OPINIÓN

Hay que romper el estigma que aleja a las niñas de este lenguaje universal

Las Matemáticas son para todos

Las Matemáticas son para todos

Montserrat Alsina

Profesora de la UPC y presidenta de la Societat Catalana de Matemàtiques
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El 11 de febrero celebramos el Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia, una fecha para reivindicar la presencia femenina en los ámbitos científicos y tecnológicos. Aunque STEM incluye la «M» de matemáticas, estas a menudo han quedado invisibilizadas. Sin darnos cuenta, los adultos seguimos funcionando por antiguos clichés y probablemente recordamos a mujeres que estudiaron matemáticas y fueron profesoras, y nos suena que en la carrera de matemáticas había paridad. Pero la realidad en Catalunya dice lo contrario: las chicas siguen siendo minoría en estos estudios. De todas formas, este no es el motivo principal de este artículo; lo que me preocupa es que el estigma social aleja a las niñas y reduce sus oportunidades.

Es fundamental abordar esta cuestión desde la base. Las matemáticas no deberían ser una barrera para nadie. Son un lenguaje fundamental para entender el mundo, desarrollar el pensamiento crítico y tomar decisiones informadas, independientemente de la trayectoria profesional que se quiera seguir. Si las niñas crecen con la idea de que las matemáticas son difíciles y ajenas, que no están hechas para ellas, esto puede tener consecuencias mucho más allá de la elección de una carrera universitaria.

Me preocupa como matemática, como profesora de matemáticas en grados de ingeniería en la UPC y también como presidenta de la Sociedad Matemática Catalana (SMC), filial del Instituto de Estudios Catalanes. Pero, sobre todo, me preocupa como ciudadana del mundo, porque todos tenemos derecho a contar con el mayor número de oportunidades, y en especial, por supuesto, como mujer. De hecho, debo confesar que si acepté el encargo de presidir la SMC no fue por ambición, sino por pasión, porque me encontré allí después de trabajar desde la base y por voluntad de servicio. Puede que suene muy femenino eso de querer ayudar, pero estoy segura de que la presidenta anterior y todos los demás presidentes lo hicieron con tanta o más vocación.

La preocupación sobre el tema de las niñas y la ciencia es compartida por muchas personas y se ha puesto de manifiesto en los encuentros entre las diversas entidades que trabajamos en torno a las matemáticas. De hecho, la iniciativa de la Olimpiada Matemática Catalana Femenina, que el sábado 15 de febrero celebrará su segunda edición, es un buen ejemplo, ya que la organizamos conjuntamente con las universidades UPC, UAB y UB.

Muchas personas trabajan desde la base, hombres y mujeres, en diferentes ámbitos universitarios y académicos, en investigación y docencia en distintas etapas, y también en empresas. De hecho, las empresas lo tienen muy claro y valoran fuertemente la formación en matemáticas.

En la escuela, las matemáticas son mucho más que una asignatura; son una herramienta para estructurar el pensamiento, organizarse, entender datos y tomar decisiones racionales. Si una persona se siente incómoda con las matemáticas, esto puede limitarla en campos que no parecen directamente relacionados, como las ciencias sociales, la economía o incluso la filosofía y el arte. En la vida cotidiana, todos utilizamos matemáticas, ya sea para gestionar una economía doméstica, entender noticias con estadísticas o planificar horarios. Por eso nos preocupa cuando pruebas internacionales como las TIMSS ya señalan una diferencia muy significativa según el género en 4º de primaria.

Cuando me pregunto qué pasa con las niñas, no puedo evitar mirar atrás, a mi historia personal. ¿Qué me marcó?, ¿es solo cuestión de suerte?, ¿cuáles fueron mis referentes? Crecí en un pueblo de las Terres de Ponent, donde siempre ves el campanario del pueblo vecino y sabes que no estás solo y que hay un mundo más allá. Podríamos hablar quizá de un doble techo de cristal. Recuerdo mucho a una maestra de EGB, que ahora equivaldría a primaria y 1º y 2º de ESO, que nos daba clase de matemáticas y lengua. Tal vez esto me ayudó a verlo siempre relacionado. De hecho, aprendí a resolver ecuaciones al mismo tiempo que recitaba La vaca ciega.

A mi alrededor no tenía referentes universitarios, no pude disfrutar de oportunidades que existen ahora como la prueba Canguro, ni sabía que existían las olimpiadas. Quizá me influyó que tengo una hermana un curso mayor. Cuando ella preguntaba cosas en casa y, sobre todo, cuando mi padre se las explicaba, yo lo encontraba súper interesante. Los maestros de la escuela y mis compañeras creían en mí, y a mí me encantaba resolver sus dudas y explicarles ejercicios para que entendieran mejor los conceptos. También recuerdo un día en que me enfadé cuando una amiga me dijo, al entrar en un examen: «No he estudiado mucho, pero ¿verdad que me ayudarás?». Había un doble aspecto: me molestaba que se apoyara en mí y no hiciera el esfuerzo, y también me daba pena que tirara la toalla.

Se habla mucho del síndrome de la impostora. No sé reconocer si me pasa a mí, pero creo que, a pesar de tener las mismas capacidades y conocimientos, muchas mujeres dudamos de nuestras habilidades, nos excusamos y creemos que no somos lo suficientemente buenas, mientras admiramos a mucha otra gente. En cambio, hay compañeros que a menudo asumen su propia competencia con más naturalidad.

El problema no es que las niñas tengan menos capacidad para las matemáticas, sino que, a menudo, reciben menos estímulos para sentirse cómodas en este ámbito. La falta de confianza y el miedo a equivocarse pueden llevarlas a renunciar antes de intentarlo. Este fenómeno, documentado por numerosas investigaciones, no solo afecta la elección de estudios superiores, sino que también condiciona su libertad de elección y su relación con el conocimiento.

Es necesario actuar desde diversas perspectivas: ofrecer referentes femeninos en matemáticas y ámbitos relacionados, fomentar metodologías de aprendizaje que potencien la confianza, respetando ritmos y estrategias diversas. Hace falta más reflexión y estudios desde una perspectiva de género. Es imprescindible romper con los estereotipos que asocian las matemáticas con genialidades inaccesibles. Debemos apostar por más acciones y una mejor educación matemática básica para todos, de manera que todas las personas se sientan libres y capaces de comprender este lenguaje fundamental.

Debemos reflexionar sobre cómo garantizar que nadie renuncie a las matemáticas por miedo o inseguridad. Solo cuando toda la ciudadanía se sienta cómoda con las matemáticas podremos decir que realmente hemos avanzado hacia una sociedad más igualitaria y libre.