Educación en Catalunya

Migrantes sobre las dificultades para aprender catalán: "Siempre están con lo de 'vienen y no aprenden', pero no se ofrecen facilidades"

Extranjeros afincados en Catalunya cuestionan que, mientras se les juzga por no hablar catalán, es muy difícil acceder a los cursos del Consorci de Normalització Lingüística

Las listas de espera y la poca flexibilidad horaria de las formaciones son muy parecidas a las que narran los llegados hace 20 años

Más de 5.300 personas quedan fuera de los cursos públicos para aprender catalán pese al incremento del número de plazas

Aprender catalán por amor: "Nada motiva más a hablar una lengua que comunicarte con quien quieres"

Carol Porta, llegó a Barcelona en el 2001 y ya encontró problemas para aprender catalán.

Carol Porta, llegó a Barcelona en el 2001 y ya encontró problemas para aprender catalán. / Zowy Voeten

Helena López

Helena López

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Llegó a Barcelona hace tres años y tres meses –recuerda con exactitud– y decidió apuntarse a clases de catalán a principios de este curso. "Por algo emocional y también por trabajo, porque es la lengua de muchos de mis amigos y de mis compañeros en la oficina", cuenta Belén Suárez, joven chilena especialista en Recursos Humanos. Su sorpresa fue que, cuando quiso inscribirse, había muy pocas fechas para matricularse y, cuando intentó hacerlo, se encontró con que no había plazas disponibles. "He postulado en dos ocasiones, en septiembre y en diciembre, y me he quedado fuera; la respuesta fue la misma las dos veces: que tenía que esperar a que se fueran desocupando", lamenta la mujer, quien sigue en lista de espera.

Los cursos deberían ser más flexibles, yo he acabado aprendiendo de forma autodidacta, comprándome libros

— Belén Suárez

El sentimiento de Belén es compartido por miles de personas en su misma situación. Sienten impotencia y no entienden la contradicción del sistema. "Por un lado, no paran de repetirnos la importancia de que aprendamos catalán, y parece que nos culpen a los migrantes por no hablarlo, pero después no ponen facilidades", reflexionan. Además de la falta de plazas –el gran tema–, otro de los asuntos que más aflora en la conversación es lo limitante del horario, las pocas facilidades para conciliar. "Debería ser más flexible", apunta Suárez, quien finalmente ha tenido que aprender "de manera autodidacta", comprándose libros. "Si ofrecieran más opciones, al menos de acceder a un curso básico, me inscribiría; por ejemplo, los fines de semana, cuando tengo más tiempo libre", zanja.

Solo tres horas de margen

El relato de Belén Suárez es muy parecido al de Bárbara Granados, argentina en Barcelona, también en lista de espera hasta el 15 de enero, cuando recibió la tan esperada llamada. "Lo intenté en septiembre y volví a probar en diciembre, pero ambas veces me quedé en lista de espera", narraba el martes, 14. Al día siguiente, a las dos y media del mediodía, recibió una llamada anunciándole que podía empezar las clases aquella misma jornada a las siete de la tarde. Que si no iba, perdía la plaza (otro tema, coinciden todos, es el poco margen con el que avisan y la poca comprensión con las faltas de asistencia).

Tras quedarme dos veces en lista de espera, recibí una llamada para empezar clases aquel mismo día: si no iba, perdía la plaza

— Bárbara Granados

"Me avisaron con menos de tres horas, sin tiempo para organizarme. Pedí una excepción, que me guardaran la plaza un día, que me dejaran empezar el lunes, que ya me podría organizar, y finalmente me lo concedieron; empiezo el lunes, pero qué manera de sufrir", critica. "Si incluso las personas que mostramos interés y ganas por aprender el catalán, y tenemos el privilegio de poder hacerlo, nos encontramos con estas barreras, ¿cómo pretenden que la gente con más dificultades aprenda catalán?", reflexiona la mujer, quien añade que le ha costado incluso encontrar un profesor particular de catalán. "Di voces entre los compañeros de trabajo y amigos, y nadie conocía a nadie".

Sobre esa gente con menos privilegios, el Sindicato de Manteros denunciaba el pasado septiembre en sus redes sociales que era "casi imposible" inscribirse en las clases de catalán de Consorci de Normalització Lingüística (CNL). "Solo hay dos días para apuntarse y además, solo en horario laboral", criticaban. En el mismo hilo lamentaban que a las nueve de la mañana la web "estaba colapsada, con una larga cola de espera". "Aprender catalán es un derecho que la administración debería garantizar a toda persona que llega a Catalunya", reflexionaba la entidad, que criticaba también que, una vez se supera la cola (una hora de espera que no garantiza obtener plaza en el curso deseado), el usuario se enfrenta a un proceso de inscripción "complejo" que, además, "da error una y otra vez".

Situación cronificada

Los relatos complementarios de Belén, Bárbara y el Sindicato Mantero no son en absoluto situaciones nuevas. La argentina Carol Porta Pacín llegó a Barcelona en 2001, hace más de 20 años, y se topó con una situación prácticamente idéntica. "Siempre están con lo de 'vienen y no aprenden', pero después no ofrecen facilidades", señala Porta, quien siempre estuvo muy interesada en aprender el idioma. "Ya me apunté a un curso de catalán en Rosario, antes de venir", recuerda (Bárbara también lo intentó, en su caso en Santa Fe, aunque ella no lo logró).

Hay las mismas dificultades que hace 20 años: me inscribió por las tardes, encontré un trabajo en esa franja horaria y no hubo manera de cambiar de grupo

— Carol Porta

"Obtuve una plaza en los cursos del CNL por la tarde, pero encontré un trabajo en esa franja horaria y no hubo manera de cambiar de grupo, me fue imposible. Escribí hasta una carta al director, diciéndole que cómo podía ser que un curso pensado para la gente más precaria no tuviera flexibilidad horaria", prosigue Porta, quien durante todos estos años le ha dado muchas vueltas al tema. "Me encontré con muchas dificultades. Yo escuchaba la radio, miraba la tele en catalán… y un tiempo más tarde me apunté a un intensivo en la Escola Oficial d'Idiomes (EOI), pero tienes que tener el dinero y el tiempo", insiste la mujer, quien tiene muchas ideas de cómo podría hacerse mejor.

Una de ellas serían cursos en las escuelas e institutos. "Si tienes a un niño en un aula de acogida porque no sabe la lengua, por las tardes podrías ofrecer clases para sus padres; como país, si de verdad nos importa la lengua, se tendrían que poner muchos más recursos para que la gente pueda aprenderla", remacha.

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