CULTURA

"Er savè un làngwij ê un sùpapauwa": el idioma de moda en el sur de España que no se enseña en ninguna academia

El llanito de Gibraltar es una mezcla de andaluz e inglés que, tras siglos en la sombra, está colonizando la Península con nuevos hablantes: "Es nuestra identidad, algo tan natural como respirar"

Instituciones y divulgadores están fomentando el uso del llanito en el Campo de Gibraltar.

Instituciones y divulgadores están fomentando el uso del llanito en el Campo de Gibraltar. / ANA PLASENCIA GALEANO

Madrid
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 “Ai ke kwidà lô làngwijez. Son kalcha”. Léalo de nuevo. Parece un idioma de otro planeta, pero es llanito: una mezcla entre el andaluz y el inglés que se habla en el Campo de Gibraltar desde 1713. Quiere decir: “Hay que cuidar las lenguas. Son cultura”. Y, aunque es una de las señas de identidad de la zona, cada día son más las personas que lo emplean. “No es habitual encontrarlo escrito. Si bien alterna inglés y español, también cuenta con palabras propias que fueron tomadas de los genoveses, malteses, árabes y hebreos que se asentaron en el Peñón durante los siglos XVIII, XIX y XX”, explica David Levey, profesor e investigador en la Universidad de Cádiz. Pese a la popularidad de esta opción lingüística, siempre ha sido considerada coloquial y poco rigurosa: “Después de la Segunda Guerra Mundial, la población local era hispanohablante, pero la proporción cambió tras el cierre de la frontera entre España y Gibraltar”. Recientemente, el ministro de Educación, John Cortés, ha apostado por una mayor presencia del castellano en las aulas.

El llanito ni se aprende ni se enseña. “Se utiliza en la calle y los recreos, en ambientes informales. No es una variante de prestigio y no se imparten clases en ningún sitio, es un argot local”, añade Levey. La preocupación de los gibraltareños por la extinción del español obedece a un estricto fomento del inglés en los hogares. Estudiosos como David defienden a capa y espada esta fusión lingüística, pues no existe otro caso igual en la Península Ibérica. Sólo los de Cataluña y la raia de Portugal podrían acercarse. Hoy, tras los referéndums de 1967 y 2002, en los que se rechazó la soberanía compartida, el inglés es la lengua oficial. “Las generaciones anteriores dominaban el castellano y las de ahora presentan problemas para expresarse en ella con fluidez”, relata. En consecuencia, en 2011 se abrió una sede del Instituto Cervantes tras la firma de un acuerdo trilateral entre España, Gran Bretaña y Gibraltar, que cerró sus puertas cuatro años después.

Con frecuencia, a las traducciones habituales entre las dos lenguas se añaden nuevos usos a otras palabras. Un ejemplo es el verbo afordarse, del inglés to afford, con el sentido de “permitirse el lujo de comprar algo”. Ocurre lo mismo con afolinarse, que proviene de to fall in, cuyo significado es “en formación” y se ha extendido a “hacer cola”. “Pueden conllevar cierta guasa, pues el hablante ya es consciente de la mala traducción y juega con las dos lenguas, lo que presupone un conocimiento sólido de ambas”, destaca Levey. Pese a que se han editado glosarios y listas con vocabulario llanito, resulta imposible hablar de un léxico unificado. Santiago Cano, autor de El habla de la Línea, es uno de los pocos que ha recopilado las voces que los habitantes de La Línea de la Concepción han hecho suyas. Aquí, la expansión continúa. “Nos remontamos a principios de siglo, cuando mis abuelos trabajaban en Gibraltar. Al estar la frontera abierta, este habla comenzó a formar parte de nosotros”, relata Cano.

Palabras de juegos y deportes

El intercambio sociocultural a ambos lados de la verja ha ido introduciendo expresiones procedentes de juegos y deportes. “Las usábamos sin saber que eran llanitas”, subraya el autor. Un ejemplo es fucking bastard, una expresión inglesa que se hizo llanita y, posteriormente, linense: “Una de las razones por las que escribí este libro es para recoger estos vocablos en peligro de extinción en La Línea, no en Gibraltar, donde el llanito crece”. Entre ellos se hallan bequipagua (levadura), liqueribar (regaliz), rula (regla), chut (vertedero) y cimen (cemento). Con el paso del tiempo, las nuevas palabras se ido acotando a áreas concretas: “Si existen es porque los gibraltareños siguen casándose con españoles y hay una relación fluida”. Es el caso de Davinia Torrilla, de padre británico y madre gaditana: “Se trata de un tema complejo. Queremos fish and chips y paella con un tinto. Cafelito por la mañana y cup of tea a las cuatro”.

Sobre esta constante dualidad se ha cimentado el llanito en La Roca. Por ello, precisamente, es esencial la labor de divulgadores e instituciones, pues de lo contrario corre el riesgo de diluirse. Davinia es una de ellas: tiene un podcast en el que, cada semana, con tesón, se adentra en la lengua que sus progenitores le legaron. “Es nuestra identidad. Es única, algo tan natural para nosotros como respirar. El interés ha aumentado a nivel internacional. Las universidades de Vigo y Cambridge, por ejemplo, ya lo están estudiando. Es importante porque se está perdiendo su uso. El auge de las redes sociales y la apatía de las familias han hecho daño a esta causa. Tenemos la suerte de hablar dos lenguas clave en el mundo y, además, de tener un idioma propio que nos define como nación. ¿Qué más se puede pedir?”, se pregunta. Un último apunte: para ella, este cóctel no hubiera sido posible en otro entorno, de ahí que resulte excepcional: “No existiría si Gibraltar no fuera la boca del Mediterráneo”.

¿Podría oficializarse?

Con 33.000 habitantes, se ha convertido en el centro financiero y turístico de Reino Unido en el sur de España. Es puerto franco, sin impuestos, lo que favorece el trasiego de visitantes en la zona. La mayoría se sorprende cuando, al pasear por la zona comercial, salpicada de cabinas rojas y monos, escucha el llanito. “Un beki sangui and a capotín”, suele oírse en las cafeterías de la Main Street. ¿Perdón? Sencillo: un sándwich de bacon y un té. “Desde hace poco, la televisión y la prensa se han propuesto promoverlo. Anteriormente, los medios sólo utilizaban el inglés para sus programaciones. Ahora, han empezado a usar frases andaluzas. Tal vez, en parte, como respuesta a la pérdida del bilingüismo. O, incluso, al Brexit. Pero, sobre todo, como afirmación de una identidad mixta y europea”, sostiene David Chevasco, autor de la investigación Llanito And Language Policy in Gibraltar. La gran pregunta: ¿podría oficializarse? “Puede tener proyección internacional. Aunque, como cualquier idioma, si la gente de a pie, los autóctonos, deja de usarlo, se irá perdiendo”.

En el Laboratorio de Adquisición del Lenguaje de la Universidad de Valladolid no quitan ojo al Peñón. Llevan años examinando la forma en la que sus habitantes alternan el español y el inglés para dar con el llanito. “El cerebro del bilingüe es capaz de usar las propiedades de ambas lenguas de modos distintos. Es necesario tener un gran dominio de ellas para realizar la llamada alternancia de códigos. En este contexto, hemos analizado qué ocurre cuando se usan simultáneas y, en concreto, qué procesos y qué recursos emplea el cerebro para ello”, apunta Raquel Fernández, responsable del proyecto. Para ella, aunque hoy predomina una sobre la otra, el habla de Gibraltar no podría sobrevivir sin la dos. Una tesis que encuentra su confirmación en las nuevas generaciones: “Si bien el castellano ha dejado de ser dominante entre los más jóvenes, la influencia en su manera de hablar sigue siendo fundamental”. Por mucho que las relaciones políticas y económicas cambien, el poso lingüístico prevalece. “No t’orvidê d’avlà llanito”, dicen en La Roca. Alto y claro.