El problema de la vivienda
Cáritas y Esade alertan del auge de familias que viven en habitaciones: "Mi hija no tiene libertad"
Familias en 'pisos patera': "Somos tantos que tenemos que dormir con el ventilador"
Eva y Andrea, maestras: "No podemos pretender que los niños rindan académicamente si no tienen los derechos básicos cubiertos"

A1-212503538.jpg / zowy VOETEN


Elisenda Colell
Elisenda ColellRedactora
Periodista de desigualdades y exclusión social crecida en la redacción de informativos de la Cadena SER en Catalunya. Nací en Viu Comunicació y Cugat.cat.
"Vives con miedo todo el día. Yo tenía miedo a que la niña llorara y nos echaran de la habitación", cuenta Maritza Acosta, madre de un bebé de 18 meses. En menos de dos años han vivido en cinco habitaciones realquiladas diferentes en el área metropolitana. Una realidad que afecta al menos a 47.000 familias en la diócesis de Barcelona, según el último estudio Foessa, y que la entidad señala que se está agravando, especialmente cuando hay menores. En un estudio cualitativo realizado con el Observatorio de Vivienda Digna de ESADE han detectado que hay hogares donde esta tipología de vivienda insegura se ha cronificado durante más de una década y que ello tiene un impacto grave en el desarrollo de los niños. "Es horroroso, nos pasamos la vida entre cajas", señala Acosta.
El informe señala como práctica habitual que los propietarios de estas viviendas no permiten el empadronamiento de las personas realquiladas
Acosta llegó a Barcelona desde Colombia en abril de 2023 embarazada de cinco meses, con su hijo de 20 años y su marido. "El primer lugar donde vivimos fue una habitación en el barrio de Roquetes. No estaba acostumbrada a vivir así", relata la mujer. Era una habitación con una cama de matrimonio y otra individual donde pagaban 500 euros mensuales. A los pocos días, el marido y el hijo empezaron a trabajar en negocios de entrega de paquetería, sin contrato ni seguro, no tenían permiso de residencia legal en España. Haciendo 12 horas diarias y sin día de libranza, con suerte llegaban a los 500 euros mensuales.
El problema del padrón
Maritza se dio cuenta muy temprano del problema de vivir en un sitio así. "Quería ir al médico para seguir los controles médicos del embarazo, pero en el CAP me pedían la tarjeta sanitaria y sin el padrón no me atendían. Estuve un mes sin saber cómo estaba mi bebé", lamenta. El dueño del piso se negaba a facilitarles el empadronamiento, y así el trámite se complicó. Tardaron un año hasta que el Ayuntamiento de Barcelona les empadronó sin domicilio fijo. "Me iba al hospital Vall d'Hebron de urgencias para saber cómo iba el embarazo", recuerda.

Maritza Acosta y su hija Lauren, el pasado jueves en un piso de emergencia social de Cáritas. / zowy VOETEN
El informe que este martes han presentado Cáritas y ESADE señala que esta es una práctica habitual: los propietarios e inquilinos principales de estos pisos no permiten el empadronamiento, por lo que hace mucho más difícil el acceso a los derechos más básicos. Señalan que la opción que recoge la legislación en estos casos es el empadronamiento sin dirección acreditada, como hace Barcelona aunque con mucha demora. Pero insisten en que hay decenas de consistorios catalanes que se niegan a ello, incumpliendo los derechos fundamentales y desatando un mercado negro de venta de empadronamientos. Además, insisten en que estas personas jamás accederán a las ayudas de emergencia del alquiler, ya que sus desahucios no computan, pasan de forma totalmente invisible ante las administraciones.
"Habitaciones hay muchísimas, pero nadie quiere alquilarte nada si tienes hijos"
Un mes antes de dar a luz, la Acosta se tuvo que mudar a otra habitación. "Nunca dejas de buscar, siempre estás pendiente porque no sabes cuándo te van a echar", sostiene Acosta. En Cerdanyola, la familia pagaba 700 euros para vivir en dos habitaciones en un piso donde había cuatro familias más. "Aprendes a que si te pone de los nervios que todo esté sucio tienes que limpiarlo tú, no sirve de nada quejarte o pedir a los demás que limpien. Si hace falta lo haces cada día", recuerda. Fue en aquella época que empezó a contactar con Cáritas y le ayudaron a tener citas con la comadrona en Barcelona. Al fin, logró programar una cesárea y la niña nació en agosto.
Infancias rotas
"Habitaciones hay muchísimas, pero nadie quiere alquilarte nada si tienes hijos", explica la madre. En su permanente búsqueda diaria, lo que encontraba esta familia eran habitaciones más caras y con muchas normas en caso de que se permitiera entrar a los niños. Por eso, al nacer Lauren, empezó la peor parte. "Sufres con cada llanto, la niña necesita llorar, saltar correr, jugar... tener libertad. Pero no puedes porque no te dejan y temes que se enfaden y te quedes sin nada de un día para otro", insiste la madre.

Lauren, hija de Maritza Acosta, juega en una vivienda de urgencia de Cáritas. / zowy VOETEN
El informe, que se basa en unas 60 entrevistas a familias en estas circunstancias, relata cómo el hecho de no disponer de espacios donde jugar, explorar, aprender o hacer actividades es crucial para el desarrollo de los niños: les afecta en el habla, la creatividad, la resolución de problemas y su desarrollo emocional y cognitivo. El estudio recoge casos de niños con trastornos de depresión o ansiedad, acostumbrados a ver peleas y conflictos por la situación de nerviosismo en las habitaciones y que no soportan los cambios con esta alta frecuencia a la que deben acostumbrados.
Estafas en redes sociales
Maritza y su familia se mudaron luego a otra habitación que les costó 500 euros mensuales. "A los pocos días nos dicen que está de 'ocupa' y que nos tenemos que ir porque había un desahucio, nos habían engañado", lamenta. Las estafas en este tipo de viviendas son de lo más habitual. No hay contratos, acuerdos ni pactos. Los anuncios se encuentran en redes sociales como Facebook o Wallapop. "Yo no doy nunca el dinero hasta que no estoy dentro. La gente que me pide por avanzado digo que no, porque conozco mucho casos de gente que luego la habitación no existía", insiste.

Maritza Acosta y su hija Lauren, familia atendida por Cáritas que viven en un piso de emergencia de la entidad. / zowy VOETEN
El informe también señala que hay familias que han tenido que soportar normas tan estrictas como un horario para poder salir y entrar de la habitación, la incapacidad de usar la comida, lavar o tender la ropa, siempre impuestos por un arrendatario propietario. Se computan historias de niños que tienen problemas de micción porque deben aguantarse las ganas cuando alguien usa el baño o familias que conviven en un piso con 19 personas, con plegatines incluso en la cocina.
Separada de su hijo
Maritza cree que su hija, al ser tan pequeña, no se da cuenta. Y agradece que ella y su familia han logrado ir subsistiendo con las ayudas de Cáritas, donde también les ofrece un espacio de crianza para la menor. Pero el camino no está siendo fácil. Hace tan solo unos meses le ha tocado separarse de su hijo. "Encontré una cama en una habitación pero me decían que solo era para el bebé y yo. Con suerte, mi hijo pudo entrar en un alquiler social de la fundación Mambré, pero me duele mucho no poderle tener cerca". De allí tuvo que salir en diciembre. "Tenía que venía un familiar del inquilino".

Lauren, hija de Maritza Acosta, juega en un rincón de una sala de la vivienda de urgencia de Cáritas. / zowy VOETEN
Estos años no han sido fáciles para esta mujer. Su marido, además, ha pasado varios meses en Quatre Camins por multas impagadas durante los traslados en la furgoneta. "Yo quiero trabajar pero no tengo con quién dejar a la niña", sigue. Desde que ha empezado en la guardería, la pequeña enferma a menudo y la madre debe hacerse cargo de la niña. Ahora, Cáritas le ha alojado en un centro de vivienda de urgencia, la antigua Casa del Pare Manel. Allí puede estar dos meses. "Y respirar, por fin", agradece. Sabe que no va a ser eterno y que en marzo deberá volver a partir. "No entiendo por qué las familias con niños no tenemos derecho a tener un lugar seguro y digno para vivir", opina.
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