Educación superior
Universitarios en busca de mejores empleos y sueldos en el extranjero: "En Alemania gano el doble, ni me planteo volver"
Marta, Cristina y Albert son tres jóvenes barceloneses con estudios superiores que han emigrado a Europa central, donde trabajan con flexibilidad laboral y reconocimiento salarial
Ocho de cada 10 universitarios, dispuestos a trabajar en el extranjero para lograr mejores sueldos y horarios

Marta García, universitaria barcelonesa, en Múnich, ciudad a la que ha emigrado para trabajar / Cedida


Olga Pereda
Olga PeredaPeriodista
Especialista en Educación de El Periódico. A los mandos de la sección 'Mamás y Papás' y del Club de Educación y Crianza. Te mando cada viernes una newsletter con contenidos clave para afrontar la maternidad y la paternidad. Escribo en la sección de Sociedad y tengo alergia a la pseudociencia.
Graduada en Publicidad y Relaciones Públicas, Marta García, barcelonesa de 27 años, estuvo tres años y medio trabajando en una agencia de Barcelona. El horario era descomunal, y el salario, pobretón. En verano de 2023 decidió hacer las maletas y cumplir un sueño: vivir y trabajar fuera de España. En Múnich encontró rápidamente un empleo relacionado con el márketing, con buen horario y mejor sueldo. Pensó que la aventura alemana sería cuestión de un año, pero el tiempo pasa y ahora mismo no se plantea volver. "¿Para qué? ¿Para ganar 1.300 euros, pagar esa misma cantidad por un piso en Barcelona y trabajar 10 horas al día? No, gracias. Se me hace bola", explica Marta desde la ciudad alemana en la que reside y en la que se desenvuelve perfectamente en inglés. Aunque la vivienda está cara en todas partes, ella paga un alquiler de 1.000 euros en un piso nuevo a 15 minutos del centro en transporte público. "Quizá vuelva cuando quiera formar una familia, pero ahora mismo no", concluye.
“¿Para qué volver? ¿Para ganar 1.300 euros, pagar esa misma cantidad por un piso en Barcelona y trabajar 10 horas al día? No, gracias"
Marta echa de menos Barcelona y añora mucho a su familia. De hecho, cada tres o cuatro meses viaja en avión para estar con ellos unos días. Pero le gusta la vida laboral y personal que tiene en Alemania y ahora mismo no la quiere cambiar. “Aquí se cuida mucho al trabajador. Cuando finaliza la jornada, en punto, te vas. Si haces horas extras, se devuelven, nada de trabajar gratis. Muchas empresas, además, te pagan el transporte y cursos de formación. Yo hice uno de alemán, por ejemplo, aunque no hacía falta para el trabajo”, añade Marta.

Cristina Rodríguez, barcelonesa de 27 años, en Copenhague, donde reside y trabaja. / Cedida
Marta pone rostro y voz a toda una generación de universitarios que se van de España buscando un buen trabajo, con sueldos y horarios mejores. Un reciente estudio de Ruta 44 –programa que pertenece a la cátedra extraordinaria de Emprendimiento e Innovación puesta en marcha por la agencia de publicidad BTOB y la Universidad Complutense de Madrid– revela que el 82% quieren emigrar, básicamente a Europa central, para trabajar. El porcentaje aumenta hasta el 84% en el caso de Catalunya.
Cristina Rodríguez, barcelonesa de 27 años con un doble grado en su currículo (Diseño de producto e Ingeniería de diseño industrial) es otra migrante. Ha desembarcado en Copenhague (Dinamarca), donde gana 3.000 euros brutos (a los que hay que restar un 37% de impuestos) frente a los 1.000 euros que conseguía en una empresa de Barcelona donde trabajaba como diseñadora de aplicaciones. La nómina era incompatible con independizarse de sus padres, así que, al igual que Marta, hizo realidad el sueño de buscarse la vida en el extranjero.
“Llevo un año y medio aquí y ahora mismo no me planteo regresar. La cultura danesa favorece la conciliación con la vida personal"
El trabajo en Copenhague, desarrollo de producto en una marca especializada en mobiliario, está mucho más relacionado con sus estudios. Entró para realizar unas prácticas durante cinco meses, que se convirtieron en 10 y, después, en un contrato. “Llevo un año y medio aquí y ahora mismo no me planteo regresar”, advierte Cristina, que ha conseguido una red de amigos tantos españoles como daneses y de otras nacionalidades. “La cultura danesa favorece la conciliación con la vida personal. Entro a las 8.30 y salgó a las 16.30, con media hora para comer. La empresa nos descuenta 40 euros al mes de la nómina y nos paga la comida en una cafetería propia. Vengo a trabajar en bici, tardo unos 20 minutos desde casa. Cuando salgo de trabajar, me voy al gimnasio, quedo con alguien, voy al cine o la compra. A esa hora mis amigos que trabajan en España están todavía en sus oficinas”, explica.
"La vida es cara en Múnich y echo de menos a mi familia, pero ahora mismo no pienso en la vuelta"
Cristina está saboreando la vida independiente. Comparte piso con otra chica y el alquiler no es barato (800 euros cada una) pero la casa es perfecta, grande, bonita y muy bien ubicada. Cristina también echa de menos a su familia, sobre todo a sus abuelos, que son ya mayores y tiene la sensación de perderse muchas cosas. También añora la comida (“los pinchos daneses dejan mucho que desear”) y el sol (“la vitamina D la venden hasta en el súper”), pero las ventajas pueden a los inconvenientes.

Albert Escandell, en Múnich, donde gana el doble de lo que ganaba en Barcelona. / Cedida
Lo mismo piensa Albert Escandell, que ha desembarcado en Múnich. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, trabajó en una agencia de comunicación. Ahora, en Alemania gana exactamente “el doble” en una empresa de simuladores de videojuegos donde desempeña labores de márketing y comunicación. “El horario es de ocho horas, y, si haces horas extras, las cobras. Hay mucha flexibilidad y estoy muy contento con el puesto. La vida es cara en esa ciudad y echo de menos a mi familia, pero ahora mismo no pienso en la vuelta. Será cuestión de tiempo, cuando me plantee tener mi propia familia”, concluye.
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