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Millenials

Generación muda: los jóvenes no quieren hablar por teléfono ni enfrentarse al mostrador

Los millenials y la generación Z consideran intrusivo que les llamen y evitan pedir en la carnicería o la pescadería

Jóvenes utilizan su móvil para navegar en redes sociales

Jóvenes utilizan su móvil para navegar en redes sociales / EP

Alba Prada Estévez

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Reciben el apelativo de ‘generación muda’ porque no quieren llamar por teléfono ni que les llamen. Para los millenials y la generación Z no es necesario coincidir en el tiempo a la hora de mantener una conversación porque les resulta más cómodo ‘textear’. Además, recibir una llamada les resulta intrusivo porque consume mucho tiempo. Así se deduce del estudio Generation mute, millenials phone call statistics, realizado a 1.200 millenials estadounidenses nacidos entre 1981 y 1996. El 75% de ellos evitan las llamadas que les roban demasiado tiempo y ponen como excusa que “no lo escucharon sonar” o que “no tenían cobertura”. El estudio revela, también, que el 81% de los jóvenes sienten ansiedad antes de reunir el coraje suficiente para realizar una llamada.

La juventud se ha acostumbrado tanto a teclear y a interaccionar sin necesidad de estar en el mismo lugar, que ahora les cuesta mantener una conversación por teléfono o hablar en persona. Los mensajes de texto o de audio permiten borrar y repetir, pero en una conversación telefónica editar no es una opción. La generación que nació y adoptó desde la cuna el móvil inteligente es la que menos interactúa en vivo. Pero no es que no sepan hablar en público, sino que todo es cuestión de hábitos. Eso es lo que opina el psicólogo experto en adolescentes, Roberto Antón, que confirma que esto “denota un cambio en la manera de comunicarse”.

“Es habitual ver que los jóvenes no utilizan el auricular cuando están en llamada y prefieren hablar a través del altavoz. Son modas que se instauran y que los identifican, de la misma manera que sacan las fotografías en vertical y aseguran que las fotos en horizontal son de personas mayores”, considera el experto. “Desde mi punto de vista se trata, simplemente, de nuevas maneras de comunicarse y relacionarse. ¿Son mejores o peores que las anteriores? Pues dependerá de cada persona.

Algunos preferirán escuchar la voz cuando se comunican con otra persona, pero es aceptable que los jóvenes puedan preferir una videollamada o una comunicación grupal simultánea por voz o a través de texto”, considera. “Las personas menos jóvenes podemos caer en el discurso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, lo que creo que podría denotar cierta inseguridad por nuestra parte”, argumenta.

Mejor por WhatsApp

Sara tiene 34 años y siempre que puede, evita llamar. “El WhatsApp es mi mejor aliado porque es cómodo y la otra persona puede contestar cuando mejor le venga. Eso sí, si es algo urgente, llamo”, explica. “La verdad es que nunca me ha gustado hablar por teléfono, aunque por trabajo tenga que hacerlo. No sé si es timidez o falta de costumbre, pero llamar no suele ser mi primera opción. Tampoco me gusta enviar notas de audio porque me resulta raro escuchar mi voz grabada”, dice.

“La verdad es que nunca me ha gustado hablar por teléfono, aunque por trabajo tenga que hacerlo. No sé si es timidez o falta de costumbre", Sara

De la misma forma, a Sara no le agrada recibir llamadas, excepto que sean de su entorno más cercano con los que sí habla por teléfono. “Si es mi madre o mi marido, no me importa, pero si es otra persona me incomoda. Lo veo como una intrusión”.

Ana, de 22 años, tampoco le gusta llamar por teléfono. “Me da vergüenza”, dice. “Siempre hablo por WhatsApp e incluso si es algo importante pruebo primero por esta vía y, si no me responden, entonces llamo”, cuenta.

Tampoco a ella le gusta que la llamen. “Dependiendo de quien sea cojo o no el teléfono. Luego, si no lo pillé, le envío un WhatsApp preguntando qué quería”. Ella, en cambio, sí manda muchos audios porque “siempre los puedo borrar”, dice.

“Dependiendo de quien sea cojo o no el teléfono. Luego, si no lo pillé, le envío un WhatsApp preguntando qué quería”, Ana

Comprar en la carnicería o pescadería: todo un reto

A los jóvenes no solo les da reparo hablar por teléfono, sino también pedir pescado o carne al carnicero o pescadero de turno. No saben la cantidad que tienen que comprar, pero tampoco lo consultan. “Mi hermana, que tiene 16 años, es un gran reflejo de esto. Ella no quiere ir a comprar carne, ni pescado. Ni siquiera compra fruta si se la tiene que pesar la frutera”, cuenta Ana.

Estos días se ha hecho viral un vídeo de TikTok de una usuaria joven llamada @isaalaureano en el que revelaba que no sabía comprar en la carnicería: “Mi mayor miedo como semiadulta: no saber comprar en una carnicería”, lo titulaba. Las reacciones a esta publicación no se hicieron esperar, y es que son muchos los jóvenes que se han sentido identificados. “No sabía que el salmón se vendía por pieza entera y pedí uno de salmón pensando que era un kilo. Me entregó el salmón entero, que fueron 64 euros, y como me dio vergüenza no le dije nada y me lo llevé”, dice otra usuaria de la red social. Otras contestaciones fueron: “Haz como yo, que una vez vi a una yaya comprar un cuarto de chorizo, me pareció bien la cantidad y desde entonces pido un cuarto de todo” o “Una vez pedí 50 gramos de queso y me fui con mi loncha de queso y callada de la vergüenza”.

El temor de las nuevas generaciones a enfrentarse a la persona que está al otro lado del mostrador es tal que los negocios locales afirman sorprenderse cuando entra por la puerta una persona joven. Y es que la realidad es que los millenials y la generación Z no pisan las carnicerías, pescaderías o fruterías de barrio por no saber como pedir el producto y para evitar interactuar con el dependiente. Para intentar cambiar la situación, algunos negocios han tomado cartas en el asunto y han decidido usar el medio favorito de las nuevas generaciones, las redes sociales, para enseñarles a comprar en sus tiendas y que así no les dé reparo entrar. Un ejemplo es la carnicería vasca Etxezarreta, que se ha creado un canal de Youtube, y tiene presencia en otras redes, para mostrar a los jóvenes cómo funciona una carnicería, qué cantidad de carne pedir o cómo cocinar lo que compran.

El psicólogo Roberto Antón considera que en este caso la práctica es la única manera de derrumbar ese reparo de los más jóvenes a enfrentarse al mostrador. “Como cualquier situación novedosa, uno adquiere más destreza a medida que se expone y normaliza este tipo de contactos. Si a una persona joven le cuesta pedir en una carnicería o pescadería, lo natural es que le vaya costando menos a medida que esa conducta vaya siendo más frecuente”, dice. “Es probable que a muchas personas que ya no somos tan jóvenes, en su momento, también nos haya dado cierto reparo hacer una pregunta a un desconocido o pedir algo en un lugar nuevo, a pesar de no tener, en aquellos tiempos, pantallas a nuestra disposición”, reflexiona.

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