NATURALEZA EN VIZCAYA

El único parque arqueológico del País Vasco está en esta isla a la que solo se accede con marea baja

El archipiélago Garraitz, frente a la playa de Lekeitio, solo es accesible tres horas al día gracias a un malecón construido en el siglo XVIII

Un colectivo cultural local pide prohibir el acceso de perros y el uso de drones para facilitar la nidificación de halcones, gaviotas y cormoranes

La isla de Garraitz, el Lekeitio, solo es accesible cuando baja la marea, alrededor de tres horas al día.

La isla de Garraitz, el Lekeitio, solo es accesible cuando baja la marea, alrededor de tres horas al día. / José Luis Roca

Roberto Bécares

Roberto Bécares

Lekeitio (Vizcaya)
Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Varios cangrejos corretean entre las rocas del malecón mientras las olas lo golpean con virulencia, lo que obliga a los visitantes a andarse con ojo no vayan a mojarse las pantorrillas. "Alguna vez ha habido sustos", revela Jon Zubiaur, uno de los miembros de la asociación cultural Atabaka Kultur Alkartea de Lekeitio (Vizcaya), de la que la isla de Garraitz se ha convertido en uno de sus símbolos. 

Isla de San Nicolás en Lekeitio.

Dos turistas en la isla de Garraitz, en Lekeitio, un tesoro natural. / José Luis Roca

El archipiélago preside majestuosamente la entrada al puerto de la localidad. Apenas es accesible tres horas al día gracias al espigón de Lazunarri cuando baja la marea, pero cientos de personas -más de mil en verano- visitan a diario este archipiélago de 48 metros de altura y 250 metros de extensión que alberga tres conjuntos arqueológicos y varias zonas de nidificación de gaviotas patiamarillas, halcones peregrinos y cormoranes moñudos. 

Garraitz (San Nicolás en castellano) es uno de los tesoros naturales más excepcionales del País Vasco.  

Un espigón construido en el siglo XVIII

Son las 7.30 de la tarde, y los paseantes se dirigen a la isla después de que la marea haya dejado de cubrir el espigón. Fue construido en el siglo XVIII para reequilibrar el estuario, donde desemboca la corriente de la ría que va chocando con la marea, lo que hace que se depositen sedimentos "formando un banco de arena, algo que dificulta la entrada de los barcos". Con el muro consiguieron desviar la desembocadura de la ría para que la barra se formara en el otro lado y no afectara a los barcos. 

El espigón, por el que hay que tener mucho cuidado porque uno se puede resbalar por el verdín que se forma, ha vivido varias reformas, ya que hace unos años estaba muy deteriorado y se colmataba la zona del puerto, lo que obligó a dragar la bocana y acometer su reconstrucción. "Esto ha contribuido a que haya más visitantes", señala Jon, desde cuya asociación piden desde hace años una mayor protección para el espacio.   

"Hay que protegerlo. Hemos solicitado que sea una reserva natural, pero en el Ayuntamiento nos han dicho que es complicado, que no hacía falta", señala este profesor durante un recorrido por la preciosa isla, que Jon conoce al detalle. Era el año 2014 cuando miembros de Atabaka se remangaron y se pusieron ellos mismos, con ayuda de arqueólogos profesionales, a "sacar a la luz las ruinas de la isla, que estaban cubiertas de zarzas y vegetación. El camino estaba casi inaccesible; llevaba muchos años sin limpiarse".

Isla de San Nicolás en Lekeitio.

A la isla sólo se puede acceder cuando hay marea baja, alrededor de tres horas al día; es cuando el espigón queda al descubierto en su totalidad. / José Luis Roca

Vestigios militares

Tras meses de trabajo, en los que tuvieron la ayuda de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, descubrieron las ruinas de una ermita dedicada a San Nicolás de Bari -"del altar sacamos varios esqueletos"-, un lazareto del siglo XVI, un convento franciscano y vestigios militares utilizados durante la Guerra de la Independencia, incluyendo un polvorín -"el único de la costa vasca"- y estructuras de baterías de cañones.

Todos los hallazgos hicieron que la isla fuera declarada parque arqueológico, una catalogación que en el País Vasco solo tiene Garraitz. Ahora, los defensores del espacio quieren ir más allá y piden mayor control de los accesos al espacio que se concretarían en tres medidas a cumplirse en la época de cría de las aves, entre marzo y julio.

Isla de San Nicolás en Lekeitio.

Las gaviotas y los cormoranes (en la imagen) son algunos de los habitantes de la isla de Garraitz. / José Luis Roca

La primera de ellas sería prohibir el acceso de perros; la segunda que nadie se salga del sendero -"eso incluye a los pescadores que andan por las rocas"-; y, la tercera, que no esté permitido el uso de drones. "Las gaviotas son salvajes y luchan por su supervivencia, necesitan descanso, y como al final la playa es un canódromo este lugar es donde lo tienen", justifica Jon. 

"Hay que regular el acceso. Desde el Ayuntamiento nos dicen que sí, que incluso puede haber una forma legal en la ordenanza municipal; incluso nos han propuesto carteles, pero no se ha concretado en nada", explica este amante de la naturaleza que el último año (2023) que hizo conteo de las parejas de gaviotas que anidaban sumó 136 por las más de 500 hace 15 años. "Están en retroceso en Vizcaya, han caído un 80%", señala para defender que por eso tiene que tener más protección este espacio de cría. 

Isla de San Nicolás en Lekeitio.

Vista de la localidad vizcaína de Lekeitio desde la isla de Garraitz. / José Luis Roca

Los efectos de la pólvora

Durante el trayecto, nuestro guía nos muestra en varias ocasiones el efecto que los barrenos de pólvora fueron dejando en las rocas cuando sus habitantes de diferentes épocas trataron de abrirse espacio en la abrupta montaña, plagada de pinos, madroños, cipreses o encinar cantábrico. "Salirse del camino en la actualidad es muy difícil, gracias a eso y que la isla solo es accesible con pleamar se regula de forma natural", aprecia Jon mientras no dejan de subir turistas, algunos moviéndose dificultosamente porque van con chancletas: "Hay mucha gente que no viene preparada para el monte".  

Jon Zubiaur, uno de los miembros de la asociación cultural Atabaka Kultur Alkartea de Lekeitio (Vizcaya)

Jon Zubiaur, uno de los miembros de la asociación cultural Atabaka Kultur Alkartea de Lekeitio (Vizcaya). / José Luis Roca

Este año, como otros anteriores, el halcón está criando, pero ha habido épocas de cría que los polluelos no han salido adelante por el efecto humano, como cuando un helicóptero de la Ertzaintza tuvo que acceder a la isla porque dos turistas extranjeros se quedaron aislados por la pleamar, accediendo precisamente por el lado norte, donde está el nido de este ave, que convive en la isla con carboneros, currucas, zarceros, mosquiteros o jilgueros, entre otros.