La leche de camello, el prodigio lácteo de Fuerteventura que mejora la vida a diabéticos e intolerantes: "En Europa alcanza los 300 euros el litro"

La mayor granja del continente nació hace 40 años y, con un rebaño de 500 ejemplares canarios, espera comercializar sus productos a lo largo de 2025 

DromeMilk Camel Bio Farm comercializará sus productos a lo largo de 2025.

DromeMilk Camel Bio Farm comercializará sus productos a lo largo de 2025. / DROMEMILK CAMEL BIO FARM

Pablo Tello

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuatro camellos y un sueño. Así empezó todo cuatro décadas atrás, en un minúsculo terreno ubicado junto a la FV-2, carretera principal de Fuerteventura. La industria turística desembarcó aquí hace 42 años y dio trabajo a más de 500 familias, entre ellas la nuestra”, recuerda Guacimara Cabrera, CEO de DromeMilk y presidenta de la Asociación de Criadores de Camello Canario. Agricultores y ganaderos de profesión, sus padres comenzaron a trabajar en el mantenimiento del primer hotel construido en la isla: “Vieron que los turistas arrancaban las plantas endémicas y, como ellos sabían elaborar esquejes, decidieron venderlas en la finca”. De forma paralela y con el objetivo de limpiar el vivero, introdujeron cuatro camellos para que comiesen las malas hierbas. “Se los prestó mi abuelo. Los visitantes quedaban impactados. Se paraban, tomaban una foto y, como propina, compraban una planta”, añade la majorera. Al mismo tiempo, otros vecinos empezaron a llevar burros o ponis que no podían mantener: “La Guardia Civil también trajo algunos procedentes de del tráfico ilegal en Latinoamérica o África. Canarias era la puerta a Europa y entraban primates, tortugas, loros, gacelas…”

Guacimara Cabrera, presidenta de la Asociación de Criadores de Camello Canario, junto a uno de sus animales. / DROMEMILK CAMEL BIO FARM

Prácticamente en un abrir y cerrar de ojos, el matrimonio se convirtió en un refugio de animales rescatados con una granja de artiodáctilos incorporada. “Era algo familiar, no una empresa. Nació como una vía para proteger la naturaleza”, relata. Sin embargo, tras la implicación de la joven, la iniciativa se vio respaldada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y otras asociaciones internacionales de conservación de la biodiversidad. En consecuencia nació Oasis Wildlife, un núcleo zoológico y centro de rescate con más de 1,5 millones de metros cuadrados que participa en operaciones de incautación. Por otro lado, y de manera simultánea, vio la luz Dromemilk Camel Bio Farm, una explotación ganadera de camellos originarios que busca incrementar la población de esta raza. “Son muy importantes para nosotros porque estuvieron desde el principio. Comenzaron siendo un escaparate al lado de la carretera y luego pasaron a dar paseos, algo inusual aquí”, suma. Para su sorpresa, cuando decidieron aumentar su rebaño observaron que apenas quedaban unos pocos. Todos habían ido a parar a África. 

Reduce el azúcar en sangre

De allí, precisamente, es de donde consiguieron los primeros que llegaron a la isla hace seis siglos: “Hasta hace no mucho, había un carnet de conducir propio y la gente iba al trabajo en camello. El paisaje lo han abierto ellos, no los coches”. Desde que en 1988 se prohibió la entrada de especímenes africanos a Europa por posibles infecciones, las investigaciones alrededor del animal se han centrado en estudiar la composición de la leche. “Quisimos estudiar los valores para devolverle el estatus de ganadería, ya que, a día de hoy, solo les salvan los paseos turísticos”, cuenta. Más anchos y robustos que las razas africana y asiática, esta especie ha terminado siendo única en el mundo. Su esperanza de vida alcanza los 40 años, aunque su utilidad en la ganadería termina a los 15 o 20. La familia Cabrera apostó por el rigor científico y, junto a universidades de Las Palmas de Gran Canaria y Madrid, lograron catalogarlo como subespecie en 2001: En realidad son dromedarios, pero el Ministerio nos permitió denominarlos así. Ha sido un camino solitario en el que hemos pasado de tener cuatro a 500 mamíferos”. Pese a ser la mayor hacienda del continente y dar la bienvenida a 40 nuevas crías cada temporada, todavía no han comercializado sus lácteos por falta de referentes. Será a lo largo de este verano cuando vean la luz en Fuerteventura. 

DromeMilk Camel Bio Farm es la granja camellar más grande de Europa. / DROMEMILK CAMEL BIO FARM

Amarga al principio, ligeramente salada y con una connotación dulce al final, que es lo que la diferencia del resto. Así es su leche. “El sabor es similar a la cuajada”, asegura Guacimara. Además, tiene cinco veces más vitaminas B, C, D y E que cualquier otra leche y un valor de hierro elevado: “Es desnatada porque carece de grasa y, junto a la de yegua y la de rata, no posee lactosa, por lo que es apta para intolerantes”. Entre sus componentes se encuentra la insulina, capaz de reducir al 50% el nivel de azúcar en sangre con apenas 250 mililitros. “La cría nace sin páncreas y es su madre quien produce esta hormona durante sus primeros meses de desarrollo”, desvela. También es beneficiosa para la microbiota, diversas alergias y personas en tratamientos como la metástasis que debilitan las defensas: “Es un Red Bull lácteo, pero no cura el cáncer o la diabetes como se ha dicho”. Fue en 2011 cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura declara al camello como animal de alto valor en la lucha contra el cambio climático y en la supervivencia del ser humano. “Se nos abrió el cielo”, asegura. Hasta ahora, la granja ha empleado su producción en investigaciones llevadas a cabo por el propio centro, que buscan expandir las posibilidades de este producto. 

Oro blanco

“En cosmética es comparable al ácido hialurónico y en parafarmacia a un antiinflamatorio. Además, la lana es parecida a la de llama o alpaca, costosa por ser aislante del calor”, detalla la presidenta. Unida a su equipo, creó en 2018 un modelo sostenible pionero en Europa con el fin de preservar el linaje intacto y aumentar su presencia en el archipiélago. “Construir esto con una única raza alberga más complejidad, pues llevamos un control exhaustivo de cada generación y el siguiente paso es comercializar la bebida”, insiste. A diferencia de las hembras africanas, que llegan a producir 35 litros al día, las que habitan en Canarias se mueven entre 6 y 13, dos veces al día: “La forma de extraerla no tiene nada que ver con una vaca. Ellas son llamadas por su nombre y entran de voluntariamente a las salas de ordeño”. Se trata de un proceso voluntario en el que, si el dromedario alcanza altos niveles de estrés o malestar, frena la producción antes de llegar a las ubres. Una realidad ajena a la zona, donde las prisas no existen y los procesos toman más tiempo que en cualquier otro lugar. “Les encanta y lo necesitan porque sienten presión en el pecho”, describe. En DromeMilk cuentan con salas automáticas y manuales para obtener el conocido como “oro blanco”. 

Los primeros camellos llegaron a Fuerteventura hace 600 años. / DROMEMILK CAMEL BIO FARM

Junto a la de yegua y la de rata, la leche de camella es la única que no contiene lactosa. / DROMEMILK CAMEL BIO FARM

Un apodo justificado especialmente en el continente, donde el litro ostenta un precio de entre 80 y 300 euros. “El mercado está disparatado, no hay equilibrio y esa es nuestra misión”, señala. En tan solo unos meses, Guacimara comenzará a distribuir sus lácteos por las islas y el sur peninsular por los próximos dos años. Lo hará en botes de 250 mililitros que no superarán los 10 o 15 euros, ya que la demanda supera la oferta. No obstante, no todo el mundo podrá comprarla y tampoco estará disponible en los supermercados. Cabrera planea colaborar con cocineros y negocios majoreros con el fin de popularizar su consumo: “La granja de Lanzarote está a la espera, será cuestión de tiempo que se pongan en marcha”. Durante los últimos tiempos, han sido varias las ofertas que han llamado a su puerta con el fin de comprar el negocio, pero ella se mantiene firme. “Después de tanto tiempo es una vocación y queremos proteger una vida, un patrimonio endémico, que es lo más bonito que tenemos”, reconoce. Un producto único y con propiedades importantes para la salud que, según la CEO, se podrá comprar en grandes superficies en menos de siete años. No a cualquier precio, pues por ahora, la población de camello autóctono no supera los 1.000 ejemplares a nivel global y su extinción supondría un varapalo para la biodiversidad nacional.