

Ambiente en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) el curso pasado. / Marc Asensio

Helena López

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Aunque la fuente principal de ingresos de más de la mitad de los universitarios son sus padres (en un 52,7% de los casos), los obligados a compaginar durante el curso estudios y trabajo han pasado del 16,9% al 26% en tres años. Es decir, un crecimiento de más de un 50%. Así lo refleja la cuarta edición del estudio 'Via Universitària', radiografía de las condiciones de vida del estudiantado elaborado por la Xarxa Vives d'Universitats a partir de una encuesta respondida por más de 45.000 estudiantes. "Cuanto más desfavorecido es el origen del estudiante, más compagina estudios y trabajo", concluye el informe presentado este miércoles en la Universitat de Barcelona (UB), que también apunta a que los universitarios estudian cuatro horas menos a la semana que en 2018.

En este sentido, el informe también subraya lo obvio: que cuantos más ingresos tienen las familias, menos necesidad tienen los estudiantes de buscar otras fuentes de ingresos. Esta brecha económica, señala es estudio, no se reequilibra con un sistema de becas y ayudas que definen como "muy débil" (llega solo al 16,7% del estudiantado encuestado). "Esta notoria debilidad dificulta notablemente el acceso de los grupos sociales menos favorecidos a la universidad", zanja.

El estudio 'Via Universitària' radiografía de las condiciones de vida del estudiantado a partir de más de 45.000 encuestas

El informe presentado este miércoles en la UB confirma lo que ya apuntaba el estudio 'Equidad en la inserción laboral y la movilidad social de los graduados de las universidades presenciales catalanas', presentado el mes pasado por la Agència per a la Qualitat del Sistema Universitari (AQU), que señalaba que el ascensor social funciona (pese a que los estudiantes de familias con recursos siguen siendo mayoría tanto en grados como en másters), pero advertía de que el alumnado de rentas familiares bajas tiende a matricularse en estudios con menos empleabilidad pero más fáciles de acabar.

En cuanto a los motivos para interrumpir las trayectorias universitarias, las dificultades económicas son la razón más frecuente. "Las trayectorias académicas que denominamos complejas, caracterizadas por interrupciones, retraso o vía lenta, son más habituales entre estudiantes de mayor edad, pero también se presentan con mayor frecuencia entre estudiantes con un nivel formativo familiar bajo, origen social bajo y origen migrante", subraya el estudio, dirigido por Antonio Ariño (UV), Miquel Martínez (UB), Ramon Llopis (UV), Ernest Pons (UB) y Anna Prades (dirección técnica, AQU Catalunya).

Uno de los temas que sobrevuela desde después de la pandemia las aulas de las facultades catalanas es la baja asistencia a clase. La preocupación sobre el posible aumento del absentismo en las aulas es creciente entre el profesorado, que percibe que parte importante del alumnado solo acude a clase cuando se pasa lista, en seminarios o talleres que puntúan para la nota final. "Si tienen los apuntes colgados en el aula virtual no ven la necesidad de ir a clase", comentaba este lunes –minutos antes del gran apagón– un profesor de la UPF a este diario.

No obstante, las respuestas de los estudiantes a la presente encuesta no identifican que se trate de una tendencia sistemática. Continúa observándose, como en anteriores estudios, un elevado grado de asistencia a clase por parte de la gran mayoría de los estudiantes: más del 88,5 % declara asistir regularmente a clase.

Relacionado con esa cuestión, preocupa a los autores del informe que la media de estudio se sitúa en 22,8 horas por crédito, una tendencia a la baja respecto a ediciones anteriores del informe. A la semana, estudian cuatro horas menos que en 2018 (han pasado de dedicarle 36 a 32 horas). A sus ojos, esta reducción plantea retos importantes para la calidad del aprendizaje universitario y para la adaptación de nuevos modelos de enseñanza a las necesidades del estudiantado. "El descenso en las horas de estudio podría estar relacionado con diversos factores que habría que analizar con mayor profundidad, como los cambios en la presencialidad, el uso de metodologías docentes o la conciliación de los estudios con otras responsabilidades", plantean.

Preguntados sobre su salud mental, un 25,9 % de los estudiantes reconoce haber sufrido ansiedad en algún momento, y aumentan los casos certificados con diagnóstico médico. "El informe pone de manifiesto la necesidad de incorporar la salud mental como un elemento clave en la vida universitaria", apunta el presente estudio, que añade que "la mejora del bienestar emocional debería ser un eje prioritario para garantizar una experiencia universitaria más saludable y equitativa".

Presión académica y económica

"Estos datos alertan sobre la presión académica, social y económica que afronta el estudiantado, así como la necesidad de implementar más recursos de apoyo psicológico y estrategias de prevención desde las propias universidades", consideran los autores.

Una vez hecha la radiografía, el informe plantea algunos retos, encabezados por priorizar la generación de alternativas al financiamiento familiar para asegurar que todo estudiante tenga acceso a los estudios universitarios, independientemente de sus condiciones socioeconómicas, crear itinerarios curriculares flexibles y planificar las actividades de aprendizaje en horarios diversificados, para facilitar que más estudiantes puedan aprovechar la formación universitaria.