Reportaje
Seis años viviendo en los terrenos de Aena frente al aeropuerto: "Es imposible pagar un alquiler"
El Govern aportará más de 130.000 euros para que El Prat atienda a las entre 30 y 80 personas que habitan en este espacio.
Operación policial en el aeropuerto de Barcelona para desalojar a un centenar de personas sin hogar

Personas sin hogar, duermen en el aeropuerto de El Prat / Ferran Nadeu


Elisenda Colell
Elisenda ColellPeriodista
Redactora de desigualdades y exclusión social. Premio 'Montserrat Roig', por mención especial del jurado (2024). Crecí en la redacción de informativos de la Cadena SER en Catalunya. Nací en Viu Comunicació y Cugat.cat.
A las cinco de la tarde Abdul abre una bombona de butano y la enchufa en un fogón grasiento. Vacía una garrafa de agua en un cazo y lo enciende. "Caliento el agua para limpiarme antes de rezar", cuenta el hombre, refugiado en una casa hecha con palés de madera, mantas y lonas. Hace seis años que habita este insalubre lugar en los terrenos que hay entre El Prat de Llobregat y el aeropuerto, propiedad de Aena. "No es que quiera vivir aquí, es que es imposible pagar un alquiler y no he encontrado otra forma".
El Ayuntamiento del Prat de Llobregat explica que atiende a una población de entre 30 y 80 personas que viven en este lugar. Para ello, la Generalitat le aportará más de 130.000 euros. EL PERIÓDICO ha podido hablar con tres de ellos.
"He venido a Barcelona porque estoy trabajando en Amazon como repartidor, el problema es que es imposible encontrar un alquiler"

Abdul, un hombre sin hogar que vive en los terrenos de alrededor del aeropuerto, este lunes. / Ferran Nadeu / EPC
Abdul tiene 36 años. Cuando cumplió la treintena, escapó de Casablanca (Marruecos) y atravesó el estrecho en patera hasta Cádiz. De allí llegó a Barcelona, donde viven sus tres hermanos mayores. Ninguno quiso acogerle. "Me quedé aquí sólo y sin nada, no sabía qué hacer". Estuvo viviendo en los aledaños de la mezquita en el barrio de Les Palmeres de El Prat hasta que decidió construirse una precaria vivienda al lado de una antigua construcción de contadores eléctricos en desuso. Donde antes debía haber un flujo de cables, ahora está su colchón, su ropa húmeda tras las últimas lluvias y una manta. "Yo no vivo aquí por gusto", insiste.
Trabajadores de Mercabarna
Cada día, se levanta de madrugada y se acerca hasta el mercado de Mercabarna en bicicleta. Los días con suerte, consigue 10 euros ayudando a descargar camiones de fruta. Cuando no hay trabajo, sale con una bolsa con fruta, cortesía de los fruteros compatriotas que ya le conocen. Hoy es uno de ellos. "No he podido trabajar, pero al menos me han dado esto", cuenta mostrando una bolsa con plátanos y naranjas. Corta a gajos una sandía, también regalada. "Al menos tengo cena", dice.

Abdul, un hombre sin hogar que vive en los terrenos de alrededor del aeropuerto, este lunes. / Ferran Nadeu / EPC
Ahora no está solo, hace un par de semanas que le acompaña Karim, un amigo de infancia en Marruecos, afincado en Bilbao. "He venido a Barcelona porque estoy trabajando en Amazon como repartidor, el problema es que es imposible encontrar un lugar para alquilar", confiesa el hombre, con mujer e hijos en el País Vasco. Karim duerme en un colchón en el suelo, lleno de barro. "Con las lluvias de estos días esto parecía un pantano, nos llegaba el agua hasta la rodilla", explica.
"Antes vivía en chabolas de Barcelona y de Sant Adrià del Besós, pero aquí estoy más tranquilo, solo"
El bilbaíno aún se está adaptando a esta vida, y espera que termine pronto. "Por las noches me emparanoio con que el techo se va a desmontar y me caerá arriba. Y lo de ducharte con garrafas de agua fría es denigrante...", sigue.
Ellos no son los únicos inquilinos de este terreno. Unos quinientos metros más al sur, en dirección al Parc Nou, aguanta una casa construida con telas de color morado. Su dueño, Condoiu Catalin, habita el lugar desde hace un año. "Antes vivía en chabolas de Barcelona y de Sant Adrià del Besós, pero aquí estoy más tranquilo, solo", cuenta cargado con varias garrafas de agua que ha rellenado en la fuente.
Como Abdul, come una vez al día gracias a las horas que pasa en Mercabarna ayudando a descargar mercancías. "Lo que estoy intentando es encontrar un piso, pero es que es imposible, nadie me puede ayudar", lamenta.

La vivienda de Condoiu Catalin, en un terreno de Aena en El Prat de Llobregat. / Ferran Nadeu / EPC
Los dos chabolistas, además de varios vecinos de la zona, explican que las semanas pasadas en este terreno habitaban muchas más personas. Se nota también en algunas construcciones, que aún aguantan en pie pero tienen algunos destrozos, y las roderas que permanecen en los terrenos. "Vino la policía con las máquinas a decirme que me fuera. Pero ¿dónde voy?", recuerda Abul.
También Catalin se negó a abandonar el lugar. "No es que me guste estar aquí, pero al menos es un lugar, es algo", sigue. Unas vecinas del barrio de Sant Cosme muesran cómo en otra chabola, que sigue en pie pero deshabitada, había una especie de establo donde vivían gallinas y patos. Hoy está vacío. "La semana pasada estaba aquí", aseguran.
Atención sanitaria en el aeropuerto
El grueso de las personas sin hogar están, sin embargo, dentro de las terminales. Las 150 personas que duermen allí habitualmente siguen sin saber si por las noches podrán descansar. "Hay días que no nos dicen nada, y otros que nos obligan a estar fuera desde las doce hasta las cuatro de la madrugada", cuenta Pedro. Mayor de 60, y con problemas para andar, ahora además tiene la mano vendada. "Me hice una herida y como soy diabético sangraba mucho y me fui al CAP a Barcelona".
Emilio, de 60 años, aparece con su barba blanca y una esponja, recién salido de una ambulancia del Sistema d'Emergències Mèdiques (SEM). Los educadores contratados por la Generalitat se dieron cuenta de que muchos de los sin hogar del aeropuerto son personas mayores con pluripatologías y envejecimiento avanzado y que los servicios médicos aeroportuarios no se hacían cargo de ellos.
"Me han salido unos granos raros en la espalda y me han dicho que con esto me la limpie bien". El resto bromea. "¿Dónde me ducho?", se pregunta el hombre, que se asea como puede en los baños de la terminal.

Chema, Pedro y Emilio, tres hombres sin hogar, que viven en el aeropuerto. / Ferran Nadeu / EPC
Txema también ha ido al médico. Lleva menos de un año durmiendo en la T1. "Yo antes era barman, combinaba el verano en Castelldefels y el verano en Andorra". El último día de trabajo, la empresa invitó a todos los empleados a Port Aventura. "Allí me dí cuenta que tenía la pierna hinchada como un elefante". Estuvo varias semanas en el hospital, le echaron de la habitación que alquilaba y tampoco pudo pedir el paro. "Entré al hospital siendo un trabajador honrado y salgo siendo un sintecho", dice. Aún tiene la piel agrietada y muchas marcas. "Pero el médico que me ha visto dice que voy bien", se relaja.
Carlos, que lleva tres meses en la T1, se niega a recibir atención médica, aunque los educadores le insisten. "Me incomoda contarle mi vida a alguien que luego no me va a ayudar. No nos dan ninguna alternativa, ninguna solución. El ayuntamiento y Aena se pelean por nosotros, pero aquí seguimos. No estamos aquí por gusto, es que no tenemos adónde ir", insiste.
- Aviso de la Guardia Civil a toda España por lo que está pasando con los perros: 'Ten cuidado si paseas
- El cardiólogo Aurelio Rojas, explica cuándo hay que tomar un kiwi para dormir como un bebé
- El pueblo más pobre de España no es tan pobre: 'Aquí hay dinero, pero mucho no se declara
- Una madre viaja de Colombia a Santa Coloma para recuperar a su hijo y acaban en la calle en Barcelona, sin ayuda de servicios sociales
- Gabriel Rolón, experto en salud mental: “Cuando nos deja la persona que amamos, por suerte al día siguiente hay que ir a trabajar
- El Supremo eleva hasta los 3 millones más intereses la indemnización por el daño neurológico causado por negligencia médica en un parto
- La Comisión Europea autoriza finalmente el lecanemab, el fármaco que ralentiza el deterioro del alzhéimer
- Los tres errores más comunes al suplementarse de omega-3, según el cardiólogo Aurelio Rojas