25N | Día contra las violencias machistas
Vivir en nueve casas de acogida porque tu agresor te localiza con La Meva Salut: "Mi hijo y yo éramos fugitivos"
Una superviviente de violencia de género y su hijo tuvieron que cambiar constantemente de casa y de vida durante dos años porque el padre los encontraba tras recibir los mensajes del aplicativo de salud del niño

Una víctima de violencia de género. / José Luis Roca


Elisenda Colell
Elisenda ColellRedactora
Periodista de desigualdades y exclusión social crecida en la redacción de informativos de la Cadena SER en Catalunya. Nací en Viu Comunicació y Cugat.cat.
Aún recuerda los cabezazos de su hijo, autista, contra la pared, al ver la habitación llena de maletas y bolsos y a su madre recogiéndolo todo. Ocurrió en 10 ocasiones. "Él sabía que nos teníamos que ir, que volvía el cambio de escuela, de médico, de amigos, de rutina, de casa...", explica E., superviviente de violencia de género que, como medida de protección, prefiere no revelar su identidad. Durante dos años, ella y su hijo vivieron en nueve casas de acogida de la Generalitat porque el agresor la perseguía, y encontraba, a través de los avisos que recibía en La Meva Salut del niño. "Cuando me escapé de casa, pensé que iba a estar segura y protegida, pero no le deseo a nadie lo que vivimos después. Era una paranoia constante, salía de la calle mirando hacia atrás para ver si me seguía. Vivíamos como fugitivos", explica la mujer, ya lejos de Catalunya y, por fin, a salvo.
"El sistema le enviaba SMS con las visitas médicas del niño y él recorría todas las escuelas del municipio hasta que lo encontraba", explica la mujer
El caso de E. muestra los avances pero sobre todo las carencias de la red de protección de las mujeres que sobreviven a la violencia machista. Ahora ella es capaz de identificar todas las agresiones: desde las broncas porque la miraban los hombres por la calle cuando eran novios hasta el aislamiento respecto a la familia y los amigos, los empujones, los puñetazos en la espalda y los ahogamientos con la almohada. "Luego venía y repetía que iba a cambiar, que se iba a matar si lo dejaba... Él decía que era el único que me quería, pero en realidad me quedé sola", afirma la mujer, que no puede trabajar, vive de una pensión y dependía económicamente de él. Fueron siete años de una relación de violencia.
Cuando me escapé de casa, pensé que iba a estar segura, pero no le deseo a nadie lo que vivimos después. Era una paranoia constante, salía de la calle mirando hacia atrás para ver si me seguía
Escapar al hacer la compra
El ciclo se rompió cuando E. acudió al centro de salud mental tras la muerte de su madre durante el covid. "Le pedí permiso y me dejó ir", recuerda la mujer, que necesitaba el consentimiento de su marido para cualquier movimiento. Fueron la psicóloga y la psiquiatra quienes le sacaron el tema. "Me dijeron que sospechaban que pasaba algo con mi marido y lloré y les dije que sí". Ellos contactaron con el servicio de información y atención a las mujeres (SIAD) de la comarca y usaban la consulta psicológica para reunirse a escondidas con ella. Esta posible salida se truncó cuando él decició que ella ya no iría más a terapia. Hasta que empezó a llevar al niño al Centro de Desarrollo Infantil y Atención Precoz (CDIAP), donde volvieron los encuentros a escondidas. Tras varias sesiones, pactó su salida con las trabajadoras del SIAD. "Me fui al supermercado con lo puesto, el DNI y la tarjeta del banco, me acompañaron a buscar al niño a la guardería y ya no volví".
Me fui al supermercado con lo puesto, el DNI y la tarjeta del banco, las trabajadoras del SIAD me acompañaron a buscar al niño a la guardería y ya no volví"
Las trabajadoras ya habían reservados sus dos plazas en una casa de acogida, a más de 180 kilómetros de su agresor. "Las primeras noches dudas mucho de si lo has hecho mal, de si has dejado al niño sin padre, te da pena y te sientes fatal. No es una liberación", explica. Allí ya llegaron los primeros mensajes y llamadas, que ella jamás contestó. Interpuso la denuncia y se hizo la vista rápida, que acordó una orden de protección para la madre pero la obligación de llevar al niño a un punto de encuentro con el padre cada 15 días.
Errores del sistema
Apenas 23 días después, tuvo que irse a otra casa de acogida. "Se presentó en la guardería con una foto de nuestro hijo". Entonces los trasladaron a 92 kilómetros. "A los dos meses se presentó en el CDIAP del niño". Se mudaron a 100 kilómetros de nuevo y ella pidió permiso, en la casa de acogida, para apuntarse a un gimnasio. Le dijeron que no había ningún problema. "Era el Viva Gym, la franquicia en la que él y yo ya nos habíamos apuntado en otro lugar. Le llegó un correo conforme me había dado de alta en ese pueblo y vino". Otro cambio: esta vez a 30 kilómetros. "A las pocas semanas apareció en el recreo del cole". Y así hasta nueve veces.
Un día me escribió: 'Cuidado con la ventana de la habitación que el niño se podría caer'. Me hacía saber que sabía dónde estábamos y me advertía de que le podía hacer daño
Una vez la encontró porque, sabiendo donde residía por los mensajes de La Meva Salut, un arquitecto dijo dónde había diseñado una casa para víctimas de violencia. Otras aparecía a las puertas del ambulatorio. "Y un día me envió un mensaje que decía: 'Cuidado con la ventana de la habitación que el niño se podría caer'. Era una forma de hacerme saber que sabía dónde estábamos y de avisarme que podía hacer daño al niño". Al final, los responsables de la Generalitat le recomendaron esconderse en Canarias, Baleares o la Sierra de Madrid. Ella decidió salir de la red pública e irse por su cuenta. Además, tras el quebrantamiento de la orden de alejamiento, ella había pasado a tener la custodia exclusiva.
Película de terror
Desde que no está en Catalunya, no ha vuelto a saber de él. "Hace poco nos dimos cuenta de que nos encontraba a través de 'La Meva Salut'", explica. El sistema le enviaba SMS de las visitas médicas que tenía el niño. Y luego recorría todas las escuelas del municipio hasta que lo encontraba. "Estaba en paro, no tenía nada que hacer. Solo ir a por mí. Lo que es alucinante es que no retiraran estas alertas: aún a día de hoy, si estuviéramos en Catalunya, las recibiría porque es su padre".
Te dicen que denuncies pero no te cuentan lo que vas a vivir. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando las matan, pero no se ponen los medios suficientes y muchas regresan, cosa que entiendo"
Para ella, estos dos años han sido una película de terror. "Me sentía como una marioneta. Vivíamos como fugitivos. Nuestros nombres estaban protegidos en la escuela, en el médico... y luego él se enteraba de todo por La Meva Salut", se queja. También asegura que los profesionales que conoció en este calvario la ayudaron sobremanera. "Pero reconocían que el sistema fallaba, sentían rabia e impotencia, no llegaban a más", sigue. Ella lamenta que, una vez dio el paso, nadie le advirtió de lo que podía pasar. "Es una pena acostumbrarte a vivir así. Te dicen que denuncies pero no te cuentan lo que vas a vivir. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando las matan pero no se ponen los medios suficientes y muchas regresan, cosa que entiendo", lamenta.
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