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La moda: ¿a quién hablamos cuando elegimos nuestra ropa?
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No te arregles: total, es Barcelona
080, el mayor escaparate de la moda del futuro

Desfile de Anel Yaos en la 080 Barcelona Fashion / 080 BARCELONA
En un desfile de alta costura en París, una modelo recorre la pasarela envuelta en una indumentaria que cuesta más que un año de hipoteca o un coche familiar. La imagen da la vuelta al mundo, y en las redes sociales, la fórmula de comunicación más internacional, veloz y democrática, millones de chicas replican ese mismo aspecto con una salvedad: en sus versiones 'low cost' porque ahí, precisamente, está la democratización. El caso es dar con una pincelada, con un gesto del aura de aquella modelo, de la imagen que les han grabado en la retina. Pero, ¿qué se esconde detrás de ese deseo? ¿Por qué vestimos como vestimos? Y, sobre todo, ¿a quién le estamos hablando cuando elegimos nuestra ropa?
Quizás la actitud más falsa frente a la moda sea la de decir “no me importa la moda”. Porque por un lado está la obligación de vestirse, y por otro lo de vestirse para uno mismo es, salvo muy contadas excepciones, una idea fracasada de raíz porque vestirse requiere una decisión diaria y depende de muchos factores: la actividad a realizar, las personas con las que realizarla, la seguridad en uno mismo… En definitiva, elegir el mensaje que se desea lanzar. Y ahí entran los dos pilares sobre los que se sostiene la indumentaria: forma y función, porque sería imposible sentirse cómoda enfundada en un vestido largo de 'paîllet' para asistir a una reunión de oficina, como lo sería vestir un chándal para asistir a una función de gala en la Ópera. “Los protocolos derivan del sentido común y la lógica”, dice la profesora de protocolo Bárbara de Senillosa.
Pilar Pasamontes, Directora Científica del Área de Moda de IED Barcelona (Instituto europeo de Diseño), lo argumenta de este modo: “Tu propio protocolo es tu propia psicología de la moda. Salir hecha un pingo es de mala educación, al menos hay que ir limpia, aunque el desarreglo porque sí también es una forma de comunicarse”. En este sentido, es la especialista en cultura de la moda y comisaria de exposiciones, Charo Mora, quien comenta: “Los protocolos son códigos creados para que todo el mundo sepa lo que hacer, hacen la vida más fácil en realidad”.

Pilar Pasamontes, directora científica en moda en IED e historiadora del siglo XX. / Marc Asensio
Madres e hijas
Hacia dónde se dirige la moda, en términos generales, es una cuestión a plantear desde diversos ángulos. “La tendencia ahora es querer parecer más joven, las madres visten como las hijas”, piensa Pasamontes. Si se trata de las limitaciones de la moda con la edad, Mora afirma que “el edadismo es cruel, aunque las cosas están cambiando. Los valores culturales determinan lo que es considerado bello o no, y lo bello no es inocuamente bello. Los códigos son
sistémicos, pero están cambiando porque el sistema está cambiando”.
El único diseñador español reconocido de prendas en género de punto, el catalán Joaquín Verdú, cumple en 2025 sus 50 años con la moda. Verdú comenzó con Pedro Rodríguez, del que dice haber aprendido que “diseñar no es poner, es sacar”, una idea que ya hizo suya Coco Chanel al decir que “la simplicidad es el punto principal de la elegancia”. Es justamente lo que ha caracterizado las colecciones del catalán, patrones impecables, género de punto de mucha calidad y “formas frescas y naturales siempre, y además creo que la moda actualmente se dirige hacia esta filosofía de prendas atemporales”, comenta. Así son también, aun siendo muy diferentes, las prendas de la diseñadora también catalana Lydia Delgado, atemporales, urbanas y con identidad. “Hay algo muy sagrado —explica la diseñadora—, y es que cuando una hace algo artístico, algo que se puede reconocer, tiene una gran importancia porque significa pureza interior, lo haces con cierta inocencia y por eso está reconocido. Es un compromiso con una misma, sucede de una forma inconsciente. Galiano, por ejemplo, solo hay uno, se reconoce y muchos se inspiran en él, pero en el mundo de la alta costura, donde las marcas mueven mucho dinero, no todas se reconocen”.

Joaquín Verdú con uno de sus diseños / CEDIDA
Acerca de la atemporalidad de la moda, Charo Mora piensa que “hay piezas que pasan de generación en generación, antes se hacía ropa a medida o las mujeres se la cosían, estaba bien hecha. Las piezas han dejado de durar, la calidad vence al tiempo y el tiempo es el juez más severo, lo pone todo en su lugar y lo atemporal sobrevive. Nunca tires nada de un buen armario, se puede reformar, combinar, hay una parte que siempre funciona”.

Charo Mora en la Librería Finestres. / Zowy Voeten
El gusto y la educación
Pierre Bourdieu, sociólogo francés, uno de los más influyentes del siglo XX, afirma que el gusto, en todas las disciplinas, no es una elección personal e inocente, sino una construcción social profundamente atravesada por la clase, la educación y el entorno, y la forma de entender la estética viene marcada por un historicismo que ayuda a comprender la realidad de cada momento. De alguna manera, esto significa que para entender el futuro de la moda se debe entender su pasado. Así lo cuenta Pasamontes: “Desde siempre la moda es un reflejo de lo que ocurre en el orden social. Para entenderla hay que abrir los ojos y mirar, la mirada resuelve la Historia, te la cuenta”.
¿Cómo lo cuenta? A través del Arte en todas sus manifestaciones, y de la literatura. Pasamontes añade: “Hasta el siglo III la gente va descalza, solo se calzan los esclavos que construyen las pirámides y los que forman la corte del Faraón. Los senadores griegos visten con mucho tejido para taparse y demostrar su supremacía, mientras los gimnastas van casi desnudos. Las prostitutas visten como las demás mujeres pero pintan las suelas de sus zapatos de rojo para que el cliente lo tenga claro, es su mensaje. Con la Edad Media llega el oscurantismo, las mujeres se cubren hasta el suelo y no muestran los pies, no se sabe cómo calzan. Durante el Imperio español, en el que nunca se ponía el sol, manda la religión, más oscuros y tapados imposible; los hombres se dan luz con las gorgueras plisadas de color blanco, y las mujeres visten con corsé, señal de marido poderoso que se permite una mujer-florero porque con aquello es imposible moverse”. La prenda de tortura tarda seis siglos en desaparecer, pero finalmente abandona los roperos en pro de unos pulmones más relajados y para mitigar el sufrimiento femenino.
Mora cree que los tiranos del gusto y de la estética han quedado fuera de plano; Verdú, que el buen o mal gusto es algo intrínseco de la persona, que difícilmente se puede educar; Delgado cree que la elegancia es cuestión de ser muy auténtico con uno mismo y tener creatividad, y que el límite del buen y mal gusto es muy complejo; Pasamontes piensa que el gusto es innato pero depende del entorno en el que se forma la persona.
El 'quiet luxury'
Hoy las élites están dominadas por elquiet luxury contrariamente a aquel barroquismo de una evidencia escandalosa que imperó en los años 90 del siglo pasado. Basta recordar la frase de Christian Lacroix: “Ponte un Lacroix, y si lo salvas eres un diez”.
Esas mismas élites han dejado de suponer un factor aspiracional para los grupos urbanos con menos poder adquisitivo. Pasamontes aclara que “los ricos siempre han marcado la moda, pero eso ha cambiado y ahora la marcan los habitantes de barrios más humildes, los raperos, los del reggaetón… Ya en la película 'Fiebre del sábado noche', John Travolta convirtió la horterada en una reivindicación”.
El sociólogo alemán Georg Simmel enfatizó la dualidad de la moda en el sentido que a la vez conecta y separa a las personas: es un reflejo de la tensión entre la búsqueda de identidad individual y la necesidad de pertenencia a un grupo. Judith Butler, filósofa neomaterialista, introduce la idea de performatividad, sugiriendo que la forma en que las personas se visten y se presentan públicamente contribuye a la construcción de identidades de género que, a su vez, están estrechamente vinculadas a normas sociales y culturales. Para Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico, la moda es consumismo líquido donde las tendencias son pasajeras y reflejan la inestabilidad y la constante reinvención de la identidad en la modernidad. Un enfoque que invita a reflexionar sobre los efectos de una cultura superficial en la que la moda se convierte en un elemento esencial para la definición personal, pero también para la alienación. Pasamontes de nuevo aporta que “hay cero frivolidad en la moda, la gente es parca en explicar lo que siente y la indumentaria refleja todo, y es que la moda no es solo lo que llevas puesto, va más allá del textil.
La moda sigue siendo un campo de batalla simbólico donde juegan el estatus, la pertenencia y la exclusión. Solo hay que pensar en aquella o aquel modelo de la pasarela de París a los que tantas y tantos quieren parecerse, por eso Pilar Pasamontes piensa que “hay mucho clon hoy en día, cuesta distinguir a veces unas chicas de otras”. Las redes sociales dan fe de ello.
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