Narcotráfico
Éxtasis en botes de chicle, el nuevo truco de envío de droga descubierto por la Policía

Una muestra de los botes de chicles en los que los narcos metían las pastillas de éxtasis para su exportación / El Periódico


Juan José Fernández
Juan José FernándezReportero
Redactor Jefe.
Profesor en el Master de Periodismo Avanzado – Reporterismo de la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna (Universitat Ramon Llull).
Diplomado por el CESEDEN en Altos Estudios de la Defensa Nacional.
Fue jefe de Información y Reportajes y jefe de Redacción de la revista Interviú durante 19 años.
Trabajaban como ryders, llevando por los domicilios encargos de restaurantes, pero no era esa la forma real de ganarse la vida de los integrantes de la banda de camellos venezolanos que ha atrapado la Policía Nacional en Madrid, sino la venta de pastillas de MDMA, o éxtasis, y polvo de cocaína rosa, o tusi, selladas, cocinadas en Madrid, perfumadas y empaquetadas de una forma inédita hasta ahora: en botes de chicles.
El Grupo contra el Crimen Organizado de la Policía Judicial de Madrid ha intervenido 24.300 pastillas en tres registros tras una investigación que dio comienzo en mayo.
Pero el principal resultado de esta operación no es tanto la cantidad de droga aprehendida como las averiguaciones que proporciona en la lucha contra el narcotráfico: una, que los camellos disponen de nuevas técnicas para camuflar su mercancía. Otra, que en España viejas máquinas entabletadoras o empastilladoras del sector farmacéutico no acaban en el chatarrero, como debiera ser, sino en cocinas de narcos.
Cajas de chicles
Francisco González, el inspector jefe del área de Crimen Organizado de la Policía en Madrid, comenta la habilidad de los narcos: “Nos llama la atención lo bien sellados que estaban los botes. Son difíciles de localizar. Coges uno de estos, lo agitas, y suena como si llevara chicles…”
Los miembros de esta banda habían desarrollado un modo de calentar los botes de chicles en pastillas masticables que se venden en cualquier supermercado. Ya calientes, conseguían sacarles sin romperlo ni deformarlo el anillo de seguridad, la cinta de plástico que certifica que el bote no ha sido abierto, extraer los chicles, meter la droga y volver a cerrar sin alterar la etiqueta ni la tapa.

El Inspector Francisco González muestra la entabletadora de los narcos / El Periódico
La Policía ha descubierto también que los traficantes habían desarrollado la maña para hacer algo similar en paquetes de galletas y de cereales para el desayuno: abrían, vaciaban, rellenaban y volvían a cerrar con una técnica de termosellado. Los paquetes parecían completamente nuevos.
A este paso, los chicles se van a tener que vender con precinto, como las bebidas alcohólicas.
A 12 euros la pastilla
Este miércoles ha presentado la Policía Nacional los resultados de esta golpe, que se ha dado en Madrid pero con mercancía, aseguran los investigadores, que puede estar distribuida por diversas ciudades de España.
En las pesquisas han sido detenidos 10 individuos, todos ellos de nacionalidad venezolana, que operaban organizados y de forma artesanal. Ocho de ellos están en prisión. Todos son jóvenes. El jefe, también el más mayor, tiene 26 años, y 22 el menor del grupo.
Cada pastilla de las que vendía esta banda cuesta entre 12 y 15 euros en cualquiera de las fiestas para las que preparaban su mercancía. El alijo incautado hasta el momento supera los 600.000 euros de valor en la calle. Para España cocinaban a demanda o de forma oportunista, según se avecinaba algún evento de ocio en el que colocar su menudeo de MDMA. Y para fuera de España… ahí estaba el negocio.
Madrid era el centro de distribución de este grupo para el envío de MDMA a Venezuela, Argentina y Estados Unidos. Son los tres destinos que han seguido los investigadores observando la cadencia de envíos de paquetería que hacían los narcos.
En Argentina y Venezuela es más complicado que en Europa acceder a drogas sintéticas como el MDMA, la sustancia de uso recreativo -y considerables daños psíquicos y neurológicos en su consumo continuado- con la que comerciaba la banda. Y en Estados Unidos tenían contactos para distribuir al por menor.
Envíos domésticos
El grupo madrileño conseguía éxtasis en roca traído de Países Bajos y otros puntos de Europa para cocinarlo en viviendas de Villaverde, en el extrarradio de Madrid. Después de mezclarlo en batidoras con aglomerantes y otras sustancias, sacaban la masa para hacer las pastillas, o secarla y pulverizarla en molinillos para elaborar cocaína rosa.
Con el fin de hacerlas más atractivas, estos narcos incluían aroma de fresa en su receta. Las pastillas llevan formas triangulares propias, marca de la casa, y sellos diversos: calaveras, animales… en color rosa o naranja.
Los peonres iban a empresas variadas de mensajería con papeles falsos y colocaban paquetes de lo más doméstico. En cuatro interceptados por la Policía -ha habido alguno de hasta siete kilos de peso- había ropa, pijamas, objetos y prendas para algún niño… y los botes de chicles, los paquetes de galletas o las cajas de cereales. El envío propio de cualquier inmigrante que manda regalillos y compras a la familia.
El inspector Francisco González, jefe la unidad que ha llevado a cabo este golpe policial, advierte de la toxicidad de estos productos: “No hay un patrón fijo. Cada cocinero tiene su receta y decide qué le mete a las pastillas…”
El grupo bajo su mando ha comprobado la facilidad con que la banda narco desarticulada se había hecho con una máquina entabletadora. Es china, eléctrica; se ve usada ya su boquilla metálica, su torno y su tubo de salida. Es de las que puede utilizar una farmacia un poco grande para sus elaboraciones, y sobre todo un taller de farmacopea. “Normalmente, cuando una factoría retira estas máquinas, las debe enviar a achatarrar -explica González-, pero hay chatarreros que, en vez de destruirlas...”
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