El barrio más pobre de Catalunya
¿Qué ocurre en Font de la Pólvora?: "Estamos viviendo un efecto rebote"
El aumento de la presencia policial tras el crimen del pasado junio, que no ha ido acompañada de mejoras sociales, alienta el resentimiento y la sensación de abandono de los vecinos
A diferencia de lo que ocurre en barrios como La Mina o Sant Roc, en este vecindario no existen entes para la transformación social
Abandonados en Font de la Pólvora: "Nos tratan como a unos marginados"
Infidelidad, un destierro, armas y un barrio olvidado: el trasfondo del doble crimen de Girona

Un vecino de Font de la Pòlvora, unos generadores, que abundan en el barrio porque permiten acceder a la electricidad durante los cortes de luz habituales. / Ferran Nadeu


Elisenda Colell
Elisenda ColellPeriodista
Redactora de desigualdades y exclusión social. Premio 'Montserrat Roig', por mención especial del jurado (2024). Crecí en la redacción de informativos de la Cadena SER en Catalunya. Nací en Viu Comunicació y Cugat.cat.
Font de la Pòlvora (Girona) lleva un año en el foco de las crónicas de sucesos. La última, el domingo pasado, cuando un par de personas se pasearon por el barrio exhibiendo pistolas y disparando el aire y los vecinos, angustiados, alertaron al 112. Es la última desde que el pasado 23 de junio, en plena verbena de Sant Joan, se produjo una discusión entre familias que derivó en un tiroteo que acabó con la vida de dos personas. El caso fue noticia durante semanas porque los autores huyeron al sur de España hasta que finalmente fueron detenidos en septiembre.
Este es el barrio más pobre, con más desempleo y menos jóvenes con estudios de Catalunya, según el índice socioeconómico territorial del Instituto Nacional de Estadística. Mucho peor que La Mina o Sant Roc, donde sí hay entes sociales propios para la dinamización y transformación social.
"Últimamente no paramos de ver policía, pero no están para lo que necesitamos"
¿Qué está ocurriendo en el barrio? Los representantes vecinales consultados por EL PERIÓDICO ven un efecto rebote en una parte del vecindario, fruto, apuntan, de un sentimiento de abandono y de resentimiento al que no ha ayudado, consideran, un aumento sin precedentes de la presencia policial. Para muchos de los vecinos, esta presencia policial ha aumentado sin justificación ni mediación. Lamentan que el barrio que acumula décadas de olvido de las administraciones viva ahora lo que califican de política represiva y lamentan que no se haya apostado por el trabajo comunitario y en positivo. "La gente está harta", resume Marisol Heredia, histórica representante vecinal.
Font de la Pólvora nació en los años 70, cuando las autoridades franquistas construyeron 200 pisos de protección oficial en el este de la Girona, donde en aquel momento había una cantera. Hasta entonces allí vivían sus trabajadores en un campamento chabolista que se fue extendiendo durante años con la llegada de familias inmigrantes y de personas sin hogar. "Fue una forma de apartarles de Girona, de sacar a los pobres de la ciudad para que no se vieran, para que no molestaran. Había algunos que vivían en el albergue del centro o en la calle en el casco antiguo y los trajeron hasta aquí", afirma Marisol Heredia, la presidenta histórica de la Asociación de Vecinos de Font de la Pólvora. "Desde entonces somos una zona olvidada, marginada. Vivimos como animales y así es imposible integrarse. En Girona, si saben que somos de Font, no te contratan", insiste Heredia.
Fuentes policiales confirman un cambio de política: "Antes se les dejaba hacer más. Ahora se ha cambiado el criterio, y eso les molesta"
José Fernández, el actual presidente de la asociación, agradece, por su parte, la ayuda del Ayuntamiento de Girona para tratar de frenar la última amenaza de Endesa de dejar sin luz a dos calles enteras del barrio. Un corte que parece inminente en un vecindario habituado a los cortes de suministro. Un barrio en el que, por otra parte, el 80% de pisos inspeccionados tienen la luz pinchada.
"Los camiones de la limpieza no pasan por todas las calles, tenemos un párquing que ya parece un vertedero y hace cinco años que nadie lo viene a limpiar"
"Pero tenemos muchas necesidades. Una, la limpieza: los camiones no pasan por todas las calles, tenemos muy pocas papeleras y están rotas, tenemos un párquing que ya parece un vertedero y hace cinco años que nadie lo viene a limpiar...", enumera Fernández. Le costó año y medio conseguir que se limpiaran los accesos a la guardería del barrio.
Otro, la gestión de los coches. "Llevamos años pidiendo que retiren los coches abandonados y mal aparcados, que busquemos una manera para el tema del aparcamiento... pero nada", se queja Fernández. Porque, además de la sensación de oídos sordos de la Administración, hay que sumarle la poca unidad vecinal. "Cuelgo carteles, la gente me pide que hagamos reuniones pero luego somos 19, y siete son de mi familia... ¿cómo vas a reclamar nada?", añade Fernández.
Vivienda, desahucios y el centro cívico
Otro problema es la vivienda. Una gran parte de los pisos del barrio siguen siendo de alquiler social por los que los inquilinos pagan el 20% de sus ingresos. En un barrio donde la ocupación no llega al 26%, una gran parte de los vecinos sobrevive con la Renta Garantizada de Ciudadanía. Heredia es un ejemplo. "No te da para vivir dignamente. Yo hace años que no puedo comprar pescado", cuenta la mujer.
"De no ver ni un coche de la policía en años ahora tenemos cada día tres furgonas. La gente no puede más y se está rebotando"
Pero hay otros bloques de protección oficial que se vendieron, terminaron con hipotecas y ahora están en manos de bancos. Muchos, ocupados. "La gente intenta negociar un alquiler social con los bancos pero no hay forma, quieren tenerlos vacíos", sigue Heredia. Los desalojos son constantes. "Entonces sí que viene la policía, a sacarnos de nuestras casas sí que vienen", insiste la mujer.
Uno de los desalojos que más impactaron en el barrio fue el de un joven que trató de entrar en uno de estos pisos ocupados. "Ese piso era de su madre pero la desahuciaron porque no podía pagar la hipoteca... y él se metió. Era de un banco, llevaba años vacío. Lo echaron de una forma denigrante, le rompieron todos los muebles, la ropa... y le tiraron lejía", cuenta Heredia. Otro caso recordado en el barrio fue el de una madre con tres niños que terminó a la calle sin alternativa.
Uno de los últimos episodios de tensión en el barrio fue el pasado marzo, cuando un intento de ocupación derivó en disturbios en la calle y el asalto al centro cívico Onyar, que acabó destrozado. "A mí no me parece bien porque el centro cívico es un lugar nuestro donde podemos hacer muchos actos, aprender, dar oportunidades... es algo importante y bueno para nosotros", defiende Fernández.
"Corrió el rumor de que en Salt, cuando echaron al imán de su casa, la gente salió a protestar y consiguieron un piso. Pues aquí quisieron hacer lo mismo y hubo quien quiso malmeter contra el centro cívico", detalla Fernández. Es cierto que este local es la referencia de la Administración en el barrio y, por tanto, el foco de ese resentimiento que cunde en el barrio.
Cambio de criterio policial
"La realidad es que el barrio lleva un tiempo con mucho resentimiento. Últimamente no paramos de ver policía, pero no están para lo que necesitamos", apunta Heredia. Su familia fue víctima del doble crimen del pasado 23 junio en el barrio. "Desde entonces cada día vemos furgones aquí. Parece que vienen aquí solo para dejar a la gente sin casa, y esto no gusta, esto que vemos ahora es un efecto rebote", opina Heredia.
"De no ver ni un coche de la policía en años ahora tenemos cada día tres furgonas. La gente no puede más y se está rebotando"
Fuentes policiales confirman a este diario que ha habido un cambio de criterio en la política policial en este barrio. "No íbamos y se les dejaba hacer lo que querían en el barrio. Ahora se ha cambiado el criterio, y eso les molesta".
"Muchas veces hacen cosas sin tener en cuenta nuestra opinión y no sirven para nada"
El barrio lleva años pidiendo más presencia policial, sin éxito. Como resultado, por ejemplo, es habitual ver a niños montados en moto sin casco y los menores han normalizado el vandalismo desde pequeños... El problema es que esta presencia policial se ha desplegado de cero a cien. A los vecinos les hubiera gustado que ese despliegue se hiciera de forma pactada, mediada, progresiva y combinado con medidas sociales y comunitarias. "De no ver ni un coche de la policía en años ahora tenemos cada día tres furgonas. La gente no puede más y se está rebotando", analiza Heredia.
"Yo tengo la sensación que estamos yendo atrás, que el barrio había mejorado pero volvemos atrás", opina Fernández. Cree que hacen falta inversiones en temas educativos (aún hay analfabetismo en el barrio), sociales y de orientación laboral, pero sobre todo, que estos proyectos se hagan teniendo en cuenta a los vecinos. "Muchas veces hacen cosas sin tener en cuenta nuestra opinión y no sirven para nada", insiste Fernández. Porque a pesar de los indicadores de pobreza, Font de la Pòlvora no cuenta con entes de transformación social como los que tienen La Mina o Sant Roc, donde los datos sí reflejan una mejoría social.
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