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Máximo Pradera: "La madre que parió al cáncer es la inflamación, que está relacionada con la comida y el estrés"

El escritor y presentador cree que podría haberse librado del tumor de próstata que ha padecido si hubiera tenido otros hábitos alimenticios y de vida

Máximo Pradera: "Tuve cáncer porque ningún médico me hizo nunca la pregunta clave: ¿qué comes?"

Máximo Pradera, escritor

Máximo Pradera, escritor / José Luis Roca

Juan Fernández

Juan Fernández

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El Máximo Pradera anterior a 2019 se atiborraba de comida sin pensar en el impacto que aquellos alimentos tenían en su salud, llegó a pesar 103 kilos, sus índices hepáticos de grasa estaban disparados y vivía “acelerado y con un estrés de la hostia”. El de ahora practica el ayuno intermitente, come solo una vez al día, vigila su dieta y hace yoga. Entre uno y otro está el cáncer de próstata que el escritor y presentador ha padecido, que achaca a que ningún médico le preguntó jamás por sus hábitos alimenticios. Lo explica en ‘El cáncer y la madre que lo parió’ (Navona), el libro que acaba de publicar, donde relata con humor y crudeza su batalla con el tumor y ofrece consejos prácticos para prevenirlo.

¿Por qué ha escrito este libro?

Por hacer por los demás lo que nadie hizo por mí, que es explicar cómo funciona el cáncer y cómo puede prevenirse. No todos los tumores responden a causas ambientales, pero cada vez hay más casos que sí. La madre que parió al cáncer es la inflamación, que está relacionada con lo mal que comemos y con la vida tan estresante que llevamos. Sin embargo, de esto no se habla en las consultas de los médicos.

¿A qué se refiere?

Tengo claro que he padecido cáncer porque ningún médico me hizo nunca la pregunta clave: ¿qué comes? Tampoco me miraron jamás los niveles de cortisol o glucosa en sangre, que son fundamentales para acabar desarrollando un cáncer. Me parece terrible que el médico te pregunte si fumas o si eres alérgico a un medicamento y no te pregunte: ¿qué cenó usted anoche, qué desayuna cada mañana, qué suele comer, le añade azúcar al café…?

¿A qué lo achaca?

A los protocolos médicos, que van a los síntomas de las enfermedades pero no a las causas. La medicina preventiva en Occidente es una mierda. Asumo que parte de mi tumor se debió a la obsolescencia programada, porque el sistema inmunitario se debilita con la edad y hay más riesgo de desarrollar un tumor cuando vas cumpliendo años, pero ahora también sé que con otros hábitos alimenticios y de vida podría haberme librado del cáncer.

¿Tan mal vivía?

Muy mal. Yo pensaba que mi obesidad, la papada que tenía, la tripa y todo eso, solo afectaba a mi estética. Llegué a pesar 103 kilos y me dije: pues nada, soy un gordito feliz. No sentía dolores ni tenía síntomas chungos porque el cáncer es un asesino silencioso, te mata sin que te des cuenta. Cuando me diagnosticaron el tumor de próstata me puse a investigar cómo funciona esta enfermedad y descubrí que los médicos no habían estado a la altura conmigo porque ninguno me hizo nunca las preguntas importantes. Mi tumor se debió a la desinformación.

Máximo Pradera, escritor y guionista.

Máximo Pradera, escritor y guionista. / José Luis Roca

¿Qué más descubrió?

Muchas cosas, ahora soy casi experto en bioquímica. Por ejemplo, ahora sé que el cortisol, que es una hormona que se dispara en situaciones de estrés, en principio tiene efectos antiinflamatorios. Cuando se produce una herida o una infección, el cortisol acude a sofocar la situación como hacen los bomberos. Pero si permanece en sangre de forma permanente, el organismo genera resistencia y entonces se producen inflamaciones. En mi caso se dio en la próstata. En esa situación estresante, con falta de oxígeno y en un ambiente tóxico, las células se vuelven locas y acaban haciéndose cancerígenas para sobrevivir. Y entonces les da por crecer sin parar, se creen inmortales, se expanden por el cuerpo y comen de forma muy poco eficiente. También he descubierto cosas muy interesantes sobre el colesterol, del que hay mucha desinformación.

Cuénteme

El colesterol tiene muy mala prensa, pero en realidad es una grasa necesaria para reparar averías en el organismo. Las membranas de las células están hechas de colesterol y si él, no podrían funcionar, se volverían rígidas. A pesar de esto, se le llama “colesterol malo” y se considera bueno al que retira de las arterias el exceso de grasa. El problema es que los organismos médicos internacionales han establecido un límite máximo de colesterol de manera arbitraria y sin reparar en casos particulares. Tengo amigos de mi edad que se están inyectando fármacos carísimos para bajar el colesterol, y lo tienen por debajo de 140. Eso es una barbaridad. Cuando el médico le diga que tiene el colesterol alto, pídale un análisis que refleje el colesterol denso y pequeño, porque esa es la clave.

¿Todo esto lo ha aprendido a raíz de tener cáncer?

La principal enseñanza que me ha aportado el cáncer ha sido descubrir que podía cambiar mi forma de pensar. Yo vivía muy acelerado y creía que mis pensamientos eran inmutables. Además, estaba encantado con ellos. Bastaba que fueran míos para que me parecieran geniales, y eso genera mucho estrés. Ahora he descubierto que dependen de factores como tu estado anímico, tu nivel hormonal, el cortisol... Lo más difícil es aprender a cuestionarte tus propios pensamientos. Es un ejercicio de humildad de la hostia. Es revelador cuando te das cuenta de que tú no eres esos pensamientos. La meditación y el yoga, que ahora practico a diario, ayudan a verlo.

¿Cómo funcionan?

Bastan unos minutos de respiración lenta en la postura de 'viparita karani' para ver cómo la cascada de pensamientos cae sobre ti, hasta que tomas un poco de distancia y le dices a tu cerebro: venga, a ver cuál es el siguiente pensamiento que me traes. Ahí el cerebro dice: ostia, esto no me lo han hecho nunca. Y a partir de ese cortocircuito, de pronto te das cuenta de que tú no eres esos pensamientos, sino el ser que los ve pasar por delante. Esto da mucha paz y quita mucha ansiedad.

¿Qué más le ha enseñado el cáncer?

Siempre he dividido a los seres humanos en dos grandes grupos: los agradecidos y los acreedores. Hay quien piensa que la vida le ha dado más de lo que esperaba y quien siente que la vida le debe cosas: ganan un premio y creen que se merecen otro mejor, tienen un éxito y les parece poco, están en un estado de ansia permanente. Yo antes era un maldito acreedor, creía que merecía más de lo que tenía, y eso me causaba un estrés de la hostia. El tumor me ha convertido en una persona agradecida. También me ha hecho cambiar algunos hábitos. He modificado mi dieta, ahora solo como una vez al día y practico el ayuno intermitente, que es algo que no vale para todo el mundo, pero que a mí me va bien. Sin el cáncer, hoy seguiría comiendo la mierda de antes y seguramente acabaría teniendo diabetes o un ictus.