Colectivos vulnerables

Atrapados en ascensores, tirados en parques o recurriendo a 'potitos' para comer: así vivieron el apagón ancianos dependientes y sus cuidadoras

Las trabajadoras hicieron lo imposible por mantener a los mayores bien atendidos a pesar de los problemas derivados de la falta de luz

Las residencias denuncian el olvido durante el gran apagón: "Subimos a pulso a cien abuelos en sillas de ruedas"

El servicio de teleasistencia de Barcelona busca a miles de ancianos que activaron el botón rojo durante el gran apagón

Una mujer mayor dependiente y su cuidadora pasean por la ciudad.

Una mujer mayor dependiente y su cuidadora pasean por la ciudad. / EP

Elisenda Colell

Elisenda Colell

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"Sabemos que una compañera se quedó encerrada en el ascensor con un usuario, otras hicieron lo que pudieron para lograr entrar en la casas, era imposible", explica Noelia Santiago, responsable de la agrupación de la atención a domicilio en Catalunya de Comisiones Obreras. Las cuidadoras a domicilio, ya sean la del Servicio de Atención a Domicilio (SAD) público como las trabajadoras internas, muchas migrantes, sin papeles ni contrato, hicieron lo imposible para atender a los ancianos y personas dependientes que cuidan y probablemente, con la teleasistencia sin servicio, son los ojos para a los dependientes más vulnerables que viven en sus casas.

"Hubo chicas que sufrieron muchísimo porque cuidaban de personas que respiraban con aparatos que dependen de la corrriente, otras tuvieron que darles de comer 'potitos' o yogures porque ni podían cocinar ni triturar los alimentos", apunta Norma Falconi, del sindicato Sindillar de trabajadoras del hogar.

El caso más grave que conocen desde Comisiones Obreras fue al que afectó a una empleada del SAD que trabaja en los distritos de Sant Andreu y Sant Martí de Barcelona. "Estaba en el ascensor acompañando al hombre al que cuida y se quedaron más de cuatro horas atrapados esperando a que les rescataran. Al final todo acabó bien, están bien", relata Santiago.

Tiradas en la calle

"Yo estuve muchas horas en unos jardines de Entença porque la señora a la que cuido, de 96 años, va con silla de ruedas y vive en un ático, eran nueve pisos y no teníamos cómo subir a casa. Al final la subimos con su yerno a pulso nueve pisos. Estoy agotada, fue horrible", cuenta Amanda, cuidadora interna.

"Estuvimos muchas horas esperando en unos jardines y luego subimos a pulso a la señora, que va en silla de ruedas, nueve pisos"

Amanda

— Cuidadora interna

Amanda trabaja de lunes a viernes cuidando a esta mujer con alzhéimer. "Estábamos paseando por unos jardines y nos quedamos allí hasta las tres de la tarde esperando que volviera la luz. Estábamos tiradas en la calle", dice Amanda, aún angustiada recordando ese momento.

Con mucha suerte, porque los móviles no funcionaban, Amanda logró dar con la hija de la anciana para al menos poder comer. "Vive en un tercero pero tiene gas. Tuvimos que subir a la mujer a pulso y luego bajarla, recuerda". Y es que después de comer, la mujer quería regresar a su casa. "Se puso muy nerviosa, dijo que quería volver". No hubo otra que llevarla a su casa y subirla a pulso nueve pisos hasta el ático. Amanda aún recuerda escalón por escalon. "Me duele mucho la espalda, fue horroroso, si lo llego a saber no salgo de casa", cuenta la cuidadora, que cobra 1.200 euros al mes. "Por suerte no pasó nada pero es una responsabilidad muy grande", añade.

Desconcierto general en el SAD

"El desconcierto entre compañeras era general, no teníamos protocolo, no sabíamos qué hacer, la orden era ir a los servicios como pudiéramos", cuenta Silvia , trabajadora familiar del Servicio de Atención Domiciliaria (SAD) de Mataró. "Yo cuidada a un anciano y de milagro no me quedé encerrada con él en el ascensor. Tampoco podíamos entrar en las casas porque los interfonos no funcionaban, pero es que además no podíamos contactar con la centralita, que son quienes tienen acceso a los teléfonos de contacto de emergencia de las familias por si pasaba algo", cuenta Silvia. Ella tuvo que ingeniárselas para hacer la comida a una mujer que tenía vitrocerámica. "Suerte que apareció una sobrina y le calentó la comida en su casa".

"No podíamos entrar en las casas porque los interfonos no funcionaban, pero es que además no podíamos contactar con la centralita ni con las familias"

Silvia

— SAD Mataró

Este miércoles las incidencias seguían. "A una señora se le estropeó la lavadora, estaba todo lleno de agua... era un desastre. Se ha malogrado todo", sigue. Pero asegura que lo peor lo vivieron las trabajadoras que atienden a enfermos con respiradores. "No podíamos llamar a la familia ni a emergencias, y no puedes dejar al usuario abandonado".

Santiago, de CCOO, subraya que muchas trabajadoras tuvieron que alargar jornada porque sus compañeros de la tarde no llegaban. "Esas horas extras no se pudieron registrar, pero esperemos que se cubran y se paguen", apunta. Otras sufrieron el corte ferroviario y tuvieron problemas para regresar a casa.

"Sin embargo, hubiera sido mucho peor que el apagón hubiera pasado a las siete de la mañana: los casos más graves y esenciales se atienden a primera hora, y como el apagón fue a las doce, todo el mundo ya estaba atendido", añade Santiago.

Una vida que depende de ti

Las cuidadoras internas, en cambio, sufrieron mucha angustia. "Es un trabajo de mucha responsabilidad, tienes una vida o dos que dependen de tí. Muchas mujeres vivieron con impotencia no saber qué tenían que hacer con las vidas que dependían de ellas", asegura Falconi.

Cuenta que algunas compañeras tuvieron que recurrir a 'potitos' infantiles o a yogures para dar de comer a los ancianos ya que no podían ni triturar ni cocinar. "Pasé mucho miedo por si la señora que cuido, Carmen, se caía o le pasaba algo. Estaba muy nerviosa, asustada. ¿Qué hago, a quién llamo?", se pregunta Margarita, que cuida a una mujer de 92 años con alzhéimer. "Ella me preguntaba y no sabía qué decirle. No salimos en todo el día y suerte que ya tenía la comida hecha", explica la ciudadora.

"A mí me afectó mucho porque la señora no se mueve, no sale. No podía usar el ascensor ni ver la tele... tenía miedo de que pasara algo, de que cayera...", sigue la mujer, que trabaja sin contrato. "Este trabajo lo tendrían que abolir. Yo no soy enfermera, no cobro por esta responsabildiad de tener una vida a mi cargo", remacha.

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