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Manifestación de científicos e investigadores contra los recortes de Trum en Washingtont, el pasado marzo. AP/ Mark Schiefelbein / AP/ Mark Schiefelbein


Michele Catanzaro
Michele CatanzaroPeriodista
Palabras prohibidas en los documentos oficiales; proyectos de investigación congelados; comités de mujeres científicas desmantelados… Estas son algunas de las experiencias por las cuales están pasando los investigadores españoles que trabajan en Estados Unidos. En una encuesta con más de 50 de ellos, a la cual ha tenido acceso EL PERIÓDICO, el 92% ha declarado que se plantea dejar el país dentro de los próximos cuatro años.
Los organizadores de la encuesta han pedido que no se divulgue su identidad por miedo a represalias. Lo mismo han solicitado casi todos los siete cientificos españoles residentes en EEUU que han aceptado dar su testimonio para este reportaje y están citados con nombres ficticios.
Desde el inicio de su presidencia, Trump ha congelado los fondos de miles de proyectos de investigación con financiación federal. También ha recortado el dinero para estudios sobre género y diversidad, vacunas, covid, clima, contaminación y desinformación. A la vez, ha aplicado duros recortes a las universidades (a menudo bajo la acusación de consentir protestas contra la guerra en Gaza) y pretende recortar drásticamente su 'overhead', el mecanismo con las cuales se financia su funcionamiento ordinario.
Al dictado de Elon Musk, el gobierno ha llevado a cabo despidos masivos en organismos federales, como los National Institutes of Health (NIH, en los cuales también ha purgado diversos directores de centros) y la NASA (cuyo mando caerá en manos de un astronauta de SpaceX, la empresa de cohetes de Musk). También ha recortado las becas para estudiantes extranjeros y suspendido visados de forma arbitraria. Finalmente, ha dado de baja centenares de webs gubernamentales que contenían datos sobre el clima y la salud global, entre otros temas.
Comités cancelados y palabras prohibidas
El 95% de los científicos españoles encuestados declara que se han visto impactados directamente por recortes en proyectos o en sus grupos de trabajo. La física Amparo, que lleva una década en EEUU, forma parte de un comité para los derechos de las mujeres científicas en su centro de investigación. Días después de la toma de posesión de Trump, el instituto cerró los canales de comunicación del grupo y prohibió que se reuniera en su edificio. Esa misma semana, a la bióloga Andrea le cancelaron un proyecto de investigación sobre diversidad genética, “porque su titular contenía la palabra diversidad”, afirma.
La prensa de EEUU ha obtenido documentos de la Administración con listados de palabras prohibidas en los proyectos de investigación. Íñigo, investigador biomédico, relata de compañeros que evitan la expresión “ratón transgénico”, por si algún censor lo malinterpretara como “transgénero”. Y que los que investigan en vacunas contra el cáncer están buscando nombres alternativos, para que no se confundan con las vacunas ordinarias, odiadas por el actual director del departamento de salud, Robert Kennedy.
Todo lo que huela a inclusión puede tumbar la financiación de un estudio. Mateo, neurocientífico que lleva 5 años en EEUU, está reescribiendo a toda velocidad una petición de financiación, para pasar de puntillas sobre un hecho bien conocido: que hay un déficit de estudios sobre las mujeres embarazadas.
Los investigadores españoles en EEUU se sienten especialmente desprotegidos, por ser extranjeros. Las fuentes consultadas citan casos de visados revocados por causas tan triviales como una multa de tráfico. O expulsiones justificadas con un tuit crítico o la participación en una manifestación.
Borrado de mensajes
“Hay paranoia entre los extranjeros, hasta el punto de borrar conversaciones en whatsapp por si acaso”, explica Laura, neurocientífica que trabaja en EEUU desde hace 4 años. Diversos de sus compañeros se negaron por miedo a ir con ella a la manifestación de científicos que se celebró en Washington en Marzo. Ella misma dice que no va a unirse a otras protestas, por miedo a ser expulsada por ello.
“En la última asamblea de facultad hubo gente llorando: personas que llevan 30 años trabajando a las cuales les han dicho que tendrán que despedirle, si no llega el dinero”, afirma Mateo. Ante la incertidumbre, los laboratorios de las fuentes consultadas han parado todos los procesos de contratación. “Nunca había visto nada parecido. Es una locura, la gente no sabe a qué atenerse”, afirma Andrea, que lleva 13 años en EEUU. “La gente está como paralizada”, dice Amparo. A ello contribuye el caos del proceso. Diversas fuenten relatan casos de investigadores despedidos por error y recontratados poco después.
Las fuentes consultadas no consiguen explicarse lo que está ocurriendo. Amparo se fue de España hace una década, a raíz de los recortes sucesivos a la crisis financiera. “Lo que está pasando aquí es distinto. Es un ataque contra la libertad académica. Se está tratando de aterrorizar y traumatizar para que no haya resistencia. Hay unos claros tintes autocráticos”, afirma.
Incierta vuelta a España
Los centros de investigación con sindicatos son de los pocos que están plantando cara. Los jueces también están parando las medidas más draconianas. Pero irse de EEUU se va perfilando como la solución para muchos.
No obstante, volver a España no parece viable: los encuestados priorizan otros países europeos. “Que las condiciones empeoren en EEUU no quiere decir que las cosas hayan mejorado en otros lugares”, explica Josué Tonelli, matemático español del la Universidad Johns Hokins. Los salarios bajos, la falta de recursos complementarios para contratar un equipo y la burocracia hacen menos atractivas las ofertas españolas.
“Mi familia me ha enviado enlaces a los programas de atracción de talento lanzados en España. Puedo vivir con un sueldo más bajo, pero mi pregunta es sobre la estabilidad. ¿Qué pasará dentro de unos años, cuando se acaben esos contratos?”, concluye Laura.
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