Entrevista

Maria Rodó y Leon Freude, investigadores de la UPF: "Los discursos anti-género crean un clima de miedo para silenciar a las voces críticas"

Un informe del proyecto europeo RESIST muestra cómo reciben los discursos y ataques anti-género las personas a las que van dirigidos y analiza las modalidades de resistencia cotidiana

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Los investigadores Leon Freude y Marió Rodó, la semana pasada en la UPF.

Los investigadores Leon Freude y Marió Rodó, la semana pasada en la UPF. / ELISENDA PONS

Helena López

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El objetivo de RESIST, investigación impulsada desde universidades de nueve países europeos, es analizar qué sucede alrededor de los discursos anti-género. Y, en concreto, una de las partes del proyecto que acaban de publicar, ofrece una mirada novedosa: los efectos que tienen estos discursos sobre las personas. "Hay muchos estudios que analizan las organizaciones anti-género: cómo se financian, qué redes internacionales tienen..., pero hay poca información sobre qué efecto tienen esos discursos sobre las personas", señala Maria Rodó investigadora de la Universitat Pompeu Fabra que, junto a Leon Freude, han llevado el proyecto en España.

-¿Qué son los discursos anti-género?

-MR: Es un concepto que se usa más en el mundo académico. Fuera son más comunes conceptos como antifeminismo cuando hablan de la ideología de género, por ejemplo. Son todos los discursos y las políticas que pretenden ir en contra de los discursos feministas y de todo lo que tiene que ver con los derechos sexuales y reproductivos, los derechos del colectivo LGTB... Acostumbran a ser discursos que están vinculados también a otros ejes como, por ejemplo, en el contexto español, a temas antiinmigración. Pero aquí nos focalizábamos en concreto en discursos que van en contra de las políticas feministas y LGTB.

Hay mujeres que han ido a la policía con un dosier con pruebas de amenazas de muerte, de violación... y no van nunca a ningún lugar

-¿El negacionismo machista lo sería?

-MR: Sí, todo el tema de las denuncias falsas. A veces nos cuesta definirlo porque no está claro qué es discurso anti-género y qué es el sexismo cotidiano. Por ejemplo, tener un discurso contra el derecho al aborto o contra las personas gais ¿hasta qué punto es un discurso anti-género o es el sexismo o la homofobia de siempre? Son dos cosas muy vinculadas. Lo que sí identificamos es que en las últimas décadas, y sobre todo después de que este tema haya entrado en la agenda pública internacional, ha habido una reacción muy clara a esas políticas, y lo que intentamos analizar es cómo afecta esa reacción a ciertos colectivos que son el 'target' de estos discursos.

-¿Quiénes son?

-MR: Mujeres, personas LGTB, personas racializadas… Lo que también hemos detectado es que quien acostumbra a recibir esos ataques anti-género son personas que defienden unos postulados feministas o antirracistas de forma clara. Hemos ido a hablar con quienes reciben ese tipo de ataques y violencias para ver cómo les afecta en su vida cotidiana.

-¿Y qué les han dicho?

-MR: El resultado más obvio es que hay mucha violencia, un nivel de agresividad y de ataques cotidianos contra estos colectivos, y eso está en todos los ámbitos de la vida. En el público, el privado, el profesional, el 'on-line' y el no 'on-line', y tiene unas consecuencias relevantes a nivel personal y político. Crea ese clima de miedo, de que depende de lo que digas te pueden venir cientos de personas en Twitter y atacarte, o boicotearte actos, o agredirte. Hemos hablado con periodistas, por ejemplo, que en su puesto de trabajo les han hecho pintadas. El primer efecto que eso tiene es silenciar y hacer que moderen su discurso o que se retiren de ciertas esferas públicas.  

-¿Tienen identificada la semilla de estos discursos anti-género?

-MR: En los años 90 ya se identifica que hay ciertas organizaciones que se empiezan a financiar y a tener redes internacionales muy potentes que intentar ir contra esa agenda feminista, contra lo que ellos llaman ideología de género. Pero todo va evolucionando. Evoluciona toda la parte 'on-line', un lugar en el que es muy fácil atacar.

-¿Con qué perfiles han hablado?

-MR: Con figuras públicas feministas con mucha proyección y visibilidad de distintos ámbitos, políticas, periodistas, abogadas o personas que son activistas de base o profesoras. También nos interesaba ver qué pasaba en los institutos, por ejemplo.

-¿Qué pasaba, en los institutos?

-MR: La respuesta no es solo por parte de los alumnos. Muchas veces el problema está en el propio claustro de instituto, que señala a una profesora.

-LF: O, por ejemplo, docentes que en los años 20 del siglo XXI que no se atreven a salir del armario en su puesto de trabajo por el impacto que puede tener.

-¡¿En institutos públicos?!

-LF: Sí.

-MR: Otro de los resultados del estudio es que esos discursos no vienen solo de la extrema derecha o de grupos muy organizados; que a veces se tiende reducir a que eso es Vox, Hazte oír u organizaciones muy concretas, pero esos discursos está un poco en todas partes. Está en el claustro del instituto o en alumnos tuyos, pero también puede ser en tu casa, por parte de algún pariente. 

No hay protección; para denunciar la violencia digital tienes que abrir un caso distinto en el juzgado de la ciudad de donde procede cada tuit

-Comparado con otros países, ¿cómo estamos?

-MR: Yo no diría si estamos mejor o peor, sino que esa violencia se configura de manera distinta en cada lugar. Aquí una cosa que no ha salido ninguna vez es el tema de la migración como estrategia. En otros países del estudio sí dicen que se plantean irse porque no se puede vivir así.

-¿En qué países lo han detectado?

-LF: En Alemania, en Grecia...

Los investigadores de la UPF Maria Rodó y Leon Freude.

Los investigadores de la UPF Maria Rodó y Leon Freude. / Elisenda Pons

-Si te vas de aquí, ¿dónde vas?

-LF: Sí, eso salió mucho.

-¿Hay lugares más seguros que este?

-MR: Que la gente perciba que estará mejor de lo que está aquí, no. La gente que migra es la que está en situaciones muy complicadas en su contexto y ve que irse es una estrategia.

Se tiende a pensar que esos discursos vienen solo de organizaciones muy concretas de extrema derecha, pero están en todas partes

-¿Qué les contaban que les influía más para decidir seguir adelante o retirarse tras recibir esa violencia?

-LF: Lo que muchas veces regulaba hasta qué punto tenían presencia pública era tener críos o no tenerlos. Con hijos optan más por una autorregulación o por buscar más métodos de protección. 

-¿Qué métodos?

-MR: A nivel 'on-line', por ejemplo, hay muchas formas de protegerse. Desde bloquear ciertas cuentas a dejar de tener una cuenta pública en Instagram. También decidir a qué espacios ir y cómo. En España detectamos que lo que más se da es una violencia enfocada a luchar contra unas propuestas políticas concretas con el objetivo de frenarlas a través de crear ese clima de miedo. Tú sabes que eso les está pasando a otras y hace que tú ya no entres a hacer o decir depende de qué o depende de qué lugares. Y aquí lo que mirábamos era qué consecuencias tenían, que era ese silenciamientos, salir de ciertos espacios... Pero también hemos encontrado muchas resistencias, que era otra parte del estudio. 

-¿Y cómo resisten?

-MR: Algunas crean burbujas. Pero también hay muchas que tienen una visibilidad pública muy grande y dicen que no van a renunciar. Es el 'no pasarán'. Una dice: 'tengo más seguidores que habitantes tiene mi ciudad, ese es mi poder y yo no pienso renunciar a eso'.

También hay muchas resistencias, personas que dicen 'tengo más seguidores que habitantes mi ciudad, ese es mi poder y yo no pienso renunciar a él'

-¿No hay una reacción común?

-MR: Hay algo en lo que coinciden todas y es que no hay protección institucional, algo que todas reivindican.

-¿Cómo se las puede proteger?

-MR: Con una regulación que te proteja de la violencia 'on-line', que existe. Si tú vas a denunciar que te han dicho algo tienes que abrir un caso en el juzgado de donde procede cada tuit. No está organizado como para que tú puedas denunciarlo. Muchas nos decían que habían ido a la policía con un dosier con multitud de pruebas, amenazas de muerte, de violación... y los casos no han ido nunca a ningún lugar. Hay una desprotección a nivel institucional.  

-¿Qué se ponga el tema sobre la mesa es ya un paso?

-LF: Sí, de hecho RESIST cuenta con tres fases. En la primera se miró cómo se articulan estos discursos, en la segunda, esta, cómo se experimentan estos discursos, y la tercera es cómo construir estrategias coordinadas a escala europea.

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