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Algarrobico: el hotel de los líos que nunca debió existir
Los colectivos que reclaman la demolición del edificio "ilegal" construido en el parque natural de Cabo de Gata temen que la expropiación del terreno anunciada por el Gobierno alargue una batalla judicial que dura ya 20 años
El Algarrobico abre una guerra política entre Gobierno y Junta

El hotel de El Algarrobico, en Almería. / REUTERS / Pedro Armestre


Juan Fernández
Juan FernándezPeriodista
En la carretera que une Mojácar con Carboneras, el mirador del Lance ofrece unas vistas espectaculares del levante almeriense, aunque en este balcón natural lo llamativo no son las calas y los acantilados que se divisan recortándose sobre el Mediterráneo, sino una mancha blanca y negra que capta la atención del visitante bajo sus pies.
Si la imagen inquieta a vista de gaviota, a pie de playa resulta sobrecogedora: de repente, una mole de hormigón en estado de abandono se emerge frente al mar sobre la ladera de un cerro rodeada de grúas herrumbrosas y presidida por carteles que anuncian: "Hotel ilegal" y "Demolición ya". Por desconcertante que resulte la estampa, lleva intacta dos décadas.
La del hotel del Algarrobico es una de esas historias en las que la codicia, el desdén hacia la naturaleza y la dejadez política se alían con el carácter laberíntico de la justicia, rica en trabas y pasadizos perdidos, para componer una de las páginas medioambientales más vergonzantes de nuestro pasado reciente que, por asombroso que parezca, se alarga hasta el presente.
Edificado en 2003 por la empresa Azata del Sur sobre terrenos del parque natural de Cabo de Gata-Níjar frente a la playa que le da nombre, las 400 habitaciones que contemplaba el proyecto prometían crear un punto de atracción turística y numerosos puestos de trabajo, y con esas miras le dio luz verde el Ayuntamiento de Carboneras, en cuyo término municipal se ubica, ante la alegría de buena parte de la población local.
Eran los años de la burbuja inmobiliaria y la fiebre por participar en la fiesta del ladrillo alcanzó niveles de pandemia en todo el país. Hasta que en 2006, con las obras ejecutadas en un 80%, la asociación Salvemos Mojácar y el Levante Almeriense llamó la atención sobre algo que algunos lugareños comentaban 'sottovoce' y todos los visitantes señalaban con escándalo, pero nadie se atrevía a decir en un juzgado: ¿cómo se permite en estos tiempos la construcción de un macro hotel de 20 plantas en medio de parque natural y a 10 metros del rompeolas?

Hotel de Azata del Sol en el paraje de El Algarrobico, en Carboneras. / .
Obras paralizadas
La denuncia del grupo ambientalista contra el proyecto por incumplir la ley de costas y la de espacios naturales protegidos supuso la paralización de las obras y dio inicio a una tortuosa batalla judicial y política que perdura hasta hoy sin que en el lugar se hayan producido en este tiempo más cambios a la vista que el avance de la herrumbre y las huellas de las acciones llevadas a cabo por los colectivos ecologistas para reclamar la demolición del hotel fantasma.
La patata caliente del Algarrobico lleva 19 años saltando del juzgado de Almería al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) y de este al Tribunal Supremo en una sucesión de sentencias, a veces contradictorias, que acabaron calificando el edificio de "ilegal" y señalando a la licencia de obras que en su día dio el Ayuntamiento de Carboneras como el pecado original de una construcción que nunca debió existir.
En el consistorio local, que en estos años ha estado gobernado por PSOE, PP, Ciudadanos e independientes, ningún alcalde se ha atrevido en estos años a anular la licencia, requisito imprescindible para revertir la obra, y todos han optado por pasar la patata al siguiente regidor ante el miedo a hacer frente a la indemnización que reclama la empresa constructora.
Mientras, la conciencia ambiental y el espanto que causa la visión del lugar han ido calando en la sociedad –y en la política– en estos años, y lo que pocos vieron en 2003 –que un parque natural no es un lugar adecuado para construir un macro hotel–, parecía ser un consenso general algunos años después. En 2011, la Junta de Andalucía y el Gobierno central firmaban un acuerdo para repartirse los gastos de subsanar el error: Madrid correría con el coste de la demolición y Sevilla se encargaría de devolver el espacio a su estado original.

Activistas de Greenpeace ocupan el hotel del Algarrobico. / .
"Urbanismo salvaje"
Ese consenso perdura a día de hoy. En su saludo navideño de 2023, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, definía el hotel como "un símbolo del urbanismo salvaje" y anunciaba: "Va siendo hora de tirar al suelo esa mole y devolver ese espacio a la naturaleza". Un año después, las lagartijas de Cabo de Gata siguen colándose por las crecientes grietas del hormigón.
El último giro de guion del 'culebrón Algarrobico' lo ha protagonizado esta semana la vicepresidenta del Gobierno –y candidata socialista a la Junta– María Jesús Montero, que ha anunciado desde la misma playa la inminente "expropiación" por parte del Gobierno del terreno afectado por la ley de costas –los 100 primeros metros desde el mar– y ha instado al Ejecutivo andaluz a hacer lo mismo con el resto, perteneciente al parque natural y de gestión autonómica.
El anuncio ha sido tachado de "desleal" por la Junta, donde apelan a las conversaciones ya en marcha entre Madrid y Sevilla para cumplir lo que se prometieron hace 14 años, y ha dejado fríos a los colectivos que reclaman la renaturalización del lugar. "Tiene pinta de farol electoralista. De nada sirve expropiar el terreno donde están las piscinas del hotel si el resto se queda como estaba", apunta Jaime del Val, presidente de la asociación Salvemos Mojácar y el Levante Almeriense, que señala al Ayuntamiento por resistirse a anular la licencia de obras, según le ordenó el TSJA en 2021, para poder proceder a la demolición.
Por el contrario, Del Val teme que la expropiación abra un nuevo capítulo judicial que mantenga el expediente empantanado varios años más en los juzgados. El activista que inició la lucha contra el Algarrobico hace dos décadas tiene motivos para desconfiar: en estos años ha visto de todo, pero la mole de hormigón sigue viéndola a diario donde estaba en 2003.
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