Derechos sociales

El viacrucis de las personas con discapacidad para gestionar su dinero: "Me siento impotente"

Usuarios con discapacidad cognitiva tutelados por fundaciones explican las trabas que tienen para acceder a sus ahorros así como los límites que imponen jueces y entidades

Los bancos defienden que su objetivo es proteger a estas personas

Las fundaciones tutelares denuncian bloqueo bancario a sus usuarios: el 66% no tiene ni tarjeta

De ocho meses a un año y medio para que el juzgado resuelva una incapacitación: "Estamos desbordados"

Josefina Burgos muestra la tarjeta prepago que no ha logrado tramitar con el BBVA pero sí con CaixaBank.

Josefina Burgos muestra la tarjeta prepago que no ha logrado tramitar con el BBVA pero sí con CaixaBank. / MANU MITRU

Elisenda Colell

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"He estado un año viviendo de préstamos porque el banco no me quería hacer una tarjeta, y ahora sigo sin poder hacer bízums ni transferencias, me siento muy discriminada, incompetente e impotente", se queja Ariadna Capdevila, mujer con discapacidad que estuvo un año sin disponer de tarjeta de crédito a pesar de tener pleno derecho a poseerla. "Se piensan que por tener una discapacidad somos tontos, que no somos personas", lamenta también Josefina Burgos. A través de una sentencia judicial, la fundación Som les ayuda a tomar ciertas decisiones económicas para su vida diaria. Pero este colectivo se queja del trato que reciben de las entidades financieras.

Josefina Burgos,  durante su jornada en el  cento ocupacional.

Josefina Burgos, durante su jornada en el cento ocupacional. / Manu Mitru

Hace más de una década que Capdevila trabaja en el Palau de la Generalitat de Catalunya, sede del Govern, como auxiliar administrativa. Tiene síndrome de Down y de Turner, vive con la familia de su novio y tiene una vida autónoma. No ha sido fácil llegar hasta aquí. Tras la muerte de su madre y su abuela, su vida dio un vuelco. "No quiero tener ninguna relación con mi padre; con 15 años me dijo que yo no servía para nada y en 2019 inició los trámites para que me encerraran en un centro", se queja. Hace cinco años, terminó en la unidad de semicríticos de su hospital de referencia. "Tenía de todo, estuve a punto de morir: sufría anemia, estaba deshidratada, me salió una úlcera... Me costó tres meses volver a andar", cuenta la mujer.

"He estado un año viviendo de préstamos porque el banco no me hacía una tarjeta"

Ariadna Capdevila

Fina Burgos sufre hemiparesia e hidrocefalia, causa de su discapacidad intelectual. Su madre la abandonó de pequeña y ha vivido en centros de menores tutelados y en residencias para personas con discapacidad. Desde hace un año y medio, con ya 53 años, trabaja en un centro ocupacional. "Poco después de los 18 años me tramitaron la incapacitación y tengo una curatela [apoyo que decide el juez]". Som Fundació debe revisar sus decisiones en materia sanitaria y económica. Capdevila, en cambio, puede tomar muchas más decisiones. En 2023 un juzgado resolvió que no necesitaba que una entidad la representara, pero podía acudir a ella para que le controlaran las cuentas y tener asesoramiento económico.

Ariadna Capdevila, una mujer con discapacidad intelectual, frente unos cajeros en Barcelona.

Ariadna Capdevila, una mujer con discapacidad intelectual, frente unos cajeros en Barcelona. / MANU MITRU

"En un primer momento tuve una depresión muy grande, yo había vivido sola durante tres años y un día supe que podía seguir haciendo lo mismo de siempre, solo que la entidad me controlaría el dinero y me asesoraría en caso de querer una hipoteca, por ejemplo", explica Capdevila. El problema es que su banco no lo interpetó de la misma forma y le denegó la posibilidad de tener una tarjeta a su nombre. Durante todo aquel año estuvo dependiendo de la ayuda de terceros para poder seguir con su día a día: comprar las tarjetas del metro, la compra...

"No puedo hacer ninguna gestión sin la firma de la fundación, aunque la sentencia judicial dice que puedo tomar decisiones sin límite de dinero ni necesidad de la entidad"

— Ariadna Capdevila

"Durante todo ese tiempo no pude sacar dinero. Suerte que vivía en casa de mis suegros. Mi pareja y sus padres me prestaban dinero, pero, claro, yo trabajo, tengo un sueldo y quería poder disponer de mi dinero. Fue un absoluto error", se queja. "¿Qué haces sin dinero? Crees que vas a terminar bajo un puente, suerte que me ayudaron", añade. "Yo quiero vivir por mí misma, no me gusta depender de los demás, te sientes incompetente e impotente", lamenta. Un año después, y tras presentar decenas de escritos y peticiones, el problema se ha resuelto y ya tiene tarjeta.

Las entidades asegura que estudian caso por caso y que ofrecen soluciones para garantizar el acceso a servicios financieros

Desde CaixaBank explican que estudian cada caso de sus clientes con discapacidad cognitiva y que tienen medidas de apoyo, aunque admiten que este hecho puede acabar con el bloqueo de algún servicio. "En función de este análisis personalizado, ofrecemos una u otra solución que garantiza el acceso a los servicios financieros en condiciones de seguridad e igualdad, dentro de las posibilidades que ofrece el marco jurídico actual. En algunos casos, ello puede suponer que no se facilite el acceso a un determinado canal o servicio si no resulta adecuado a sus circunstancias personales", explican desde el banco.

Josefina Burgos, ante un cajero del  BBVA.

Josefina Burgos, ante un cajero del BBVA. / MANU MITRU

No todo es perfecto para Capdevila, pese al cambio. "Ahora, sin embargo, no puedo hacer ni una sola gestión, ni bízums ni transferencias, por mí misma si no hay la firma de la fundación", se queja. Su sentencia dice que ella puede tomar decisiones sin necesidad de representación de la entidad y sin límite de dinero: la fundación solo ejerce de control y apoyo. "Pero el banco entiende lo que quiere y me lo pide igualmente". "Es una forma más de discriminación: yo tengo una discapacidad pero hay cosas que puedo hacer, pero el banco me las niega, me señala", insiste.

"Con tarjeta me siento más libre"

En el caso de Burgos, en cambio, lo que es imposible es poder cumplir el plan de trabajo que la fundación está obligada a desarrollar para lograr su máxima autonomía posible. Durante muchos años, cada viernes recibía 20 euros semanales en un sobre para sus gastos diarios. Si necesita comprar ropa o ir a la peluquería, la cantidad aumenta. Pero a ella no le gusta. "Es un lío porque si vas con el efectivo puede ser que te den mal el cambio y no te enteres, te pueden quitar el dinero por la calle, o es imposible saber cuánto dinero tienes o cuánto gastas", cuenta.

Cuando entró en el centro ocupacional, su educadora de referencia quiso aumentar la cantidad asignada, que tuviera dinero extra algunos meses, y propuso que dispusiera de tarjeta prepago. No hubo forma. La entidad tutelar explica que su banco, el BBVA, se negó en rotundo. "No lo entiendo, es que no soy capaz de comprenderlo, ¿es que no somos personas?", lamenta Burgos. Finalmente ha cambiado de entidad. En CaixaBank ha logrado que le hicieran una tarjeta prepago. "Ahora me siento más libre".

En cambio, BBVA responde que el banco sí contempla dar este tipo de tarjeta, pero insiste que era necesaria toda la documentación correspondiente que la avale y que la solicitud la tenía que tramitar la Fundación y la afectada. Insisten, además, que el banco cuenta con formación específica a los vendedores, además de "servicios y productos para garantizar la autonomía de las personas con discapacidad en su relación con la entidad y su inclusión financiera".

Ariadna Capdevila, el pasado 20 de diciembre en las instalaciones de Som Fundació, la entidad que la asesora en la toma de decisiones por orden de un juez.

Ariadna Capdevila, el pasado 20 de diciembre en las instalaciones de Som Fundació, la entidad que la asesora en la toma de decisiones por orden de un juez. / MANU MITRU

Durante este tiempo, Capdevila ha sido, además, víctima de suplantación de identidad. "Le puede pasar a cualquiera, pero cuando ven que tienes alguna deficiencia y que puedes ser más vulnerables, se dicen: 'A este lo pillamos para hacer lo que queramos'". En su caso, le robaron el DNI, abrieron varias cuentas bancarias con su nombre y se dedicaron a la compraventa de objetos que jamás pagaban –por lo que los clientes le pedían cuentas a ella–. Aún hoy una de estas cuentas permanece abierta.

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