Entrevista
Francesc Comelles, misionero laico en el Amazonas: "Los pueblos indígenas son luz y esperanza"
Llegó a Brasil como estudiante de Ingeniería Agrónoma por tres meses y se quedó trabajando con el Consejo Indigenista Misionero. Ahora, 22 años después regresa a Catalunya con motivo del 65º aniversario de la oenegé Mans Unides
Eliane Brum: "El centro del mundo es el Amazonas, no Madrid, Londres, Pekín o Washington"

Francesc Comelles, misionero laico catalán que trabaja en Brasil con el Consejo Indigenista Misionero. / Jordi Otix
Francesc Comelles tiene los ojos azules y profundos y una imagina que se parecen al cielo del Amazonas. Comelles, misionero laico nacido y criado en Barcelona, pero "con la referencia rural de casa de los abuelos", llegó a Brasil como estudiante de Ingeniería Agrónoma por tres meses. Algo caló muy dentro: volvió a la Amazonia "para poder disfrutar el compartir y el tiempo" con las comunidades indígenas. Ha tardado 22 años en regresar a Catalunya porque como él dice "la vida se fue disparando, me acabó casando, teniendo dos hijas, un nieto… viviendo siempre en proximidad con los indígenas". Mans Unides lo ha traído de vuelta para celebrar los 65 años de la oenegé, presente en 54 países, y que trabaja con Comelles y el Conselho Indigenista Missionário (CIMI), al que éste pertenece.
Llegó a Brasil como estudiante por unos meses. ¿Qué encontró allí que le hizo volver?
Una agricultura que no era química. Pero, sobre todo, me encontré con los pueblos indígenas del Bajo Río Negro: me atrapó su relación con las plantas, con el río, la selva, el vecino y lo sagrado. Sobre todo, me cautivó cómo comparten todo lo que tienen. Y mi carrera de Ingeniería se acabó allí. Me tocó el corazón su compartir, que es un compartir todo: tiempo, cuidado, atención, lo poco material que tengan… su manera de convivir. Es el imperio de la generosidad. Sin los otros, en la comunidad, no somos nada. Esto es algo que nosotros también tuvimos.
"Del Amazonas me tocó el corazón su compartir, que es un compartir todo: tiempo, cuidado, atención, lo poco material que tengan…"
Se quedó, se enamoró de una manera de ser y estar y de una persona… ¿Cómo empieza a construir su vida?
Como puedo. Ahora miro hacia atrás y me daría mucha pereza hacerlo. Los niveles de consumo son diferentes: pescaba para mí y para mi mujer. Hay mucho turismo en esa zona así que al principio trabajé en ese sector. Siempre con contradicciones: estaba cansado de llevar turistas a la tierra de otros. En el 2014 llegó un equipo de misioneros del CIMI: nos empezamos a conocer y a pensar en posibilidades de trabajar juntos, en la necesidad que la Iglesia sentía de estar presente… y desde entonces, hemos caminado juntos. En 2021 pasé a la coordinación general del CIMI en Manaos, donde he vivido hasta el 2023. Desde el 2024 también formo parte del equipo que acompaña al pueblo Mura y al pueblo Maraguá, en el bajo río Madeira.
"Nosotros queremos dejar a nuestros hijos una tarjeta llena de dinero y ellos, una selva llena de peces para poder vivir miles de años"
¿Qué es el CIMI y cuál es su trabajo?
El Conselho Indigenista Missionário, del cual Pere Casaldáliga es uno de los fundadores, trabaja al lado de las comunidades por todo Brasil. En 1972, el país vivía una dictadura militar, que aseguraba que llegaría al año 2000 sin indígenas: unos estarían muertos y otros asimilados. Entonces, la Iglesia salió a los territorios indígenas para hacer presencia de una manera diferente. El compromiso fue que cuando ellos tuviesen sus derechos, su libertad y sus territorios, cuando ellos nos lo pidiesen, nos iríamos. Hoy son un millón setecientos mil. El Río Negro, en el que yo trabajo, es uno de los 62 municipios del Amazonas. En Barcelos viven 20.000 personas, pero su tamaño es cuatro veces Catalunya. Hay 45 comunidades repartidas en este territorio.

Francesc Comelles, ante la sede de Mans Unides en Barcelona. / Jordi Otix
¿Cómo es un día a día de la vida de Francesc?
Salgo a recorrer las comunidades indígenas con Idalina, una religiosa. Tenemos base en la ciudad, pero vivimos tres semanas fuera. Vamos en canoa pasando por todas para escuchar a sus ancianos, sus miedos, sus dudas, lo que quieren… Mi día a día es la convivencia con ellos. Además, organizamos talleres de formación política para que conozcan sus derechos y los hagan valer. Como Iglesia somos parte de la lucha, pero entendemos que los indígenas son los protagonistas. Nuestra primera gran línea de trabajo es el derecho a la tierra. Pero no solo queremos la tierra por la tierra: queremos iniciativas propias de vida. El territorio es la base de la lucha, pero la autodeterminación es lo principal: es para ser ellos.
"Más años de gobierno Bolsonaro hubiera sido el genocidio de los pueblos indígenas"
Viviendo tan lejos de las ciudades, ¿les afecta la gran política, que gobierne Bolsonaro o que regrese Lula como ha sucedido ahora?
Por supuesto, hay mejoras pequeñas y también grandes con este cambio. Más años de gobierno Bolsonaro hubiera sido el genocidio de los pueblos indígenas. Hace 20 años, la mayoría de municipios del Amazonas no tenían presencia del narcotráfico. Hoy muchos están en la ruta. Eso complica todo: el uso del territorio, la seguridad, el derecho a la alimentación, la paz… Bolsonaro no los consideraba personas.

Francesc Comelles, misionero laico catalán que trabaja en Brasil. / Jordi Otix
Hay un problema de territorio, reconocido o no, fraccionado y maltratado. Pero también hay problemas de violencia…
La lucha por la tierra es un punto fuerte del conflicto con el sistema económico, y eso lleva violencia asociada. Nosotros queremos dejar a nuestros hijos una tarjeta llena de dinero y ellos, una selva llena de peces para poder vivir miles de años. La tierra vacía no sirve. El CIMI acompaña esas violencias. El último año, se han registrado, por ejemplo, 276 invasiones y explotaciones de territorios indígenas; 208 asesinatos y 23 casos de violencia sexual pero también 111 muertes por omisión de asistencia en salud o 1.040 muertes de niños menores de cuatro años por omisión del poder público. Si no estuviéramos presentes sería mucho peor: es más difícil matar a un misionero que a un indígena. Han pasado 50 años de la presencia de la Iglesia y las necesidades han cambiado: antes, cada comunidad vivía inconexa, y el CIMI comienza a juntarlos en asambleas, en los años 70 y 80. Hoy existe un movimiento indígena y ha conseguido su protagonismo. Ellos hablan por ellos y nosotros continuamos cerca, en diálogo.
"Este mundo tiene espacio para todos los pueblos. Solo el 1% del mundo cree que no lo hay"
En nuestro mundo del siglo XXI, ¿hay espacio para estos 305 pueblos indígenas contactados y para los 119 que viven aislados en Brasil?
Este mundo tiene espacio para todos los pueblos. Solo el 1% del mundo cree que no lo hay: los que viven en el mundo del capital. Entendemos que han de tener sus territorios, pero no vivir aislados. Fuera hemos de transformarnos. Hace 500 años descubrimos un lugar y lo hemos destruido. Sin embargo, los indígenas han vivido en una relación más saludable. Ahora nos toca a nosotros dejarnos evangelizar. En el mundo, el 99% intenta sobrevivir en el día a día. Somos muchas voces: las economías de las favelas, las de las cooperativas, las de las madres solteras… con ingredientes de solidaridad. Una economía invisibilizada pero que si no existiera quizás el uno por ciento se desmoronaría. Los mantenemos: ellos nos oprimen.
Antes, decíamos que la Amazonía era el pulmón de la tierra.
A nosotros nos gustaría que todo el mundo fuera pulmón. Queda medio pulmón; tenemos grandes desigualdades, duras condiciones de vida y de trabajo, alimentación y salud… Estamos padeciendo el cambio climático. Este tiene impacto mundial pero afecta de maneras diferentes: llevamos dos años de sequía extrema en Amazonas. El río son nuestras carreteras. Si se seca nuestra comunicación… todo cambia.
"Viendo el mundo que tenemos, vale la pena vivir al servicio del otro"
¿Qué ha sido lo más difícil de estos 22 años?
La selva y los ríos son desafiantes. Aunque quizás lo más pesado es la tensión de caminar junto a ellos. El tema de las amenazas… No lloramos por nosotros, pero si por esta nuestra gente. Es lo más duro, pero también lo más bonito: esos momentos apoyándonos. También la pandemia ha sido dura: no poder estar en las aldeas y ver cómo las invasiones continuaban. Cuando los viejos morían, dejaban de explicar historias a los pequeños… Internet no puede sustituir a un anciano.
¿Qué es para ti la Amazonia?
Es un territorio, esperemos que haya otros, del que brota la vida: el agua, las plantas, los animales… y donde viven los pueblos indígenas que acaban de dar color a este espectáculo de la creación. Es una esperanza amenazada.
¿Pensaba que así sería su vida? Cambió la tierra por el río, el bosque por la selva…
No. Vivo al servicio del otro. Viendo el mundo que tenemos, vale la pena hacerlo: por el compromiso con los indígenas, pero también con todos los demás. ¿Qué les puedo dejar a mis hijas? Los pueblos indígenas son señales de esperanza, pero también lo es la solidaridad entre migrantes aquí o los comedores comunitarios. Las resistencias están en todos lados.
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