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Colectivos vulnerables

La ONCE entrega su perro guía número 3.000: "Con Arena me vuelvo a sentir viva y libre"

Una vecina de Blanes que perdió la vista hace 10 años aprende a desenvolverse con la ayuda del animal: "Ya no tengo miedo, incluso busca el camino más fácil para mí"

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Dolors Villena junto a Arena, su perro guía, el pasado martes en Blanes.

Dolors Villena junto a Arena, su perro guía, el pasado martes en Blanes. / FERRAN NADEU

Elisenda Colell

Elisenda Colell

Blanes
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"Me emociono porque para mí fue muy duro aceptar lo que me ocurrió y empezar a moverme con el bastón.... lo pasé muy mal. Pero ahora, con Arena, soy libre, puedo ir a todos sitios, me siento viva", explica Dolors Villena, una mujer invidente de Blanes que tras cinco años de espera puede abrazar, por fin, a su perro guía. Se trata del número 3.000 que entrega la ONCE desde 1991. Hace 10 años que los ojos de Dolors están cubiertos por unas gafas de sol, pero eso no impide que se le llenen de lágrimas al contar su historia. "Perder la vista es una putada, pero también te trae sorpresas", cuenta.

Arena, el perro guía número 3.000 de la ONCE, el pasado martes en Blanes.

Arena, el perro guía número 3.000 de la ONCE, el pasado martes en Blanes. / FERRAN NADEU

Villena vivía en Terrassa cuando, en 2014, perdió la vista. Trabajaba en una escuela y podía bajar las escaleras y reconocer las caras de sus hijos y nietos. "Sufro miopía degenerativa desde el nacimiento, tenía 30 dioptrías, pero hacía vida normal", cuenta. En agosto de 2014, aprovechando las vacaciones escolares, la operaron de una fascitis plantar. Pero al despertarse de aquella intervención ya no fue la misma. Ella apunta a la anestesia. "Tenía unos dolores de cabeza horribles, durante un año no pude salir de casa del dolor". Después llegaron infinidad de pruebas y de especialistas. "Volví al trabajo y un día me caí por las escaleras, así que decidí ir al oculista". Y allí llegó la frase que cambiaría su vida. Era 2015. "El doctor me dijo que tenía ceguera y glaucoma: se me cayó el mundo encima, fue una hostia con la mano abierta".

Su vida cambió radicalmente. Entró a la ONCE, tanto ella como su familia empezaron a hacer terapia psicológica y se le concedió la invalidez. En ese periodo también decidió dejar Terrassa e irse a Blanes. "Siempre dije que cuando me jubilara viviría delante del mar, y decidí hacerlo. Aquí tengo todo lo que necesito muy cerca", cuenta. Ahora preside la asociación de séniors con invalidez en Girona.

Arena, el perro guía número 3.000 de la ONCE, junto a su dueña Dolors Villena, el pasado martes en Blanes.

Arena, el perro guía número 3.000 de la ONCE, junto a su dueña Dolors Villena, el pasado martes en Blanes. / FERRAN NADEU

Tras el diagnóstico, llegaron los años del miedo. "Nunca quise depender de mi marido para moverme, quiero ser una mujer independiente. Y, si me caigo, pues me levanto". Reaprendió a andar usando el bastón. Ella lo llama "George Clooney". "Es como mi amante". Ahora está encerrado. "Los cinco años del bastón son cinco años de miedo, de caídas. La gente va a su bola, con el móvil, con los cascos... no te respetan. Vivimos una situación denigrante", explica.

Se ha caído por las escaleras en varias ocasiones: se ha roto el esternón y el radio. Villena conserva cierta visión entre luces y sombras, aunque cada día la va perdiendo más. "Por la noche no veo absolutamente nada y tengo miedo –explica—. Antes no salía, en cuanto oscurecía me quedaba encerrada en casa". Pero, tras conocer a Arena, estos recuerdos ya son solo eso: recuerdos. Ahora sale a todas horas con ella. "Ya no tengo miedo. Me señala muy bien las escaleras y por la noche puedo volver a salir", explica, radiante. "Ella es mi luz, me ha devuelto la vida", agradece.

Dolors Villena, mujer invidente, el pasado martes en la playa de Blanes paseando a Arena, su perro guía.

Dolors Villena, mujer invidente, el pasado martes en la playa de Blanes paseando a Arena, su perro guía. / FERRAN NADEU

Villena ha esperado cinco años desde que presentó la solicitud hasta recibir la llamada de que habían encontrado un perro para ella. "Esa llamada fue como si hubieran venido los Reyes Magos", dice. El 15 de octubre conoció a Arena. "La toqué y entendí que era para mí. Es una sensación que no se puede explicar. Es como si te dieran un hijo". Villena ha estado un mes en Madrid para aprender a manejarla. "Es duro, de repente tienes que aprender muchas cosas y a veces piensas que no eres capaz".

La escucha Núria García, su instructora de la Fundación ONCE del Pero Guía. "Arena y Dolors tienen una conexión muy especial y es una alumna aventajada", sigue. No siempre ocurre, y hay quien los devuelve. "Las personas invidentes están acostumbradas al bastón, es una prolongación de su tacto. Lo tocan todo y su cerebro procesa todo lo que tocan para tomar referencias. Cuando tienen el perro, ese tacto desaparece y pierden referencias, la sensación es como ir al borde del precipicio". Villena lo vivió en primera persona. "Al principio me entraron ganas de llorar. Pensé ¿dónde me he metido?". Pero, curiosamente, la sensación de desprotección la vivió cuando volvió a coger el bastón. "Me sentí desnuda", reconoce.

Arena llegó a Blanes tras casi dos años de adiestramento. A diferencia de otros perros, no ladra cuando los otros lo hacen. No se confunde de camino. "Me busca siempre el más fácil para mí", agradece Dolors. Aunque aún les quedan varios meses de adiestramiento, son un dueto amoldado. La playa, dice Dolors, ya es su lugar favorito. "Ella me ha cambiado la vida", agradece con una enorme sonrisa.