Historia

La mano derecha del papa Francisco en España, una jesuitina que le ayudó a reformar la Iglesia: "Era entrañable, siempre estaba de buen humor"

María Luisa Berzosa, la religiosa a la que Bergoglio nombró consultora de la Secretaría del Sínodo de los Obispos y que aportaba la "nota de color" en sus reuniones

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El Papa Francisco junto a María Luisa Berzosa, su mano derecha en España.

El Papa Francisco junto a María Luisa Berzosa, su mano derecha en España. / Cedida

Pablo Tello

Madrid
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El papa Francisco ha fallecido este lunes, 21 de abril a los 88 años de edad. El mandato de Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires, 1936), nombre secular del exjefe de Estado de la Ciudad del Vaticano, ha supuesto un antes y un después en la historia de la iglesia católica. Alejado de la norma y cerca de los grupos sociales más desfavorecidos, el religioso completó su formación en Alcalá de Henares, donde cursó la Tercera Aprobación entre el 8 de septiembre de 1970 y el 8 de abril de 1971.

A lo largo de los años, el Papa pudo contar con varios puntos de apoyo en nuestro país, claves en la reforma de la iglesia que, a partir de hoy, toma un nuevo rumbo. María Luisa Berzosa, una hermana jesuitina nacida en Valladolid, se siente una privilegiada. Desde 2013, cuando conoció al papa Francisco por primera vez, su relación no hizo otra cosa que estrecharse, hasta tal punto de ser considerada la mano derecha del Pontífice en algunas de las decisiones más significativas. "Aunque viví durante 14 años en Buenos Aires, no pude saludarle personalmente hasta que fue elegido en Roma, a los tres meses del nombramiento", recuerda Berzosa.

De padre y madre maestros, nació hace algo más de siete décadas en el municipio de Cogeces de Íscar junto a sus tres hermanos que, como ella, internarían en el colegio de un pueblo cercano por la imposibilidad de hacerlo en su casa. "Luego, cada uno nos buscamos la vida como pudimos. Mi vocación siempre fue misionera, con un voto especial para los más necesitados en el campo educativo", manifiesta. Habiendo estudiado en el Colegio de Hijas de Jesús de Valladolid, opositar y trabajar durante varios años como funcionaria en el Ministerio de Información y Turismo, decidió unirse a la congregación de la que hoy es considerada un referente. Su formación tuvo lugar en Salamanca y, posteriormente, en Roma, donde reside a día de hoy. No obstante, pasó seis años de su vida destinada en Madrid, entre 2014 y 2020. Entonces, María Luisa formó a numerosos docentes en línea de liderazgo y discernimiento, realizando ejercicios espirituales en los equipos directivos. A raíz de ser invitada a los sínodos, la congregación propuso a la feligresa vivir en Roma: "Acepté con gusto. Fue una buena decisión, ya que teníamos muchísimas reuniones y trabajo presencial".

Triste y agradecida

Poco después, la jesuitina fue invitada a participar en 2018 el Sínodo de los Jóvenes "de forma insospechada", en Roma, donde Bergoglio se mostró "espontáneo y bromista" con los asistentes. Unos meses después, en 2019, María Luisa fue nombrada por Francisco la Consultora de la Secretaría del Sínodo, donde pudo reunirse en privado con él. "Tuvimos una relación muy personal y cercana. Él era un hombre de Dios humanizado. Era cercano, entrañable, alegre, siempre estaba de buen humor y preocupado por las personas. Yo creo que Francisco fue un papa de abrir nuevas puertas e involucrarnos a todos en el juego", relata. De una humanidad divina, el recién fallecido sirvió de referente para la vallisoletana, que hoy se siente "muy triste, pero también agradecida". Un legado que apuesta por la acogida inclusiva, que no relega a ningún colectivo a la marginalidad absoluta: "Siempre se ha preocupado de que no hubiera personas descartadas. Los migrantes, los grupos de diversidad sexual, los divorciados, los afectados por los conflictos bélicos, el desarme, la no violencia... Hasta ayer mismo, que pronunció un último mensaje en contra de la guerra".

Con el nombramiento de María Luisa, la relación entre ambos se intensificó y, ese mismo año, ambos acudieron al Sínodo de la Amazonía, del 6 al 29 de octubre en la Ciudad del Vaticano. "Fue removedor, ya que estuvieron las voces de los aborígenes haciendo denuncias fuertísimas de su propia situación", comenta. Aquellas vivencias marcaron a Berzosa, que también fue invitada por el propio Papa al Sínodo sobre la Sinodalidad como miembro de la Comisión de Espiritualidad y de Comunicación: "Tuvimos mucho trabajo". Fue hace dos años, en 2023, cuando tuvo lugar la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, a la que la religiosa acudió para moderar los diálogos en las mesas redondas. "Fue la primera vez que se abrió el aula a personas no obispos. Habia laicos, sacerdotes, consagrados y representación del Pueblo de Dios. Es una de las cosas que, tras su muerte, se mantendrá", explica. Desde entonces, sus conversaciones acerca de la diversidad sexual, un asunto de máxima preocupación para ambos, se repitieron de forma constante: "Sigo trabajando, acompañando y formando a muchos colectivos". En los últimos años ha colaborado con el movimiento Fe y Alegría de Educación para inmigrantes latinoamericanos en Roma, Milán y Génova.

"Nos reíamos muchísimo"

"Él inició un proceso y nosotros debemos continuar con ello. La inserción de la mujer en la iglesia, la acogida de grupos marginales, los divorciados y grupos de diversidad sexual, núcleos de familia o sacerdotes secularizados son algunos campos abiertos en los que hay que seguir. Es un desafío para todos y todas. No solo para la figura papal, que es muy importante, sino para todos los que somos parte de esto. Nos interesa empujar", reivindica. La religiosa, que cree que el Papa no logró todo aquello que se había propuesto, cree que deben crearse nuevas respuesta a los problemas de la actualidad: "La sociedad ha cambiado, no podemos dar respuestas de ayer a los problemas de mañana". Echando la vista atrás, la castellana recuerda cómo el pontífice no podía escuchar la frase "esto siempre se ha hecho así", pues su compromiso con los nuevos tiempos siempre estuvo unido a medidas y pensamientos vanguardistas para el bien de la sociedad actual. "Nos regaló un tiempo de aire fresco", suma.

Antes de poner fin a la conversación, María Luisa recuerda entre risas una de las anécdotas que quedó grabada en su retina hace algunos años, durante la comisión del primer borrador del documento del Sínodo de la Amazonía. "Estábamos en una mesa 14 obispos, todos vestidos de negro, el Papa de blanco y yo, de colores. Esa era la escena. Yo intervine con el tema de la inserción de la mujer en la iglesia, ya que no salía el tema. Cuando terminamos, él se puso en la puerta y al salir, le di un abrazo, un beso y le pregunté que por qué me había puesto en un grupo tan 'negro'. El respondió que lo había hecho para que pusiese la nota de color, ya que de no haber estado yo, no se habrían debatido varios temas sociales. Le contesté que eso era tan solo una gotita en un océano, pero él insistió en poner esa gotita, que es muy necesaria. Nos reíamos muchísimo", concluye. María Luisa Berzosa, una mano derecha para el papa Francisco en momentos clave de su mandato, ha tomado esa metáfora como una misión. Sabe que no salvará el mundo, ni lo pretende: "Voy a encender mi pequeña luz y, si todos hacemos lo mismo, la oscuridad habrá acabado".