Cumbre del clima (COP29)

Un billón de dólares al año para salvar el planeta: Bakú intenta desbloquear los fondos climáticos más ambiciosos de la historia

La cumbre del clima llega a su semana clave con el debate aún abierto sobre quién, cómo y cuándo debe movilizar fondos para la acción climática

Environmental activists protest to urge world leaders to commit to a strong climate finance deal during the United Nations Climate Change Conference (COP29), in Baku, Azerbaijan November 16, 2024. REUTERS/Maxim Shemetov

Environmental activists protest to urge world leaders to commit to a strong climate finance deal during the United Nations Climate Change Conference (COP29), in Baku, Azerbaijan November 16, 2024. REUTERS/Maxim Shemetov / Maxim Shemetov. REUTERS

Valentina Raffio

Valentina Raffio

Bakú (enviada especial)
Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En estos días solo se habla de dos cosas en Bakú: de dinero y de ensaladas. Y por extraño que parezca, ambas cuestiones están relacionadas con el gran objetivo de la cumbre del clima de este año de arrancar el compromiso de financiación climática más ambicioso de la historia de estos encuentros. Tras una semana de infructuosas negociaciones, aún hay cuatro preguntas que resuenan en el aire: cuándo dinero se necesita realmente para salvar el planeta y sus habitantes de los estragos climáticos y, sobre todo, quién, cómo y cuándo deben movilizar estos fondos. Hay quien habla de una meta de al menos un billón (con b) de dólares anuales estructurados como una cebolla, un aguacate o quién sabe con qué otro símil vegetal. De ello depende el futuro de todos.

Bakú arranca este lunes la recta final de la cumbre con las negociaciones aún estancadas y más dudas que certezas

Y es que la premisa que subyace todas las conversaciones de estos días en Bakú es que para hacer frente a la crisis climática se necesita mucho dinero. Por ejemplo, para acelerar la transición energética y dejar atrás los combustibles fósiles que están alimentando el caos climático. O para desarrollar medidas de adaptación que permitan limitar los daños ocasionados por los extremos climáticos como las lluvias torrenciales, las inundaciones o las sequías de larga duración. Según apunta un reciente análisis liderado por el economista Nicholas Stern y otros asesores en políticas climáticas, el mundo necesita movilizar una cantidad ingente de dinero antes de 2030 para limitar el impacto del cambio climático en todos los rincones del planeta.

Billones (con b) anuales

Hace más de una década, los países desarrollados (que históricamente han sido los más contaminantes del globo y, por lo tanto, los principales responsables de la crisis climática) se comprometieron a movilizar 100.000 millones de dólares al año para ayudar a sus homólogos del sur global (que pese a haber emitido menos son los que están sufriendo la mayor carga de estragos climáticos) a descarbonizar su economía y a desarrollar medidas de adaptación frente al avance del cambio climático. Esta meta no solo no ha cumplido durante la gran mayoría del periodo acordado sino que, según destacan varios análisis, está muy por debajo de las necesidades reales para los países en vías de desarrollo. Un reciente informe del grupo de asesores económicos de la cumbre de Bakú indica que, como mínimo, se necesitarían al menos un billón de dólares al año desde ahora hasta finales de esta década.

Un informe señala que los países en vías de desarrollo necesitarían al menos un billón de dólares anuales hasta 2030

Pero estos fondos para el sur global no son los únicos que se deben desbloquear cuanto antes. También se estima que los países desarrollados necesitan al menos 2 billones más de dólares anuales para costear su descarbonización y, en general, todas las medidas de acción climática para hacer frente a las altas temperaturas, a los fenómenos meteorológicos extremos o a la acelerada degradación de las costas. Según apuntan los análisis, una parte de estos fondos podrán salir de los bolsillos de los propios gobiernos pero otra parte deberá movilizarse a través de capitales privados. "Estas inversiones no son ningún acto de caridad, son una cuestión de pura supervivencia. Ningún país es inmune al impacto de esta crisis", ha afirmado el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, durante su discurso de apertura de la cumbre del clima de Bakú.

Capital público y privado

Más allá de la cifra en sí, el gran debate de estos días en Bakú tiene que ver con quién debe movilizar estos fondos ya que, hasta ahora, la lista de 'donantes' solo se ha limitado a los llamados países desarrollados como Estados Unidos, Europa o Japón. Por una parte, hay quien argumenta que todas las grandes economías del mundo, incluida China, Rusia, la India o los petroestados de Oriente Próximo, deberían aportar fondos a la causa. Sobre todo en vistas de que Donald Trump podría retirarse pronto de todos los acuerdos internacionales en materia climática y dejar un gran vacío en los fondos. Pero por otro lado, también son cada vez más las voces que afirman que se necesita incorporar al sector privado a la causa para movilizar cuantos más fondos en el menor tiempo posible.

Aumenta la presión para que países como Rusia y China se incorporen en la lista de donantes, así como para captar más fondos privados

A tan solo unos días del cierre de la cumbre, y viendo que todos los debates siguen aún atascados, también hay quien apunta por la búsqueda de 'alternativas' para aumentar la financiación climática. Guterres, por ejemplo, durante su primera intervención en Bakú apostó por crear un impuesto para la aviación y el transporte marítimo. Una coalición de expertos en "impuestos solidarios" ha sugerido crear gravámenes específicos para las fortunas más grandes del planeta, las criptomonedas o la producción de plásticos. En esta misma línea, se estima que la creación de un impuesto para la extracción de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y gas recaudaría hasta 720.000 millones de dólares anuales.

Cada vez son más las voces que abogan por la creación de impuestos a la aviación, el transporte marítimo y las grandes fortunas para financiar la acción climática

Otra arista de este debate es la forma en sí en la que deben estructurarse estos fondos climáticos. Hay países que apuestan por un diseño con forma de cebolla en el que se intercalen capas de financiación pública con otras de privada. También hay quien apuesta más por un modelo de aguacate en que se diseñe un corazón sólido de financiación pública y se rodee de aportaciones privadas un poco más moldeables. Todas las opciones siguen sobre la mesa pero, tal y como advierten los expertos, habrá que fijarse en la letra pequeña de los acuerdos para evitar males mayores. Por ejemplo, porque hay quien teme que buena parte del dinero al sur global se conceda en forma de créditos y, así, se acabe aumentando aún más la deuda de estas regiones ya de por sí empobrecidas. Bakú tiene menos de una semana para darle forma a esta ensalada clave para salvar el mundo. 

Suscríbete para seguir leyendo