Misa Pascual en la Catedral

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Carles Cols

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A menos de 24 de horas de viajar a Roma para asistir a los funerales del papa Francisco y, después, participar en los pautados pasos que permitirán elegir a su sucesor en el trono, el cardenal Juan José Omella ha dedicado no menos de 20 minutos de la misa Pascual celebrada en la Catedral de Barcelona a glosar el perfil más misionero y rebelde contra las injusticias de Jorge Mario Bergolio. En unos tiempos en los que la elección del nuevo Papa será leída en claves políticas de forma inevitable, Omella, que ha pasado al castellano en la parte crucial de su intervención por si alguien necesita conocer de primera mano su opinión, ya que será uno de los cardenales que deberá propiciar la fumata blanca en el cónclave, ha recordado que el primer viaje del pontificado de Francisco fue a la isla de Lampedusa de los inmigrantes del Mediterráneo, y que ese fue después el hilo conductor de su ejercicio papal.

No iba Omella a oficiar la misa de este lunes de Pascua. La muerte de Francisco le cogió camino de Francia, a unos días de recogimiento y descanso tras la actividad de Semana Santa. Dio media vuelta e informó de su propósito de oficiar la misa por la tarde. Elegido cardenal en 2017 precisamente por el Papa argentino, Omella no se ha mostrado equidistante. Ha compartido con los feligreses algunos de los momentos que compartió con Francisco. Ha recordado aquellas ocasiones en las que le convocaba para tal o cual cuestión a las siete de la mañana, muy pronto, cuando ni siquiera el servicio de secretaría del cardenal había comenzado la jornada laboral. Y entonces, cuando aguardaba en la sala de espera, se abría la puerta y salía la anterior visita. Era un incansable trabajador, ha querido subrayar el cardenal, y además un Papa dispuesto a remover los cimientos de la Iglesia.

Los feligreses, en la misa Pascual oficiada por el cardenal Omella.

Los feligreses, en la misa Pascual oficiada por el cardenal Omella. / MARC ASENSIO

No lo ha dicho como crítica. Todo lo contrario. “Todos cabemos en la Iglesia”. Estas palabras que pronunció Francisco en su viaje a Portugal no fueron bien recibidas por todos los sectores del catolicismo, visto que con ellas se interpretaba que se abría las puertas tradicionalmente señalados como pecadores por, por ejemplo, sus inclinaciones sexuales.

Francisco, antes de que la curia le eligiera como el sucesor de Benedicto, quiso ser misionero en Japón. No pudo satisfacer esa ilusión, ha recordado Omella, pero a su manera ha convertido su papado en una misión, con viajes a los lugares en los que lo cristianos peor lo pasan, como la República Centroafricana, y no a destinos cómodos. No ha visitado España.

Si las plegarias que Omella ha pedido por Francisco en una Catedral de Barcelona totalmente llena para la ocasión han sido una pista sobre con qué postura participará en el próximo cónclave, esta ha quedado meridianamente clara. Ha aplaudido la apuesta de Francisco de feminizar algunos puestos clave del Vaticano (“una Iglesia solo de hombres no es buena”), ha subrayado que las encíclicas de este Papa han sido una invitación a celebrar la vida y ha destacado la humildad con la que dejó encargado que quería ser enterrado, en la iglesia de Santa María la Mayor.